La coqueter¨ªa al volante

Eduardo Dancausa desconoc¨ªa a mediados de los sesenta que un d¨ªa la arruga iba a ser bella. Por eso decidi¨® retocar el traje con el que el Ayuntamiento uniformaba a los taxistas madrile?os, y con la ayuda de un sastre dise?¨® un nuevo modelo de tergal y lana azul, con gorra y sahariana, que sal¨ªa al m¨®dico precio de 1.575 pesetas, unas 300 m¨¢s de lo que costaba el oficial. "Tenemos unos veh¨ªculos magn¨ªficos, pero nosotros seguimos vestidos como un acorde¨®n", dijo.Hoy sigue sinti¨¦ndose orgulloso de aquella incursi¨®n en el mundo de la moda y muestra las fotos en las que ¨¦l mismo, con pinta de gal¨¢n, pon¨ªa la percha a su creaci¨®n. "Era un traje mucho m¨¢s elegante. ?Ten¨ªa hasta hombreras! Y lo cierto es que tuvo bastante aceptaci¨®n".

De no ser por la gorra de plato, a Eduardo el uniforme nunca le pes¨®: "Era de pl¨¢stico y caus¨® m¨¢s de una calvicie prematura por el calor que nos hac¨ªa pasar en verano". El 26 de julio de 1966, los taxistas se rebelaron y alfombraron la Cibeles con el susodicho tocado. Fue el llamado mot¨ªn de las gorras, una protesta de efectos retardados: a principios de los setenta, la municipalidad empez¨® a hacer la vista gorda, pero hasta 1979 no elimin¨® totalmente la uniformidad.