Un pa¨ªs cerrado a la democracia
Si Arabia Saud¨ª no albergara entre el 25% y el 30% de las reservas mundiales de petr¨®leo, si la familia real no tuviera depositados unos cuantos miles de millones de d¨®lares en los bancos de EEUU, si dicho Estado no fuera uno de los grandes clientes del mercado occidental de armas, ?ser¨ªan los pol¨ªticos occidentales tan indulgentes con esa monarqu¨ªa petrolera que desprecia todo lo relativo a la democracia y a los derechos humanos?El 28 de marzo de 1995, el rey Fahd declar¨® al diario kuwait¨ª El Syassah: "Nuestro pa¨ªs tiene una especifidad que debemos desarrollar, y el sistema de elecciones libres no le conviene. Al tener la custodia de los santos lugares, Arabia Saud¨ª representa al mundo musulm¨¢n. ( ...) Tenemos nuestra fe isl¨¢mica, en la que el sistema electoral no tiene carta de ciudadan¨ªa. ( ... ) El sistema democr¨¢tico que predomina en el mundo no le conviene a nuestra regi¨®n".
Est¨¢ claro. Cualquier otro jefe de Estado de un pa¨ªs modesto o en v¨ªas de desarrollo que hubiera hecho estas declaraciones habr¨ªa sido denunciado por la prensa mundial, y las organizaciones de defensa de los derechos humanos lo habr¨ªan puesto en la picota. Pero se cierra los Ojos ante lo que ocurre en esa monarqu¨ªa porque Occidente tiene all¨ª intereses importantes. Se cierra los ojos ante una justicia expeditiva: los cuatro hombres acusados del atentado con bomba que caus¨® la muerte de cinco estadounidenses en Riad el 13 de noviembre de 1995 fueron decapitados sin que se diera ninguna ¨ªnformaci¨®n a los responsables norteamericanos. Se cierra los Ojos ante la situaci¨®n de las mujeres, que ni siquiera tienen derecho a conducir un autom¨®vil. En resumen, no se dice riada sobre un modo de vida y una, conducta pol¨ªtica que no se toleran en ninguna parte. El inter¨¦s prima sobre todo. La intervenci¨®n de los ej¨¦rcitos aliados durante la guerra del Golfo se inscrib¨ªa en esa misma l¨®gica.
La guerra del Golfo no ha finalizado del todo: el atentado de Jobar, en Arabia Saud¨ª, que ha causado 19 muertos y 350 heridos, en su mayor¨ªa estadounidenses, sigue la misma l¨®gica que el del pasado noviembre: ataca la presencia estadounidense en tierras isl¨¢micas. Este atentado se enmarca adem¨¢s en un contexto pol¨ªtico internacional bastante significativo: se ha producido justo despu¨¦s de la cumbre ¨¢rabe de El Cairo y con el recuerdo todav¨ªa caliente de la matanza de civiles libaneses en Can¨¢ llevada a cabo por el ej¨¦rcito israel¨ª, y justo antes de la reuni¨®n del G-7 en Ly¨®n.
El inconformismo islamista en Arabia Saud¨ª no es nuevo. Ya en septiembre de 1992, 107 personalidades saud¨ªes dirigieron un informe de 45 p¨¢ginas al jeque Abdelaziz ben Baz, el m¨¢s alto dignatario religioso del reino. El texto conten¨ªa propuestas para eliminar la corrupci¨®n, reforzar la independencia nacional (sobre todo en el ej¨¦rcito), reforzar la ense?anza religiosa y librarse de la influencia occidental (especialmente en las aulas universitarias), establecer una censura dura para todo lo que llega por televisi¨®n de la cultura norteamericano-occidental: en resumen, asumir una mayor rigurosidad en cuestiones isl¨¢micas.
