Monse?or y el poeta
El presidente de la Conferencia Episcopal, El¨ªas Yanes, conversa con el escritor y acad¨¦mico de la Lengua ?ngel Gonz¨¢lez
Fue una aventura absurda, bella y triste que a¨²n estremece a los aficionados: ?Qu¨¦ cornada, Dios m¨ªo, qu¨¦ cornada! (?ngel Gonz¨¢lez, El Cristo de Vel¨¢zquez)"La ¨²nica disculpa que tiene Dios es que no existe". La sede de la Conferencia Episcopal, espa?ola, en Madrid, es un edificio moderno. Sin s¨ªmbolos externos. Por el aspecto, pod¨ªa albergar al consejo de administraci¨®n de una corporaci¨®n industrial, o las oficinas de una compa?¨ªa de seguros. Pero en su interior hay una luz y un silencio de sacrist¨ªa. Ni siquiera los tel¨¦fonos parecen hacer ruido al sonar.
Cuando el poeta Angel Gonz¨¢lez solt¨® esa frase de fuste volteriano, "la ¨²nica disculpa que tiene Dios es que no existe", tem¨ª que todo ese orden se vendr¨ªa abajo, que estallar¨ªan en a?icos los vasos de agua, que el magnet¨®fono echar¨ªa humo, que por la ventana entrar¨ªa un rayo. Y que monse?or dar¨ªa por terminado el di¨¢logo.
Pero no. Monse?or El¨ªas Yanes habla hacia dentro. Quiero decir que sus palabras, despu¨¦s de salir de los labios y antes de ser o¨ªdas, parecen viajar al interior de una caracola que las devuelve como un murmullo isle?o, de mar calmo. Hab¨ªamos hablado del "retorno de Dios", del revival del sentimiento religioso. Y hab¨ªamos hablado de las im¨¢genes de Dios a lo largo de la historia. Del Di¨®s del temor de Dios, del Dios de la guerra, pero tambi¨¦n del Gran Compa?ero. El poeta del mundo le llam¨® Whitehead.
Est¨¢ la imagen de la infancia. El ojo que nos mira (?vigila?) desde un tri¨¢ngulo. Realmente, ?c¨®mo es Dios?, le pregunto a Monse?or.
"La forma m¨¢s sencilla es ir a la Escritura tal como est¨¢. El Dios cristiano se revela como un Dios que es amor. Es el Dios creador, ciertamente, pero es el Dios que se revela en Jesucristo como Dios del amor. Eso lleva. consigo una visi¨®n del hombre. La afirmaci¨®n de Dios es inseparable de la afirmaci¨®n de la dignidad humana. Es ah¨ª donde hay una gran posibilidad de di¨¢logo entre creyente y el no creyente. Es verdad que hay distancias fundamentales, pero es posible coincidir en la defensa la dignidad humana. Esa dignidad puede ser afirmada desde el pensamiento filos¨®fico, pero creo que a la luz del pensanuento cristiano todav¨ªa aparece m¨¢s grandiosa y profunda. Otra cosa es que seamos consecuentes con ese pensamiento".
Es entonces cuando el poeta recuerda unos versos, los que aparecen en su libro Teoeleg¨ªa y moral. "Ni Dios es capaz de hacer el universo en una semana. No descans¨® el s¨¦ptimo d¨ªa. Al s¨¦ptimo d¨ªa se cans¨®".
Y ?ngel Gonz¨¢lez a?ade: "Todo esto que dice don El¨ªas yo lo veo de una forma muy distinta. El Dios en que cre¨ª de ni?o era un Dios muy elemental. casi de cart¨®n piedra. Un se?or poderoso, justo, bueno, etc¨¦tera. Todav¨ªa lo recuerdo. Pero resulta que despu¨¦s, en las manifestaciones de ese posible Dios, no se ve que sea muy amoroso con el g¨¦nero humano. Vivimos una serie de cat¨¢strofes y miserias ante las cu¨¢les Dios parece reaccionar con absoluta indiferencia. Dentro del maravilloso orden cosmol¨®gico hay tambi¨¦n un principio de irracionalidad en todo. Viendo la historia y la realidad actual, uno no tiene motivos muy razonables para pensar que por encima del mundo hay un Dios que es amor, una inteligencia superior. Es demasiado contradictorio".
