"La paz nunca llegar¨¢ a Grozni"
S¨®lo queda una v¨ªa para salir de Grozni. Es una larga sucesi¨®n de cr¨¢teres abiertos por las bombas, llenos de porquer¨ªa, barro y un poco de asfalto. La ruta atraviesa un bosque al suroeste de la ciudad hasta alcanzar su destruido centro urbano. No tiene nombre, pero no lo necesita, todos saben por qu¨¦ est¨¢ all¨ª.Es la ¨²ltima ruta hacia la seguridad para miles de refugiados expulsados de sus hogares por la guerra. Tambi¨¦n es el mejor acceso para los rebeldes secesionistas, que ahora casi dominan la capital chechena.
Es una versi¨®n surrealista chechena de la ruta Ho Chi Minh de la guerra de Vietnam, una serpiente entre los ¨¢rboles torcidos, las casas abandonadas y una gran refiner¨ªa de petr¨®leo que lleva tiempo en desuso.
Veh¨ªculos destartalados se abren paso por el barro, con cajas apiladas en el techo y pa?uelos blancos hechos de s¨¢banas rotas por las ventanillas. Al lado, se ve a los guerrilleros independentistas caminando en grupitos o conduciendo camionetas como las que usan los refugiado para huir de la ciudad en llamas.
Parece claro que los rusos est¨¢n a punto de fracasar en su segundo intento de tomar Grozni en dos a?os. Lo que empez¨® como una ofensiva de golpe y retirada para humillar a Bor¨ªs Yeltsin por el incumplimiento de su promesa de paz se ha convertido en casi una conquista. Tras la facilidad con la que han tomado Grozni, las fuerzas chechenas no tienen intenci¨®n de retirarse, sino que quieren aguantar y forzar a los rusos a abandonar su pa¨ªs.
Soldados hambrientos
El comandante Zakayev, un antiguo ministro de Cultura checheno, tiene a un millar de soldados rusos hambrientos sitiados en sus posiciones, a s¨®lo 500 metros de su cuartel general.Seg¨²n Zakayev, las ¨®rdenes de Asl¨¢n Masj¨¢dov, el jefe militar checheno, son las de mantener el cerco, pero sin atacar. "Cuando se entreguen, les utilizaremos", dice Zakayev. Hasta entonces, seguiremos as¨ª". Luego, algo inc¨®modo, a?ade:"Se est¨¢n muriendo de hambre".
El cuartel de Zakayev parece un colegio para delincuentes. Decenas de j¨®venes armados entran y salen continuamente de la base. Juegan con granadas y lanzacohetes, como si fueran bates de b¨¦isbol y raquetas de tenis. Pero siempre hacen lo que les dicen.
A pesar del respeto militar que profesa Zakayev por Alexandr L¨¦bed, secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, asegura que no se f¨ªa de que los rusos respeten una tregua. "Nunca han respetado una promesa o una tregua. Por eso me alegr¨® o¨ªr a L¨¦bed decir que somos valientes y que sus soldados son maltratados. Pero dudo que la soluci¨®n al problema est¨¦ en mis manos".
Ninguno de los residentes que abandonan Grozni alberga esperanzas de que finalice pronto la guerra. "Mira eso", dice Andr¨¦i Usayov, indicando las plumas de petr¨®leo y humo que su ciudad expulsaba hacia el cielo. "He visto todo lo que quiero en Grozni. Nunca llegar¨¢ la paz a un lugar como ¨¦ste".
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