Indur¨¢in

El Tour s¨®lo ha tenido un mito, que ah¨ª est¨¢ con cinco Tour en su haber y que ganar¨¢ otros cinco, o m¨¢s, o menos. Y si no los gana igual da: esa sonrisa de Indur¨¢in cuando rueda como si volara sobre los pen¨²ltimos metros de un esfuerzo tit¨¢nico es la sonrisa del mito: esa sonrisa es como una careta de anuncio m¨¢gico de la gloria, no se sabe si viva o muerta. Un d¨ªa Indur¨¢in no existir¨¢ y esa imagen inmutable del h¨¦roe m¨ªtico ser¨¢ libro de texto de la capacidad enso?adora de la imaginaci¨®n de generaciones intemporales. A Indur¨¢in lo asemejan a Anquetil, que fue un franc¨¦s normando, sabio, culto, golfo, vividor (mujeres a diario y dos botellas diarias de champa?a) y adem¨¢s ganaba el Tour por cosa de segundos para justificarse. Hinault, el franc¨¦s bret¨®n, fue un ciclista tosco y gan¨® cinco Tour porque no hab¨ªa nadie en casa. Y Merckx, el tercer fen¨®meno que intenta equipararse al navarro, fue un belga de lujo, y con dotes, que le dio por el Tour. Pero ninguno. de los tres existir¨ªa como existen en la ¨¦pica del ciclismo de no ser por el mito retratado en todos los cielos de la memoria por una sonrisa innombrable fijada con fijador inhumano para referencia de todos y de todos los tiempos-