El obispo y la paz
La adopci¨®n de una actitud de equidistancia constituye un viejo recurso para encarar conflictos cuya naturaleza obliga a tomas de posici¨®n que pudieran resultar inc¨®modas o comprometidas. Es lo que ocurri¨® en estos ¨²ltimos a?os al desencadenarse el genocidio serbio a costa de la poblaci¨®n bosnio-musulmana: todos los esfuerzos oficiales fueron pocos para desviar la atenci¨®n de las matanzas serbias hacia una supuesta situaci¨®n general de caos con responsabilidad m¨²ltiple. La falsa objetividad supuso as¨ª un siniestro aval otorgado desde el exterior a los m¨¢s fuertes, a los asesinos. Entre nosotros, en un escenario muy diferente, la mara?a de los casos GAL, la equidistancia cumple una funci¨®n semejante. Rechaza enfocar el tema desde la exigencia de conocer la responsabilidad de los criminales y el esclarecimiento de los hechos, y desde un aparente distanciamiento centra toda la atenci¨®n sobre las peripecias del procedimiento hasta dejar en la sombra los cr¨ªmenes que le originaron.Al sustituir el an¨¢lisis de un problema por la b¨²squeda de una posici¨®n de equilibrio, de apariencia de imparcialidad entre dos opciones que no tienen por qu¨¦ ser sim¨¦tricas (no lo es la del asesino y la de su v¨ªctima), la actitud equidistante ofrece un terreno privilegiado para el desarrollo de una argumentaci¨®n pol¨ªtica tanto m¨¢s falaz y peligrosa cuanto que se reviste de aparente objetividad. Es lo que ocurre, creemos, con la forma de afrontar el problema vasco por parte del obispo donostiarra Jos¨¦ Mar¨ªa Seti¨¦n (si nos atenemos a sus extensas declaraciones a El Diario Vasco, de 4 de agosto, luego prolongadas en el mismo sentido por las del obispo de Pamplona el pasado viernes en El Escorial). Las intenciones no pueden ser mejores -lograr la paz, la concordia entre las partes enfrentadas-, ni los recursos m¨¢s nobles, los derechos de las personas y de los pueblos. La clave de la desviaci¨®n reside en que Seti¨¦n trata a todos pol¨ªticamente por igual, la violencia concierne a los derechos de la persona sin afectar a la valoraci¨®n pol¨ªtica de ETA y, para que su neutralidad quede reconocida, construye dos bloques, "Espa?a" y "ETA", enfrentados y sim¨¦tricos. Desde su perspectiva salom¨®nica pasa a definir el conflicto como "una mutua deslegitimaci¨®n, independientemente de quien tenga en abstracto la raz¨®n, si Espa?a, que quiere la unidad del Estado espa?ol, o ETA, que quiere la independencia de Euskadi" (subrayado nuestro). Al margen de la grosera simplificaci¨®n que entra?a esa visi¨®n a lo Egin del contencioso bipolar y de Espa?a igual a Estado espa?ol unitario, destaca que el obispo haya olvidado que, al margen de ETA, entre los dos supuestos contendientes ha habido y hay una realidad pol¨ªtica plural, un proceso democr¨¢tico que nada tiene de abstracto y que legitima tanto al Estado espa?ol de las autonom¨ªas como al r¨¦gimen estatutario votado por los vascos. Hay que decir que a lo largo de la entrevista la palabra "democracia" le quema al prelado en la boca. Cuando el periodista le pregunta si en Espa?a hay "d¨¦ficit democr¨¢tico" se escapa arguyendo que "responder a esa pregunta es entrar a decir qui¨¦n tiene raz¨®n". Rehuir el an¨¢lisis se convierte en prueba de imparcialidad y, lo que es peor, en base para proponer soluciones. Hay que introducir, a su juicio, moderaci¨®n en ETA y "flexibilidad" en los "posicionamientos llamados democr¨¢ticos" (sic).
ETA no recibe caricias de lenguaje parecidas por parte de Seti¨¦n. Es m¨¢s, el obispo atribuye a ETA algo que ¨¦l tambi¨¦n apunta: "En la famosa declaraci¨®n de abril del 95", ETA advirti¨® "que hab¨ªa que dejar al pueblo vasco que se manifestara". Sobre qu¨¦ Seti¨¦n no lo dice, si bien cabe intuirlo al mencionar luego "la facultad de autodeterminaci¨®n" y declarar por fin que ¨¦l mismo, como "pastor", debe responder a las demandas. leg¨ªtimas del "pueblo". El derecho a vivir libre de violencia callejera y de atentados, con el funcionamiento regular de las instituciones democr¨¢ticas vascas y en un marco de construcci¨®n nacional bajo el Estatuto, no constituye al parecer para Seti¨¦n el n¨²cleo de esas demandas leg¨ªtimas, aunque los votantes vascos se lo recuerden elecci¨®n tras elecci¨®n. Claro que ¨¦l ya nos ha dicho que no se pronuncia sobre la situaci¨®n democr¨¢tica. Prefiere, como el alma de Garibay, ocupar un lugar intermedio entre el cielo y el infierno, y desde all¨ª hablar de paz sin desarmar la guerra.
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