"Es verdad, claro est¨¢, que el mal existe", responde monse?or. "Pero tambi¨¦n en el mundo hay experiencias positivas. Existe el bien. Es dif¨ªcil saber qu¨¦ prevalece, el bien o el mal. Cada ser humano puede valorar su experiencia. Pero en lo que tiene de orden, sentido, orientaci¨®n, medios relacionados con un fin, la vida est¨¢ reclamando una inteligencia creadora. Hay quienes dicen, que en el principio, era el caos o la nada. Otro Planteamiento es que en el origen est¨¢ ese Dios que es amor y que es inteligencia. Son dos maneras de ver el asunto. ?Cu¨¢l es la m¨¢s razonable? Hacer compatible a Dios y a este mundo, con su cat¨¢logo de cosas buenas y de barbaries, es cierta mente un misterio para el hombre Pero un universo de compl¨¦jidad reciente, sin Dios, es un absurdo. Hay que elegir entre el absurdo y el misterio".
El misterio. La palabra se queda suspendida en el aire, aletea entre nosotros. El poeta se fija en ella. Si se escribe, parece pensar, es por ti, misterio. No la deja escapar.
"Claro que hay un margen de misterio", dice Gonz¨¢lez. "Tal vez la muerte de Dios se produjo en un momento muy optimista en que parec¨ªa que la raz¨®n lo iba a resolver todo. Y tal vez el renacimiento del sentimiento religioso en formas tan dispares y tan distintas se deba a que luego se ha comprendido que la raz¨®n no lo resuelve todo. Es f¨¢cil caer en teor¨ªas del absurdo cuando uno ve que no hay soluciones. La falta de explicaci¨®n de la vida, el para qu¨¦... Cuando uno no tiene un pensamiento religioso, la falta de trascendencia es dolorosa. Unamuno odiaba la raz¨®n porque le imped¨ªa creer. Pero a m¨ª esa actitud no me cae simp¨¢tica. Con todas sus insuficiencias, hay que apelar a la raz¨®n. Y creo que, con excepciones, ese revival religioso tiene consecuencias muy negativas. Yo vivo mucho tiempo en Estados Unidos y lo percibo de una forma m¨¢s intensa que en Espa?a. Lo del reverendo Jones, provocando un suicidio colectivo. Lo de Oklahoma y Vaco. Los predicadores con una Biblia en la mano y un arsenal de armas en la otra. No digamos el fundamentalismo. Todas estas mezclas de nacionalismos furiosos y sentimiento religioso est¨¢n provocando verdaderas cat¨¢stofes".
"No crea usted", dice Yanes, "yo tampoco lo vivo con simpat¨ªa. Son fen¨®menos muy ambiguos, y de hecho, en la historia del cristianismo, el antagonista de la fe cristiana no es el no creyente, no es el ateo. Es el hombre sometido a religiones supersticiosas y crueles que son muy dif¨ªciles de desarraigar, en las cuales la dignidad humana no ocupa un lugar central. Yo tambi¨¦n comparto esa preocupaci¨®n. Hay religiosidades, por ejemplo las de tipo budista, que no tienen esas consecuencias, que tienen otros valores. Pero ciertamente ese revival hay que evaluarlo con mucho sentido cr¨ªtico".
