Todos nos llamamos P¨¦rez

Pocas cosas hay m¨¢s desconcertantes que la primera secuencia de esta irregular y oscilante pel¨ªcula: unos seres salidos de un cuadro de Paul Delvaux son captados en una playa, old fashion en todo lo que se contempla, por una c¨¢mara irreal, et¨¦rea. Restos de un mundo desaparecido, los personajes pertenecen a la di¨¦gesis porque son el sue?o de otro, el preso Juan P¨¦rez, que los recrea en la celda de un espeluznante penal castrista. Da muchas pistas esta secuencia, que habla del pasado irrepetible, y con su continuaci¨®n, del presente osco: no hay futuro posible, sugiere el comienzo del filme. Y, sin embargo, Cuando sal¨ª... hablar¨¢ justamente (le eso de lo que vendr¨¢ cuando los sue?os del pasado, n¨ªveos trajes de hilo, sol caribe?o, mujeres de elegancia pret¨¦rita se confronten con la realidad del futuro; cuando nuestro hombre abandone el cart¨®n piedra (del universo carcelario castrista. Cuando sal¨ª de Cuba hablar¨¢ (le un hombre roto pero a¨²n ilusionado, y de una mujer a quien todos sus sue?os parecen desertarle cuando menos lo espera. "Prostituta reconvertida en cortadora de ca?a, la segunda P¨¦rez del filme -las otras son la esposa y la hija del ex preso, una historia de menor importancia- se compara con Cuba, siempre usada pero nunca pose¨ªda, sue?a con John Wayne y con el rock y pretende vivir en un pa¨ªs donde se permita su vida anarquizante. Varios sue?os: Wayne ha muerto aunque ella no lo sepa, el primero que le invita a bailar en una discoteca pretender¨¢ pagarle por unos "servicios" que ella no est¨¢ prestando, y en la Tierra de la Libertad le espera un estadio de b¨¦isbol como campo de concentraci¨®n. Al fin y al cabo ella es s¨®lo una "marielita", una pr¨®fuga de la Cuba revolucionaria que es tambi¨¦n potencialmente asocial.

Emigrantes

El gran tema, pues, que aborda el filme no es otro que la condici¨®n emigrante y lo a ella conexo: el desarraigo de los sue?os, la dureza de la realidad, la negaci¨®n de los para¨ªsos, algo que la india Mira Nair ha experimentado en su propia vida y ha ilustrado en su anterior filme, Mississippi Masala.No siempre este abordaje resulta satisfactorio. Hay en el filme mucho recurso de guionista sin ideas; la amalgama entre elementos surreales y voluntad documenatalista tropieza en algunos momentos, aunque provoque ciertas hilaridades a trompicones -por ejemplo, el personaje del abuelo desnudo- y alg¨²n momento hasta rid¨ªculo, como cuando el coraz¨®n de Juan P¨¦rez empieza a sangrar para mostrar su dolor afectivo.

No siempre Nair logra encontrar el tono de la narraci¨®n; pero cuando lo hace, que suele coincidir con la presencia en el encuadre de Marisa Tomei, un prodigio de int¨¦rprete, un verdadero lujo, la pel¨ªcula se convierte en ¨¢cida comedia costumbrista, en reivindicaci¨®n del aqu¨ª y ahora por encima de la nostalgia y en inclemente fustazo contra la Cuba castrista y Estados Unidos, falsos propagandistas de s¨ª mismos.