Ben Johnson: "No hubo trampas"
"En los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l corrimos todos dopados"
Ben Johnson es un hombre solitario. Ahora m¨¢s que nunca. A su lado en todo momento, pis¨¢ndole los talones tras esos ojos saltones y bajo su conducta a menudo desafiante, est¨¢n las duras afirmaciones y la continua burla de aquellos que le condenan por haber dado positivo por esteroides en el control antidopaje despu¨¦s de ganar la carrera de 100 metros en un tiempo r¨¦cord de 9,79 segundos en los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l en 1988.. Fue llamado el mayor esc¨¢ndalo de la historia de los Juegos. Le retiraron la medalla de oro y volvi¨® a Canad¨¢ sin su honor.Johnson no tiene remordimientos. Est¨¢ convencido de que todos sus rivales en la final de los 100 metros tambi¨¦n eran consumidores de esteroides. "No hubo trampas... corrimos en igualdad de condiciones y gan¨® el mejor", afirma. Pero la herida sigue abierta.
Vive con su madre, su hermana, su sobrina y su sobrino en Newmarket, cerca de Toronto. Su padre muri¨® en 1990 y, desde entonces, Johnson es el cabeza de familia, responsabilidad que asume con la mayor seriedad. "Intento proteger a mi familia lo mejor que puedo", dice. "En este momento, es lo m¨¢s importante para m¨ª".
El atletismo ya no le interesa "Todo eso forma. ahora parte de mi pasado", afirma. Sobre los Juegos de Atlanta comenta: "Hice cualquier cosa antes que verlos por televisi¨®n". Las cicatrices emocionales son profundas y las relaciones de Johnson con los dem¨¢s est¨¢n llenas de desconfianza. Raras veces sale. "Prefiero ver v¨ªdeos, sobre todo pel¨ªculas de acci¨®n", cuenta. Ha comprado m¨¢s de 1.000 pel¨ªculas en 10 a?os. Apenas tiene amigos -"todos desaparecieron despu¨¦s de Se¨²l"-, y pasa gran parte de su tiempo libre corriendo y levantando pesas en la Universidad de York, s¨®lo para mantenerse en forma.
Todav¨ªa corre los 100 metros, pero solo, contrarreloj, para divertirse. No quiere dar clases de atletismo a j¨®venes por miedo a exponerles al sarcasmo que podr¨ªa crear esa clase de relaci¨®n. "No quiero nada negativo a mi alrededor", afirma. "Quiero rodearme de gente que me quiera". Dej¨® a su novia hace m¨¢s de un a?o y, desde entonces, ha seguido construyendo un muro a su alrededor y alrededor de su familia. "Todo el mundo quiere algo de m¨ª", lamenta. "Como los ladrones, roban y se van. Ya est¨¢ bien. No soy una bestia de circo.".
Johnson ha hablado raras veces con los medios informativos desde los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l. Todo el mundo- lo recuerda: el 26 de septiembre de 1988, despu¨¦s de una prueba de control antidopaje que encontr¨® en su organismo estanozolol, un esteroide anabolizante, Ben Johnson se convirti¨® en la encarnaci¨®n de la desgracia y la verg¨¹enza.
Despu¨¦s de dos a?os de suspensi¨®n, intent¨® regresar en enero de 1991. Pero sin ¨¦xito. El hombre que una vez tuvo el r¨¦cord mundial de los 100 metros ni siquiera fue capaz de clasificarse para la final en los Juegos de Barcelona. La Federaci¨®n, Internacional de Atletismo le prohibi¨® toda competici¨®n despu¨¦s de encontrar una concentraci¨®n alt¨ªsima de testosterona en su orina tras una carrera en Montreal en 1993.
A pesar de todo, Ben Johnson dice que no, se arrepiente. El hombre est¨¢ orgulloso de lo que consigui¨® y de quien ha llegado a ser. A los 34 a?os, es actualmente presidente de una empresa inmobiliaria llamada Mountain Glow Enterprises que se especializa en la construcci¨®n y renovaci¨®n de casas en el ¨¢rea de Toronto. Se pasa los d¨ªas al. tel¨¦fono, a veces hablando con los proveedores, para asegurarse de que el cemento o los electricistas han llegado a tiempo, pero m¨¢s a . menudo con los futuros compradores para discutir los planos de la casa que podr¨ªa construir Mountain Glow. "Superviso a los empleados y me re¨²no con los clientes", explica Johnson. "Ese es mi trabajo".