Durante la guerra del Golfo, todos los contendientes, invocaban a Dios. Recuerdo haber o¨ªdo a un te¨®logo, Andr¨¦s Torres Queiruga, plantear e intentar responder a esta tremenda pregunta. ?Pod¨ªan rezar de verdad al mismo tiempo Sadam Hussein y George Bush? Ahora la digo en voz alta. Miro hacia monse?or. "El mundo del islam es muy distinto al nuestro. Ellos cre¨ªan que era su causa justa y desde esa conciencia acuden a Dios. Pero las guerras... Un cristiano lo que tiene que hacer es rezar para que la guerra acabe cuanto antes y si es posible que no empiece. Eso es lo m¨¢s cristiano".
"Eso ser¨ªa lo m¨¢s cristiano", interviene el poeta. "Pero yo creo que los cristianos tambi¨¦n rezar¨ªan para ganar la guerra creyendo que la suya es la causa justa, la causa de Dios. El Dios de los ej¨¦rcitos est¨¢ vivo en la Iglesia".
Monse?or entrecruza los dedos de las manos y los aprieta al hablar, como quien quiere conjurar un viejo dolor del mundo.
"Hay toda una historia sobre el intento de someter los conflictos a un tratamiento ¨¦tico. Intentar justificar el cu¨¢ndo la guerra es justa, l¨ªcita, y cu¨¢ndo no. Pero son todos intentos te¨®ricos. En la pr¨¢ctica, todas las guerras arrastran un peso enorme de injusticia por parte de todos los contendientes. Por eso es necesario crear una cultura de la ¨¦tica com¨²n a todos. Todo lo que sea descalificar la conciencia ¨¦tica es muy grave".
?ngel y El¨ªas. El poeta de Palabra sobre palabra, premio Pr¨ªncipe de Asturias, nacido en Oviedo en 1925. El obispo de Zaragoza, presidente de la Conferencia Episcopal, nacido en la Sabina, Mazo, isla de La Palma, hace 68 a?os. Intento imaginarlos hace 60 a?os. Angel, enjuto y so?ador. Un muchacho de familia media ovetense, hu¨¦rfano de padre. El¨ªas, de complexi¨®n m¨¢s fuerte. Un ni?o campesino, con padre emigrante. Veinte a?os en Cuba. Los dos eran entonces tranquilamente religiosos.
Alguien le regala a ?ngel dos patatas. Las cuecen para ¨¦l. Las mira en el plato. De repente, una de las patatas se mueve. Debajo se hab¨ªa metido una cucaracha. Esa imagen, la memoria de la guerra.
"Mi madre era una mujer muy creyente. Sin embargo, mi padre, a quien no conoc¨ª, pues era casi el ateo oficial de la ciudad. Aquel matrimonio funcion¨® muy bien. Los dos eran muy tolerantes, los dos ten¨ªan una visi¨®n del mundo profundamente ¨¦tica. Mi madre tuvo el detalle de transmitirse esas dos herencias, su humanismo religioso y el humanismo laico de mi padre. Todos esos principios, todo se mundo arm¨®nico, se vino abajo con la guerra. Est¨¢bamos del lado de los perdedores. Un hermano asesinado, otro en el exilio, y los medios de la familia arrebatados. ?se fue mi paso de la infancia a la adolescencia. Qued¨¦ desarbolado. Y puesto que estamos en esta casa y en este caso, debo decir que me apart¨¦ de las creencias religiosas como quien huye de una pesadilla".
-?No hubo figuras o experiencias que le hicieran repensar las cosas?
-La verdad es que perd¨ª completamente el temperamento religioso. Pienso que la Iglesia apuesta a todos los pa?os, tiene colocados peones en situaciones antag¨®nicas. Pero, bueno, una personalidad que me despert¨® simpat¨ªa fue la de Juan XXIII. Abri¨® caminos de convivencia no solamente religiosos, sino tambi¨¦n humanos. Tambi¨¦n simpatizo con ese sector minotario de la Iglesia que vive de cerca los problemas reales del Tercer Mundo, que se compromete en
la defensa de los derechos humanos.
