Saturados de memoria
Hace diez a?os, cuando transcurr¨ªa el 50? aniversario de la guerra civil, ayuntamientos, gobiernos auton¨®micos, fundaciones y cajas de ahorro, ateneos y universidades organizaron decenas de coloquios y congresos en los que participaron -participamos- un buen n¨²mero de historiadores. A pesar de una atenci¨®n que lleg¨® a ser agobiante a los pormenores de la guerra, no pudo faltar luego el consabido historiador / denuncia que, terminada su vuelta. a Espa?a y recontados los sabrosos honorarios, arremeti¨® contra la conjura de silencio que el Gobierno socialista habr¨ªa tramado al negarse a conmemorar el evento.Es una especie de fatalidad afirmar que la guerra civil es el acontecimiento de nuestra historia con m¨¢s toneladas de libros publicados y denunciar a la vez el olvido en que habr¨ªa ca¨ªdo como resultado de un pacto de silencio sellado durante la transici¨®n por desaprensivos ladrones de la memor¨ªa colectiva. Algunos de nuestros mejores historiadores presentan sus trabajos sobre la guerra como si fueran el producto de un desigual combate contra un ;muro de ocultaci¨®n, y un excelente historiador brit¨¢nico" Paul Preston, acaba de vincular nuestra "se?alada repugnancia,, a publicar obras sobre, la guerra con el famoso "pacto del olvido" que habr¨ªa impulsado al Gobierno socialista a no celebrar su 50? aniversario. La guinda la pone esta vez un corresponsal de The Times cuando asegura, con una mezcla de falta de educaci¨®n y chovinismo propia de un hooligan, que los historiadores espa?oles debemos leer a los brit¨¢nicos para enteramos de lo que pas¨® en Espa?a porque, a 60 a?os de su comienzo, vivimos "atenazados por el tab¨² de la guerra civil".
Ocultaci¨®n, repugnancia y tab¨² que no han bastado para impedir la edici¨®n de decenas de trabajos cuyo principal m¨¦rito consiste en revelar los nombres de los asesinados en Catalu?a y Navarra, en Arag¨®n, Madrid o C¨®rdoba. En los 20 anos que llevamos de democracia, cada cual ha investigado lo que le ha venido en gana, ha contado con ayudas oficiales para hacerlo y ha disfrutado de financiaci¨®n p¨²blica para editarlo y de generos¨ªsimos espacios en peri¨®dicos y revitas para darlo a conocer. Roza ya el l¨ªmite de lo grotesco insistir en un fantasmag¨®rico pacto de olvido como explicaci¨®n de supuestas lagunas en la historiograf¨ªa de la guerra civil.?Podr¨ªa ser entonces que no hemos debatido pol¨ªticamente de la guerra; que no hemos sabido qu¨¦ hacer con, su memoria y hemos optado por el silencio? En absoluto. El debate p¨®l¨ªtico sobre la guerra qued¨® sustanciado en los medios de oposici¨®n a la dictadura, en el exilio y en el interior, cuando se firmaron suscesivos pactos en los que invariablemente se inclu¨ªa una cla¨²sula sobre la amnist¨ªa y la decisi¨®n de renunciar por ambas partes a las represalias. Una vez alcanzado ese acuerdo -y se alcanz¨® reci¨¦n terminada la II Guerra Mundial- el debate pol¨ªtico sobre la guerra estaba liquidado, pero no como consecuencia de un olvido, sino por una sobreabundancia de memoria.
Si hoy es imposible reabrir el, debate pol¨ªtico mientras contin¨²a el historiogr¨¢fico no se debe a que la guerra sea para nosotros un tab¨², sino a que sabemos demasiado de ella. La guerra como "causa pura" se queda para Erik Hobsbawm. Para nosostros es una guerra con demasiados muertos en las cunetas. ?Qu¨¦ demonios habr¨ªa qu¨¦, celebrar? ?La 'fine war" del poeta ingl¨¦s, la heroica lucha ' del pueblo antifranquista, la generosa ofrenda de los m¨¢rtires de la cruzada o los fusilamientos en masa, los paseos, el terror, los arreglos de cuentas? Una guerra civil es en s¨ª misma incelebrable". No hay en ella nada que festejar, a no ser su fin como reconciliaci¨®n. No la hubo en Espa?a, dedo que el Gobierno socialista hizo muy bien en no. montar ning¨²n festejo el 18 de julio de 1986. Pero confundir la imposibilidad de: celebraci¨®n con un pacto de olvido es una falacia que ya va siendo hora de arrumbar. Saturados de memoria de la guerra es de lo que hemos andado, no vac¨ªos de su recuerdo.
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