Entre Rey y Sult¨¢n
300 metros de yate tiene aparcados el se?or de Om¨¢n contra la natural sencillez de Juan Carlos I
"Ten¨ªa un problema, y ahora ya no lo tengo", dir¨ªa, parafraseando a uno de nuestros recientes cl¨¢sicos, aquel que mora en Oropesland, concretamente en Porcelandlay, y c¨®mo lamento no ser ubicua y no ser de aqu¨ª, ni ser de all¨¢, tararar¨ª, tararar¨¢, que rezaba otro cl¨¢sico de Benidonn. Mais, en fin. El problema que yo ten¨ªa era que, una vez refinada, tal como ayer les cont¨¦, lo que me gustar¨ªa es cazar un caballito blanco, un maromo, un capuglio que me asegurara un porvenir, ya saben, eso que nunca te garantiza un peri¨®dico, aunque este ¨²ltimo sigue teniendo mucho m¨¢s morbo que todos los hombres juntos. Una vez sofisticada, quiero llegar a m¨¢s.As¨ª que, mientras descend¨ªa hacia Marivent entre -como suele decirse- tremendas medidas de seguridad, reflexionaba acerca de mi porvenir. Para empezar, unos agentes macic¨ªsimos sembraban el camino con sus walkie-talkies, y yo, tan feliz. Menudo morro tiene Galindo, reflexion¨¦, sentirse deprimido por estar en la trena, cuando mi verdadero h¨¦roe an¨®nimo de la Guardia Civil, amado cuerpo, no es otro que el n¨²mero que, impasible el adem¨¢n, monta guardia, erecto, junto al m¨¢stil de la bandera patria en lo alto del castillo de San Carlos, bajo la solanera, vigilando el puerto do el rey Juan Carlos cualquier d¨ªa patronear¨¢ su Brib¨®n. En mitad de mis reflexiones paramilitares sorprendi¨®me que m¨¢s de 300 metros de orilla estaban ocupados por el yate del sult¨¢n de Om¨¢n y por su nave de apoyo, con tal lujo que tengo que sentarme en una boya para cont¨¢rselo.
Al Said es el nombre del vistoso nav¨ªo del titular del emirato, o lo que fuera, y muestra su escudo de armas en la puerta, escotilla o como se llame el orificio por donde entran los invitados: con dos alfanjes cruzados, unidos por una de esas dagas cortas, de punta pronunciadamente curva, que tan bien funcionan a la hora de seccionar (aqu¨ª, antes de refinarme, habr¨ªa escrito cl¨ªtoris, pero ahora pongo:) esa protuberancia del aparato genital femenino que sirve para el placer de la usuaria mediante intensiva acci¨®n de cualquier dedo medio, incluido el de la usuaria. Encima de semejante atrezzo de armas blancas, una corona que ya quisiera, para apoyarla en las orejas, el propio pr¨ªncipe Carlos de Inglaterra, toda de oro y piedras preciosas, que resolver¨ªan las finanzas de este gran hombre que, completamente desvalijado por Perfidia Di, ha querido, sin embargo, empe?arse los gemelos para comprarle una yegua a su Camilla.
La visi¨®n del yate y de su adjunta embarcaci¨®n de apoyo,repleta de hur¨ªes y de Mercedes, me hizo pensar que donde comen diecis¨¦is comen diecisiete, y que tal vez yo misma podr¨ªa incorporarme al har¨¦n y hacer de m¨ª una in¨²til mantenida, para siempre Sherezade Torres. Adem¨¢s, quiz¨¢ el sult¨¢n podr¨ªa sufragarme una idea que tengo para . recoger todos los embriones caducados que tienen en Inglaterra y venderlos en el Tercer Mundo diciendo que son yogures con b¨ªfidos para los hu¨¦sulos.
Llegu¨¦ a Marivent a tiempo de ver arribar a Adolfo Su¨¢rez vestido, como siempre, de jefe de secci¨®n de Nuestra Se?ora del Corte Ingl¨¦s -su desprecio por los tejidos nobles es sobrecogedor; as¨ª como su aprecio por lo sint¨¦tico que marca bolsas en las costuras y las corbatas lisas en tela brillante-, haciendo ver que la pol¨ªtica ya no le interesa y dedicado a intercambiar nader¨ªas con el Rey -impecable, qu¨¦ quieren que les diga-, a quien, por mucho que le mir¨¦ la soberana testa para verle el sonotone, no se lo hall¨¦: o no se lo pone o es tan sofisticado el artilugio que tiene forma de pelo en oreja. Jacarandoso, el Rey convers¨® con los periodistas, sobre todo las periodistas, y, refiri¨¦ndose a sus apuros con el zarrapastroso Fortuna, acept¨® la propuesta de que le compr¨¢ramos un yatecillo nuevo, a cambio de llevamos a navegar a las plum¨ªferas, con los fot¨®grafos y camar¨®grafos detr¨¢s, nadando.
Tras esta muestra de campechan¨ªa fue cuando me dije que, por ricos que sean los sultanes de Om¨¢n, donde est¨¦ un buen Borb¨®n s¨®lo podr¨¦ ser suya, idealmente hablando. Resolv¨ª el problema, y me fui a la tienda de Ciutat Vella en donde la Reina se hace fabricar a mano alpargatas del n¨²mero 40. Esta prenda, que calza s¨®lo un 36, bien podr¨ªa vivir de las sobras.
El pueblo y yo somos as¨ª, Se?ora.
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