En el campo palmero, el ni?o El¨ªas vivi¨® la guerra como una experiencia mas remota, por referencias indirectas. "En mi vocaci¨®n sacerdotal no tuvo una influencia decisiva el ambiente familiar. Me ayud¨®, eso s¨ª, en el sentido en que era un ambiente de rectitud de costumbres, de honradez, de trabajo. Pero llevaban sus creencias con bastante sobriedad. Lo que m¨¢s influy¨® fue la personalidad de los sacerdotes de mi parroquia y mis propias lecturas. Mi temperamento en estas cosas, incluso mi vivencia religiosa, es marcadamente racional. Mi esp¨ªritu es poco propenso a dejarme llevar por impulsosemotivos".
-Pero, ?puede un obispo permitirse dudar?
-El creyente acepta el misterio, pero no lo acepta de forma irracional. La teolog¨ªa es un fen¨®meno original del cristianismo, un esfuerzo por descubrir los elementos que hacen razonable la fe. A la hora de indagar hay que hacerse preguntas. Y esas preguntas no son nada ret¨®ricas, plantean problemas profundos. A veces se necesitan siglos para irlos esclareciendo.
En un hombre que puede hablar de siglos de espera, la mirada desprende tanta prudencia como firmeza. Tengo la impresi¨®n de que siempre debi¨® ser as¨ª, incluso cuando, a principios de los sesenta, en un ambiente de jerarqu¨ªa reaccionaria, fue se?alado como una especie de cura rojo. "Compart¨ªas el deseo de unas libertades pol¨ªticas que estaban limitadas". Una experiencia decisiva fue el paso por Asturias, como obispo auxiliar, en los primeros setenta, donde vivi¨® de cerca los conflictos mineros. "Los trabajadores huelguistas eran acogidos en las iglesias porque era la ¨²nica forma de expresarse, y eso irritaba mucho a la autoridad pol¨ªtica". M¨¢s tarde, como estrecho colaborador del cardenal Taranc¨®n, oper¨® en la sala de m¨¢quinas de la transici¨®n. Un historial del que podr¨ªa desprenderse un lema: "Estuvo donde ten¨ªa que estar". Ahora es quien dirige la Iglesia espa?ola. Parece m¨¢s c¨®modo con Aznar, pero no descabella a Felipe.
-Usted, Angel, ?c¨®mo juzga hoy a la Iglesia espa?ola?
-Es obvio que la Iglesia fue u?a y carne con la dictadura. En general, estuvo muy implicada con el franquismo, aunque Franco tambi¨¦n hab¨ªa matado sacerdotes en el Pa¨ªs Vasco y en Catalu?a. Esa parte del horror se silenciaba. En un momento determinado solt¨® anclas, se distanci¨® del franquismo, porque aquello era muy negativo para su imagen, y se situ¨® en una oposici¨®n m¨¢s o menos discreta. As¨ª es como yo veo esa parte de la historia. Ahora pienso, y es una idea probablemente injusta, pero es lo que pienso, pues pienso que tiende de nuevo como bloque a pegarse al poder. De hecho hay facciones, como el Opus De?, con mucha influencia en la Iglesia de hoy que buscan sin disimulo tener el poder y controlar el poder.
Monse?or no pesta?ea. Toda la expresi¨®n se concentra en la mirada y en las manos entrecruzadas. Medita una respuesta.
"En la historia contempor¨¢nea de la Iglesia -espa?ola", dice por fin, "un factor decisivo ha sido el Vaticano II. Significa un modo de tender las relaciones de la Iglesia con la sociedad y de la Iglesia con los poderes pol¨ªticos. Es un cambio profundo, no improvisado, no de conveniencia, al que nos sentimos vinculados los cat¨®licos. Son documentos que est¨¢n ah¨ª, que nos obligan a seguir una l¨ªnea de conducta en muchos aspectos diferente a lo que era vigente en ¨¦pocas anteriores. Ese es aut¨¦ntico factor de evoluci¨®n. Yo creo que con toda verdad, se le atribuye un m¨¦rito especial al cardenal Taranc¨®n. Pero ¨¦l "sino dec¨ªa que se sent¨ªa apoyado por el episcopado".
