Regar por deporte
Dos jubilados cuidan a diario los jardines abandonados de 'La Peineta'
Cualquiera puede encontrarles a una hora tan despiadada como las tres y media de la tarde entre el mar de asfalto de Las Musas y el coloso de hormig¨®n del Estadio de la Comunidad, alias La Peineta. Con una manguera de metro y medio, y, ratito a ratito, dos jubilados de Canillejas han conseguido ara?ar un poco de color verde al triste paisaje de rastrojos en que se han convertido los accesos al estadio.?ngel Fern¨¢ndez, de 69 a?os, y ?ngel Garc¨ªa, de 63, no pudieron soportar el desali?o junto a la imponente construcci¨®n a cuyo nacimiento hab¨ªan asistido como buenos -y trotones- vecinos del barrio que son. Desde mayo van las tardes que pueden a un complejo que cost¨® 7.500 millones del erario p¨²blico, inaugurado hace apenas dos a?os. Si hay agua en las bocas de riego -"a veces la cortan", explican ellos- conectan una vieja manguera que encontraron y, con una llave inglesa, ayudan a paliar la sed de arbustos y tuyas.
Tanto en la Direcci¨®n General de Deportes como en el propio estadio han reconocido que el 31 de diciembre pasado la empresa que realizaba el mantenimiento ces¨® en su trabajo. No se ha renovado el contrato, que, seg¨²n fuentes de Deportes, costaba entre 30 y 40 millones de pesetas. "Estamos estudiando diferentes ofertas para hacer otra adjudicaci¨®n" a?ad¨ªan en Deportes. Pero han pasado m¨¢s de seis meses. "Los jardineros de La Peineta han hecho lo que han podido' aunque tampoco es su cometido", dijeron, "pero con seguridad se retirar¨¢ el c¨¦sped tras el verano, para evitar que sea usado como parque de recreo".
-A, ¨¦ste, que ha sido jardinero, se le revuelven las tripas cuando ve esto- dec¨ªa una calurosa tarde de esta semana ?ngel Fern¨¢ndez, el mayor, empu?ando la manguera cuando se acercaba el otro, ?ngel, el m¨¢s joven, por el aparcamiento de La Peineta. Un estacionamiento, sembrado de acacias, tan mastod¨®ntico en dimensiones como el estadio: caben 1.300 coches y 24 autocares.
?ngel, el joven, ha trabajado 20 a?os cuidando plantas y retocando jardines, hasta que lleg¨® a Madrid a emplearse en una f¨¢brica de coches. Es f¨¢cil imagin¨¢rsele dando siete vueltas a La Peineta, con su pantal¨®n corto y sus gafas de sol, examinando el estado de los arbolitos. Para combatir su tendencia a la hipertensi¨®n, camina casi ocho kil¨®metros diarios por la ma?ana. Por la tarde regresa: "Mire, eso son pl¨¢tanos, mire que color amarillo... ". El hombre se?alaba el interior del estadio. La ¨²nica mancha claramente verde era la enmarcada por la pista de atletismo; las zonas de c¨¦sped resultaban rabiosamente amarillas. ?ngel, el mayor, fabricaba muebles met¨¢licos.
M¨¢s de seis meses de descuido han trocado el c¨¦sped exterior de La Peineta -all¨ª donde el pasado a?o iban las familias a tumbarse al fresco, seg¨²n cuentan los Angeles- en un secarral agrietado con hierbajos y basuras campando. "Ha habido muchas se?oras que han protestado", dec¨ªa uno. El otro hab¨ªa llamado por tel¨¦fono para quejarse y dice que le dijeron: "No hay presupuesto".
Una solitaria banda verde queda a la derecha de La Peineta, cerca de las bocas de riego que han podido saquear. Los Angeles lo mostraban esta semana con el orgullo de quien ense?a un hijo.
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