Johnson dice que no se siente desgraciado. Y para demostrarlo, acaba de terminar de preparar un documental sobre su vida, que trata de su carreta y de su relaci¨®n con el mundo empresarial. Seg¨²n Johnson, todav¨ªa no se ha dirigido a ninguna red de televisi¨®n, pero pronto se dar¨¢n pasos en esa direcci¨®n. "Todav¨ªa me cuesta vivir con normalidad", a?ade. "La gente me habla constantemente de Se¨²l. Dondequiera que vaya, siempre es lo mismo. Y dentro de 50 a?os, seguir¨¢ siendo, igual". Pero lo, entiende, "Esa carrera fascin¨® al mundo. Ahora forma parte de su iconograf¨ªa".
Su historia es sencilla. Benjamin Sinclair Johnson quer¨ªa ser rico y famoso y escogi¨® el atletismo para alcanzar su objetivo. Big Ben, como era conocido en sus d¨ªas de gloria, quer¨ªa ser el hombre m¨¢s r¨¢pido del mundo. Nada menos. Y eso es lo que lleg¨® a ser en 1987, cuando bati¨® el r¨¦cord mundial en de 100 metros con 9,83 segundos en Roma.
Por incre¨ªble que parezca, Johnson no considera Se¨²l como el periodo m¨¢s humillante de su vida, sino m¨¢s bien como el momento en el que se impuso como el corredor m¨¢s r¨¢pido del mundo. "Nadie hab¨ªa corrido nunca la carrera de 100 metros en 9,79 segundos como yo hice en Se¨²l", afirma. Y a?ade. "Nadie. Y, cr¨¦ame, pasaran anos, si no siglos, antes de que eso pueda volver a pasar. Soy el hombre m¨¢s r¨¢pido de la historia". Johnson afirma categ¨®ricamente que todos sus adversarios en la final de los 100 metros tambi¨¦n eran consumidores de esteroides. "No hubo trampas. Corrimos en igualdad de condiciones y gan¨® el mejor. Ellos lo saben. Eso es lo ¨²nico que cuenta", explica. "S¨ª, consum¨ªa esteroides", contin¨²a, " pero tambi¨¦n el resto de los que estaban en la l¨ªnea de salida".
Incluso antes de escuchar el disparo de salida de la final de los 100 metros de Se¨²l, Johnson sab¨ªa que el estanozolol, que permanece en el organismo humano hasta cuatro semanas despu¨¦s de su ingesti¨®n, ser¨ªa detectado en las pruebas de orina que- se hacen despu¨¦s d¨¦ la carrera. "Dos d¨ªas antes de la carrera, supe que dar¨ªa positivo en las pruebas. Pero no pod¨ªa dar marcha atr¨¢s. El mundo esperaba aquella carrera. Aunque ten¨ªa que olvidarme de una medalla, quer¨ªa demostrarme a m¨ª mismo y a los dem¨¢s que era el m¨¢s r¨¢pido".
Seg¨²n Johnson, el primero de ellos es Pierre Cadieux, ex ministro de Deportes de Canad¨¢. Cadicux propuso en 1993 que Johnson regresase a Jamaica, su tierra natal, porque se hab¨ªa convertido en una desgracia para Canad¨¢. "Ese fue con diferencia el comentario m¨¢s desagradable que he o¨ªdo en mi vida", asegura Johnson. "En otras partes del mundo y especialmente en Europa", a?ade, "la gente sabe que los atletas tomas drogas. Lo sabe y lo acepta. No porque le guste en realidad, sino porque es un hecho con el cual convive. En Canad¨¢, preferimos esconder la cabeza debajo del ala y autoconvencernos de que s¨®lo usan esteroides los perdedores. La m¨¢quina humana tiene sus l¨ªmites y el uso de esteroides es necesario para aumentar la capacidad de entrenamiento. Los esteroides no te ayudan a correr m¨¢s deprisa s¨®lo te ayudan a entrenar m¨¢s fuerte. El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional ha quitado importancia al alcance del uso de drogas por motivos de imagen, pero tambi¨¦n porque las pruebas de control antidopaje cuestan una fortuna".
Adem¨¢s de la humillaci¨®n, los acontecimientos de Se¨²l costaron a Johnson una fortuna: calcula que 4.550 millones de pesetas en publicidad y contratos con patrocinadores. Johnson afirma: "Puedo ganarme la vida de otra manera. De todas formas, tengo dinero. El r¨¦cord mundial que consegu¨ª en Roma me hizo pr¨¢cticamente millonario en l987".
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