Baden Baden
La frase "Madrid, en verano, con familia y sin dinero, Baden Baden" fue un axioma, en esta Villa y Corte y durante muchos a?os, para los rodr¨ªguez, concepto ya obsoleto que no habr¨¢ m¨¢s remedio que explicar a los m¨¢s j¨®venes. Vamos a ello: un rodr¨ªguez era un se?or casado y padre de familia que mandaba a ¨¦sta de veraneo y se quedaba solo en Madrid a lo largo del est¨ªo, libre y an¨®nimo (de ah¨ª lo de rodr¨ªguez), para hacer, presuntamente, "de las suyas". Veraneos largu¨ªsimos, para amortizar el desembolso, muy cortos los dineros, interminables, y demasiado caros los viajes en tren, casi inexistente el coche particular... el susodicho y paterfamilias no ten¨ªa otro remedio que arrostrar la can¨ªcula en soledad hiciera piller¨ªas o no. A?adir¨¦, ya que me he levantado con el pie did¨¢ctico, que Baden Baden es y era una ciudad balnearia de la Selva Negra. Su fama, en la paup¨¦rrima Espa?a de entonces, proced¨ªa del auge vacacional que hab¨ªa conocido en el siglo XIX y la belle ¨¦poque.Yo estuve con la Massiel y su pap¨¢ en Baden Baden a ra¨ªz del triunfo de aqu¨¦lla, ?ayer fue!, en el Eurofestival. Actuaba la diva en el programa televisual Cuando las blancas lilas florecen, emitido el 1 de mayo. Todo muy l¨ªrico, pues la decoraci¨®n del plat¨® evocaba una fiesta campestre germana, con su buena taberna rural rodeada de mesas, bancos y taburetes. Alrededor, el campo con profusi¨®n de flores, mariposas, p¨¢jaros, ¨¢rboles y un columpio para que hiciera su numerito el ni?o-jilguero Heintje, que a la saz¨®n gozaba en Alemania de gran popularidad. Las mozas-figurantes, muy monas y muy limpias, luc¨ªan alegres atuendos regionales, y lo m¨¢s original de todo es que los pap¨¢s, t¨ªas, managers y amiguetes de los y las artistas actu¨¢bamos como extras, encarnando a los clientes de la tal taberna. Y no iba de broma: nos suministraron unas t¨ªpicas jarras de cer¨¢mica, repletas de un vino de verdad y que nos renovaban constantemente. Como el programa dur¨® varias horas, bordamos nuestro papel de parroquianos y acabamos ?content¨ªsimos! Al finalizar su trabajo, se nos unieron las mozas-figurantes, sedientas, incorpor¨¢ndose al trasiego de aquel vino del Rin, afrutado y fresquito, que entraba como un cord¨®n de seda. Lleg¨® una orquestina off-the-record, todos bailamos hasta las tantas de la madrugada, felices como conejos, las mozas se mostraron cari?os¨ªsimas, adorables y color¨ªn, colorado, este cuento se ha acabado. No sin consignar, aunque resulte innecesario, que me qued¨® de Baden Baden un recuerdo muy dulce, coincidente en todo con su fama espa?ola.
No lo es menos el que guardo del Baden Baden madrile?o. Porque la instituci¨®n de la familia resulta estupenda, caray, lo mejorcito que nos depara la existencia, pero un curso escolar de tosferinas (anta?o), culminado en junio por decenas de cates filiales, le dejan a uno groggy, extenuado, repleto de anhelos de libertad. Ellos, se merecen los mejores aires de la sierra o la mar; nosotros, aunque nos amputemos un dedo cada vez que abrimos una lata de sardinas, un respirillo moral. La larga separaci¨®n nos hace amarlos y a?orarlos m¨¢s y m¨¢s. Cuando vuelvan los estrujaremos, nos los comeremos a besos, nos sentiremos con fuerza para arrostrar todos los infortunios del curso-calvario siguiente. Tal era el esp¨ªritu de la rodrigada, aut¨¦ntico sost¨¦n del matrimonio. El sistema -que podr¨ªamos plasmar en la frase "la familia que veranea separada, permanece unida"- daba excelentes resultados.
Ahora las cosas han cambiado y el rodr¨ªguez, si queda alg¨²n ejemplar, debe estar tan abocado a la extinci¨®n como el oso ib¨¦rico. Sin el ant¨ªdoto de la larga separaci¨®n estival, la monogamia est¨¢ herida de muerte, proliferan los divorcios heterosexuales, s¨®lo el gay power reivindica la monogamia, todo se derrumba a nuestro alrededor.
Sin embargo, en medio de tanto caos, Madrid sigue siendo en verano Baden Baden. Incluso sin dinero. Incluso, si me apuran, con familia. Mientras el pobre veraneante madrile?o sufre en Sangenjo, San Vicente de la Barquera o vaya usted a saber los horrores de la masificaci¨®n y el hacinamiento, nosotros aprovechamos aqu¨ª a tope los huecos dejados por su ausencia. Circulamos y hasta aparcamos como unos pr¨ªncipes, tenemos "de todo", salimos a cenar sin apreturas, tomamos la "pen¨²ltima" en las terrazas, recuperamos una calidad de vida que nos est¨¢ vedada el resto del a?o. Madrid, nada menos.
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