La Bel¨¦n
Alg¨²n d¨ªa estudiaremos los efectos del "fen¨®meno Ana Bel¨¦n" en una sociedad que bautiza a sus hijas como anabelenes, pero no hoy. Hoy apetece m¨¢s hablar del fen¨®meno hecho carne y a punto de lanzarse a los caminos con otros tres, que posan en la foto promocional como un coro de voces blancas (aunque nosotros sabemos que no es as¨ª), mientras que ella, Ella, avanza al primer t¨¦rmino y fijense qu¨¦ arte con los brazos: uno en jarras, que suele ser la pose de las falleras mayores y en Ella queda fino, formando con el cuerpo un tri¨¢ngulo casi perfectamente is¨®sceles; el otro... el otro a¨²n revela una geometr¨ªa m¨¢s seductoramente euclidiana, pues primero se pierde en la curva del escote, para reaparecer, un poco serpentino, a la altura de la cadera, y de repente asoma, la mano es la que asoma, y no entera -ella con dos dedos mueve monta?as-, pos¨¢ndose en el negro de la falda. Del hombro izquierdo y los labios que pone mejor no hablar, pues podr¨ªa pensarse entonces que siento por esta artista esta pasi¨®n nada menos que turca.Y mi prop¨®sito es distinto, cr¨¦anme. Cuando pasado ma?ana Ana Bel¨¦n salga en Gij¨®n al escenario de Las Mestas, que debe ser un campo de f¨²tbol, aunque tenga m¨¢s nombre de batalla ganada a los moros, salga, digo, muy bien acompa?ada por Miguel R¨ªos, V¨ªctor Manuel y Serrat, iniciando su Tour 96, ¨¦ste, qu¨¦ descanso, sin medallas, sin maillot amarillo, el p¨²blico espa?ol tendr¨¢ de nuevo la oportunidad de mirarse a s¨ª mismo complacido en el espejo que no le ha fallado en 30 a?os.
A veces se consigue en los pa¨ªses, pero no es f¨¢cil. Que a toda una ciudadan¨ªa le caiga en gracia alguien y pase el tiempo y pase y no se cansen, y crezca la persona agraciada y crezcamos nosotros, haci¨¦ndonos incluso viejos, y siga all¨ª ese ¨¢ngel que nos acompa?¨® en tantas noches de guardia batiendo sus alas de material incandescente al ritmo con el que nuestras manos aplauden. Ana Bel¨¦n act¨²a este verano junto a tres grandes m¨²sicos que al lado de otros. no menos substanciales -Aute, Raimon, Sabina, Llach, y, en sus estilos distinos, Gurruchaga, Martirio, Luz Casal, Ramonc¨ªn- han jalonado con sus canciones la memoria civil, sentimental y hasta bailona de no s¨¦ cu¨¢ntas generaciones. Pero lo suyo es distinto, porque el compuesto m¨¢gico del que ella sale tiene entre otras cosas gotas pol¨ªticas, ung¨¹ento corporal y el pegamento infalible del genio teatral, musical y personal.
No he hecho un sondeo demogr¨¢fico, pero esas ni?as que corren por el mundo llam¨¢ndose Anabel¨¦n Arregui o Anabel¨¦n Zaplana, debieron ser bautizadas en el primer gran momento de popularidad de la actriz-cantante, los a?os setenta. Y hay dos paradojas. Cuando vemos a Ana hoy en las primeras pel¨ªculas de aquella d¨¦cada, su gracia est¨¢ ah¨ª, su talento cinematogr¨¢fico, no siempre bien usado por los directores espa?oles, pero como en una fantas¨ªa cient¨ªfica que ni siquiera H. G. Wells imagin¨®, la encontramos menos guapa que hoy, en unas con cara de pepona delgada, en otras muy marcada por el sello de ¨¦poca, ella que hoy nos parece intemporal.
En el teatro, donde hay un orden de prelaciones basado en la antig¨¹edad milenaria de este arte, se articuliza a las primadonnas como supremo don de rango. La Riaza, la Espert, la Bautista, la Vald¨¦s; las las suelen tener m¨¢s a?os, o m¨¢s historia. La Bel¨¦n ha cantado lo que nosotros luego hemos cantado ¨ªntimamente, pero eso no es patrimonio exclusivo suyo; ha salido en pel¨ªculas que no olvidaremos, pero el cine espa?ol est¨¢ lleno de grandes actores, y en el teatro su inteligencia, su placer de los textos que interpreta es tan grande como su modestia (puede hacer la Ofelia, un papel muy peque?o para una estrella, si cree en ese Hamlet), lo cual la sit¨²a en la altura donde est¨¢n la Moreau o la Redgrave. ?Explica todo eso junto su hechizo nacional? Las artes de la Bel¨¦n son tan embrujadoras que si un d¨ªa concibo yo una hija lo mismo acabo poni¨¦ndole anabel¨¦n.
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