"Pero, ?no hay una vuelta atr¨¢s?", pregunta ?ngel Gonz¨¢lez. "La guerra civil se plante¨® como una cruzada, con el apoyo t¨¢cito, si no expreso, del Papa. Luego se trat¨® de borrar eso y el concilio tend¨ªa en esa direcci¨®n. Pero en las beatificaciones recientes de "m¨¢rtires" -lo digo con comillas- por el papa Wojtyla, de sacerdotes asesinados por las "hordas marxistas", ?no late la intenci¨®n de plantear otra vez la guerra como si, en efecto, fuese una cruzada? El Papa s¨®lo ha beatificado a v¨ªctimas de un bando, cuando lo cierto es que tambi¨¦n hubo v¨ªctimas de religiosos y cristianos por parte del franquismo. Me parece que s¨®lo se quiere destacar un aspecto del drama".
"Sobre toda la historia de la Iglesia y la guerra civil espa?ola", responde El¨ªas Yanes, "est¨¢n apareciendo estudios cada vez m¨¢s rigurosos y que nos ayudan a liberarnos de im¨¢genes estereotipadas. En lo que se refiere a las beatificaciones de los m¨¢rtires, el papa Pablo VI dio la norma de detener ese proceso, lo que t¨¦cnicamente se llama el dilata. Le parec¨ªa que todav¨ªa hab¨ªa transcurrido poco tiempo y podr¨ªan no tener un efecto pacificador. Esto se ha mantenido durante bastantes a?os. Juan Pablo II ha retirado el dilata, pero no pensando en Espa?a sino en todas las iglesias en las que ha habido persecuciones religiosas. En su pontificado ha habido muchas beatificaciones, pero no s¨®lo de m¨¢rtires espa?oles, sino tambi¨¦n de Vietnam, de Europa del Este y Centroeuropa, de M¨¦xico...".
"Sigo pensando que tienen un sentido pol¨ªtico", sostiene Gonz¨¢lez. "A estas alturas resulta muy hiriente enfocar de esa manera el drama".
"Estos procesos", afirma monse?or, "no pretenden ser una acusaci¨®n contra los perseguidores. No son procesos contra nadie. Tiene que haber certeza absoluta de que son personas que dieron su vida, que sufrieron martirio, por m¨®viles antirreligiosos, no pol¨ªticos. Se trata de personas de conducta ejemplar ya antes del martirio y en los que hay una actitud com¨²n, la del perd¨®n hacia los que le causan la muerte. Los m¨¢rtires al morir perdonando invitan a la reconciliaci¨®n. La voluntad del Papa es ajena a la intenci¨®n de suscitar discordias. Ahora es verdad que el hecho de que todav¨ªa vivan protagonistas de aquellos acontecimientos, ciertamente puede causar conturbaci¨®n, sobre todo all¨ª donde la confrontaci¨®n fue m¨¢s violenta. A m¨ª me ha tocado como obispo visitar zonas en que hubo mucha tragedia y, desgraciadamente, las huellas no se han borrado del todo. Cada persona es un mundo".
?ngel Gonz¨¢lez hablaba de la madre como transmisora del humanismo religioso. Hay una teolog¨ªa feminista que defiende la idea de un Dios que es madre, un Dios femenino, frente a la tradicional imagen del sumo patriarca. Seg¨²n las encuestas, un 90% de los espa?oles declara sentirse cat¨®lico, pero hay un dato que parece incuestionable. El 90% de los fieles que acuden a las iglesias son mujeres.