Esta premisa de la oposici¨®n fue seguida de otra tentativa: el 3 de mayo de 1994, seis personalidades religiosas e intelectuales crearon un Comit¨¦ para la Defensa de los Derechos Leg¨ªtimos "para ayudar a suprimir la injusticia y apoyar a los oprimidos". El portavoz de dicho comit¨¦, Mohamed el Masra'l, abandon¨® clandestinamente el reino y se refugi¨® en Londres, donde pidi¨® asilo pol¨ªtico. Pero probablemente el terrorismo no vendr¨¢ de esos intelectuales, que intentan devolver a su pa¨ªs una identidad propia y, sobre todo, apartarlo de la dependencia de EE UU.
Si se piensa que el 54% de las reservas mundiales de petr¨®leo se encuentra en los pa¨ªses del Golfo, que el petr¨®leo representa el 90% del total de las exportaciones saud¨ªes, que, adem¨¢s, el poder es una cuesti¨®n de familia, que el rey Fahd (75 a?os) est¨¢ enfermo (su sucesor es su hermanastro el pr¨ªncipe Abdallah, jefe de la guardia nacional, de 73 a?os) y que la revista Fortune eval¨²a la fortuna del rey Fahd en m¨¢s de 20.000 millones de d¨®lares, se comprende que ese pa¨ªs sea codiciado, y al mismo tiempo est¨¦ superprotegido, por los norteamericanos, que est¨¢n muy interesados en que la situaci¨®n perdure. Saud¨ªes y estadounidenses est¨¢n de acuerdo en este inmovilismo, aunque ello convierta a Arabia Saud¨ª en "una dictadura protegida", como la calific¨® el diplom¨¢tico franc¨¦s Jean-Michel Foulquier, que estuvo destinado en Riad. A esa calificaci¨®n hay que a?adir la existencia de una esquizofrenia: el pa¨ªs tiene un pie en el pasado beduino, en el que no existe el Estado de derecho, y otro en el siglo XXI, por las adquisiciones tecnol¨®gicas modernas y avanzadas que realiza.
El inconformismo islamista se encuadra en un repliegue sobre s¨ª mismo. Desde su punto de vista, la presencia de miles de soldados estadounidenses (cristianos) en la tierra que alberga los santos lugares del islam es una especie de provocaci¨®n. Adem¨¢s, esa presencia se ve acompa?ada de una adquisici¨®n cada vez m¨¢s importante de armas. Es de temer que un d¨ªa u otro esas municiones caigan en manos de los fundamentalistas islamistas (recordemos lo que sucedi¨® con el Ir¨¢n del sha). Puede que todav¨ªa no haya llegado ese momento. Pero para poder llenar un cami¨®n cisterna con dos toneladas y media de explosivos y hacerlo estallar ante un edificio de ocho plantas defendido por unos estadounidenses superprotegidos no bastan unos aficionados; en otras palabras, hacen falta c¨®mplices en los servicios policiales y militares. De no ser as¨ª supondr¨ªa que esos servicios son inoperantes, lo que agravar¨ªa la situaci¨®n de seguridad en el pa¨ªs.
Ir¨¢n, que disputa a Arabia Saud¨ª su papel de l¨ªder del mundo musulm¨¢n como responsable y protector de los santos lugares del islam, debe de ver con buenos ojos esos comienzos de inestabilidad y violencia. Otro Estado del Golfo, Bahrein, est¨¢ siendo sacudido por disturbios desde diciembre de 1994 por albergar el mando de la Quinta Flota estadounidense en la regi¨®n del Golfo. Bahrein sospecha que Ir¨¢n est¨¢ detr¨¢s de ese proyecto de desestabilizaci¨®n. Es una man¨ªa ver en todas partes la mano del extranjero. Puede que exista esa ayuda, pero la situaci¨®n interna de esos pa¨ªses es suficientemente rica en contradicciones, anacronismos y conflictos larvados que esperan la ocasi¨®n para salir a la luz y estallar de forma violenta.
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