Jan ullrich, el pen¨²ltimo reto?o del 'alenmuro'
Cuando el Muro cay¨®, all¨¢ por 1989, el gallardo Jan Ullrich era a¨²n m¨¢s pelirrojo y pecoso, un alto chaval de apenas 16 a?os, pero no un ni?o normal: llevaba ya a?os encadenado al m¨¦todo de producci¨®n deportivo de la Alemania Oriental en su Rostock natal. Un m¨¦todo mezcla de stajanovismo y darwinismo, que se puede resumir en pocas palabras: trabajo ma?ana y tarde -kil¨®metros y kil¨®metros de pista- y selecci¨®n natural. El que no aguante que lo deje; s¨®lo los fuertes, aunque pocos, son v¨¢lidos. La base ideal para un trabajador de la carretera, que no s¨®lo le superdota f¨ªsicamente, sino que le hace sentirse un vencedor psicol¨®gicamente por haber superado todas las fases selectivas y le dota de una inigualable capacidad de sufrimiento. Cuando sus carreras no se cruzaban con la de los profesionales capitalistas, la cosa funcionaba a las mil maravillas, los triunfos llov¨ªan para los de m¨¢s all¨¢ del Muro, los del alenmuro. Cuando se fusionaron los mundos, nacieron los problemas. ?C¨®mo una persona as¨ª formada puede ser productiva en un sistema liberal, en el que el ¨¦xito se traduce no en medallas sino en millones?Walter Godefroot, el belga director del Telekom, dio con una soluci¨®n para el reto?o Ullrich. "T¨®mate este a?o en plan sab¨¢tico", le dijo a comienzos del 94, cuando le ofreci¨® su primer contrato profesional. "T¨®mate la vida seg¨²n te viene, descubre las maravillas y los vicios de la civilizaci¨®n occidental, las mujeres, lo que quieras. Pero dentro de un a?o s¨®lo vivir¨¢s para el ciclismo".
Ullrich -tras la unificaci¨®n y el cierre de su centro de entrenamiento, hab¨ªa vivido en la' misma casa de su entrenador alem¨¢n oriental, quien no quer¨ªa que esa joya se echara a perder- hizo de todo y sigui¨® pedaleando. "Godefroot me llev¨® a la Vuelta con una consigna: 'cuando te canses, abandona', y eso hice", cuenta Ullrich.
Ese fugaz paso por la ronda espa?ola fue el primer encuentro del precoz tallo con una gran carrera. El segundo ha sido el Tour. Su 1,83 de altura ha destacado casi tanto como su fenomenal aro en la oreja izquierda, aunque un poco menos que sus dos brazos vendados, un uniforme que no ha dejado de llevar desde que se cay¨® en la etapa de Sestriere. Y mucho menos que su segundo puesto en la general, s¨®lo superado por su patr¨®n dan¨¦s Riis.
?Ser¨¢ UlIrich el hombre del futuro? Ni siquiera el pelirrojo piensa en ello. "Estoy tan sorprendido de c¨®mo va todo, que no puedo pensar en otra cosa", dice. ?l, que ha calcado su preparaci¨®n este a?o a la de Riis, lleg¨® al Tour s¨®lo pensando en ayudarlo, y se ha encontrado segundo, gracias a que, entre otras cosas, el propio dan¨¦s trabaj¨® para ¨¦l en la etapa de Pamplona. As¨ª que no extra?a su corolario. "Estoy tan a gusto a su lado y estoy aprendiendo tanto que ¨²nicamente me doy cuenta de lo mucho que me queda por aprender. Quiero seguir a su lado", dice. No se sabe si con la boca peque?a o la buena. No se sabe si un a?o sab¨¢tico habr¨¢ sido suficiente.
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