Monse?or est¨¢ alerta, despu¨¦s de ese pr¨®logo. Espera la pregunta. ?No es irracional que la Iglesia cat¨®lica siga negando el sacerdocio a las mujeres, cuando precisamente son su principal sost¨¦n? "Acerca de los rasgos con que describimos a Dios, en la Biblia, Dios mismo es el que recurre a, una comparaci¨®n. 'Podr¨¢ una madre olvidarse de sus hijos, pero yo no me olvidar¨¦ de ti'. Est¨¢ comparando su misericordia, su manera de actuar con el hombre, con el coraz¨®n de una madre. Pero proyectar sobre Dios las diferencias sexuales es un poco absurdo... Dios es la plenitud del ser".
Monse?or hace ahora un alto. ?ngel, el poeta, es un corsario negro, un gaitero libertario. Un hombre solo. Pero los tres sabemos que El¨ªas Yanes no s¨®lo habla por ¨¦l. Mide sus palabras en cuartillos, como un labrador el grano.
"En relaci¨®n con el sacerdocio femenino, lo que ha dicho el Papa es que la Iglesia no se siente competente para cambiar la norma que ella ha recibido de Jesucristo y de los ap¨®stoles y a la que ha sido fiel durante 2.000 a?os. Para la Iglesia el sacerdocio es un sacramento y la cuesti¨®n de llamar s¨®lo a los varones al ministerio apost¨®lico pertenece a la sustancia de ese sacramento, que la Iglesia no puede cambiar. No puede, no est¨¢ en sus manos, no tiene potestad para alterar esa norma. Eso no significa desconocer las cualidades de la mujer ni voluntad de marginarla. Pero no se trata de un derecho sino de una vocaci¨®n, no se trata de un honor sino de un servicio, no se trata de una profesi¨®n que est¨¦ a disposici¨®n de la Iglesia. Es algo previo a la Iglesia, de lo que ella no puede disponer a su antojo".
"Usted sabe, don El¨ªas", interrumpe ?ngel Gonz¨¢lez con amable iron¨ªa, "que la Iglesia lo puede cambiar todo".
"Bueno", responde monse?or, la Iglesia puede cambiar muchas cosas, pero no todo".
Es la primera vez que r¨ªen juntos. Lo volver¨¢n a hacer cuando les pregunte su opini¨®n sobre las corridas de toros y el presidente de los obispos espa?oles cuente que en el concilio de Trento, y entre te¨®logos del siglo XVI, se plante¨® el problema moral del sacrificio de los toros. "Despu¨¦s de muchas discusiones, llegaron a la conclusi¨®n de que si el torero era espa?ol, la corrida es l¨ªcita moralmente; si no era espa?ol, era pecado". "Tengo una relaci¨®n muy ambig¨²a con las corridas de toros", dice Angel Gonz¨¢lez, "por una parte me horrorizan y por otra me he aficionado. Me apasiona una buena faena. Pero tal vez la televisi¨®n, que acerca mucho las im¨¢genes, plantea todo lo que hay de horrible en la tortura a un. animal. Me pasa lo mismo con el boxeo. Racionalmente me produce espanto, pero cuando hay un combate, no puedo dejar de mirarlo".
?Fue usted alguna vez a una corrida de toros?, le pregunto a El¨ªas Yanes.
"S¨®lo en una ocasi¨®n", dice monse?or. "Comparto la sensibilidad de ?ngel, con la diferencia de que el boxeo no lo puedo ver. Los toros todav¨ªa puedo verlos, pero el boxeo...".
Creo que ambos agradecieron ese quite taurino. Hab¨ªamos vivido antes uno de los trechos m¨¢s tensos del di¨¢logo. Fue cuando se suscit¨® la cuesti¨®n del aborto. "Yo entiendo que la Iglesia proh¨ªba el aborto a sus fieles y que as¨ª lo predique", dijo Angel Gonz¨¢lez, "pero lo que no entiendo es que pretenda imponer eso al conjunto de la sociedad, trasladarlo a la legislaci¨®n penal, presionando a los Gobiernos. El aborto es asunto muy espinoso y dif¨ªcil, a ninguna mujer le gusta abortar. Por otra parte, su actitud ante la "explosi¨®n demogr¨¢fica" me parece irresponsable. Creo que ese af¨¢n de la Iglesia por imponer su moral a todos es lo que crea mucho recelo y no la hace simp¨¢tica".
"No se trata de caer simp¨¢ticos nadie", dijo entonces monse?or. "Se trata de expresar con rigor las propias convicciones. En la cuesi¨®n del aborto, la Iglesia entiende que no es un asunto estrictamente religioso. Es una cuesti¨®n ¨¦tica en que no hay que apelar a principios religiosos para descubrir que se rata de algo ¨¦ticamente inaceptable. Se trata de dar muerte a un ser humano, aunque era un ser humano en la etapa germinal. Y esta visi¨®n puede ser compartida por creyentes y no creyentes. Cuando a Iglesia lo proclama no s¨®lo lo proclama para los cristianos, sino para cualquier persona de conciencia recta que quiera escuchara. Proclamar una convicci¨®n y razonarla no es imponerla".
"Pero es que luego hay contradicciones", dijo ?ngel Gonz¨¢lez. "Por ejemplo, la actitud de la Iglesia frente a la pena de muerte, que tiene el significado indiscutible de destrucci¨®n de un ser humano, es m¨¢s ambigua que ante el aborto".
"La Iglesia", respondi¨® El¨ªas Yanes, "admite la posibilidad de que en relaci¨®n con la pena de muerte pudieran darse casos en que ¨¦sta pudiera tener justificaci¨®n, cuando la defensa de la sociedad no sea posible de otro modo. Aunque tambi¨¦n afirma el Papa claramente que estos casos son hoy pr¨¢cticamente inexistenes; la sociedad actual tiene otros recursos para defender a sus miembros sin necesidad de recurrir a la pena de muerte; se debe recurrir a otros medios m¨¢s conformes con la dignidad humana".
"En la historia reciente hay actuaciones terribles", dijo el escritor, "como la de la Iglesia argentina, pasiva ante el drama de los miles de desaparecidos".
"No me gusta juzgar casos lejanos que no conozco bien", dijo el obispo, "pero voy a decirle una cosa con claridad. Nuestra obligaci¨®n es defender la vida y la dignidad humana. Si no lo hemos hecho as¨ª, hemos hecho muy mal. Sea quien sea y sea donde sea. Es leg¨ªtima la cr¨ªtica cuando esa defensa no se ha hecho".
El Gobierno prepara una subida en el impuesto de tabacos. El parte meteorol¨®gico anuncia una ola de calor. El poeta del Grupo de los 50, el compa?ero de Carlos Barral, Gil de Biedma y Caballero Bonald, enciende un pitillo. "Para que yo me llame ?ngel Fern¨¢ndez. / Para que mi ser pese sobre el suelo...". Desde sus primeros poemas en ?spero mundo, sus versos son como huellas del paso del tiempo, los tatuajes que la vida deja en la piel. Tiene 70 a?os. Hay personas que, con la edad, vuelven en puntillas hacia el albergue de las creencias religiosas. "Personalmente", dice Angel, "yo no me planteo lo que hay m¨¢s all¨¢ de la vida. Porque yo no creo que haya nada. Las cosas y las personas van desapareciendo en torno a m¨ª y eso me produce dolor Y tristeza. Pero ah¨ª queda todo mi problema del paso del tiempo.
"En la experiencia del hombre", dice El¨ªas, "el tema de la rnuerte tiene la fuerza de que nos obliga a planteamos el sentido de la vida. Qu¨¦ sentido tiene mi vida. Esa es la gran pregunta del ser humano". "Ustedes tienen suerte", dice el poeta sonriendo con tranquilidad. "Pueden llevarlo mejor que nosotros, los sin Dios. Es muy consolador pensar que uno sigue por ah¨ª despu¨¦s de muerto". Monse?or sonr¨ªe. La suya es tambi¨¦n la sonrisa de un hombre tranquilo.
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