La corralada
El primer Miura fue excelente, el resto no. Tambi¨¦n podr¨ªa decirse de otra manera: los miuras fueron un desastre, el primero no. Ahora bien, se mire como se mire, la corrida de Miura en su conjunto result¨® ser una corralada imposible, intolerable e inverecunda. Ah¨ª queda eso.El comportamiento de los miuras dio lugar a que se produjeran algunas paradojas. As¨ª, Fundi tore¨® al excelente primer toro como si se tratara del tercero y perdi¨® un triunfo que le ven¨ªa a la mano, mientras Domingo Valderrama empez¨® a torear al pregonao tercero como si se tratara del primero y sufri¨® un tremendo volteret¨®n.
La deleznable corrida acab¨® convertida en el circo romano y los toreros no ten¨ªan culpa de nada. Nadie en sus cabales les habr¨ªa podido pedir que pegaran naturales y derechazos a aquella moruchada, a aquel hato asilvestrado, a semejante cuadrilla de cornudos terroristas.
Miura / Fundi, Rodr¨ªguez, Valderrama
Toros de Eduardo Miura, grandes, todos con m¨¢s de 600 kilos, descastados y broncos excepto 1? noble.Fundi: estocada perdiendo la muleta y rueda insistente de peones (petici¨®n minoritaria y vuelta); pinchazo, estocada ca¨ªda -aviso- y dobla el toro (aplausos y saludos). Miguel Rodriguez: dos pinchazos, otro hondo -aviso- y tres descabellos (silencio); estocada corta tendida trasera (silencio). Domingo Valderrama: pinchazo en la paletilla, estocada corta delantera baja -aviso-, dos pinchazos a paso banderillas, pinchazo, bajonazo escandaloso y cuatro descabellos (algunos pitos); tres pinchazos, dos medias estocadas ca¨ªdas, pinchazo -primer aviso-, dos pinchazos -segundo aviso-, media y pinchazo -tercer aviso-; el toro es devuelto al corral (protestas). Plaza de Vista Alegre, 28 de agosto. 9? y ¨²ltima corrida de feria. Cerca del lleno.
Hay un toreo distinto a los naturales y los derechazos, muy apropiado para dominar los toros que no son de carril, pero estos toreros lo desconocen. No solo ellos: todo el escalaf¨®n. Ah¨ª est¨¢n C¨¦sar Rinc¨®n, Enrique Ponce, Rivera Ord¨®?ez, a quienes en esta misma feria les salieron toros dificultosos, y s¨®lo sab¨ªan pegar regates, apretar a correr. Una pasada de las figuras por los miuras asilvestrados ser¨ªa reveladora. Qu¨¦ habr¨ªan hecho si les sueltan esas alima?as es dif¨ªcil de imaginar. Seguramente no m¨¢s que Fundi, Miguel Rodr¨ªguez y Domingo Valderrama, quienes pusieron un pundonor admirable en sus intentos de enjaretar derechazos y naturales, y mataron los miuras seg¨²n Dios les dio a entender.
Domingo Valderrama no entendi¨® la palabra divina, quiz¨¢ porque Dios se la dec¨ªa en lat¨ªn, y no encontraba manera de estoquear al sexto. En realidad el ¨²nico que sab¨ªa all¨ª lat¨ªn era el propio Miura, y cuando montaba Domingo Valderrama la espada ya hab¨ªa dispuesto el medio de desbaratar sus prop¨®sitos toricidas. Simplemente con levantar la cabezota paraba el viaje, compromet¨ªa despu¨¦s al torero en la reuni¨®n, le derrotaba el fondillo al pasar y luego le tiraba una coz. S¨®lo le falt¨® al Miura levantar la pata y mearse en el diminuto diestro.
La refriega dur¨® el tiempo suficiente para que sonaran los tres avisos y el Miura fue devuelto al corral, de donde nunca debi¨® salir. Al marcharse, se pudo advertir que enristraba bajo el brazuelo una humeante metralleta.
Al noble primero, Fundi lo tore¨® afanoso, y no era eso, no era eso. Tuvo oportunidad de templar los derechazos y naturales que conforman las faenas modernas, y en cambio prefiri¨® mostrarle tremendista y bullidor. Al cuarto, en cambio, le aguant¨® valent¨ªsimo los desabridos topetazos. Miguel Rodr¨ªguez estuvo igual de pundonoroso en los malos miuras de su lote. Ambos diestros alternaron en banderillas, dejando a Valderrama de convidado de piedra pues el hombre no posee el don banderillero. Quiso desquitarse Valderrama arrim¨¢ndose al Miura tercero, un chorreao de impresionante arboladura que parec¨ªa venir de a?ejos daguerrotipos, y sali¨® por los aires. Luego hubo de matar y, bajito que es, se le hac¨ªa un mundo salvar el fielato, encontrar morrillo, escapar vivo de aquel infierno.
Soltarles ¨¦stas corraladas infames a los modestos es m¨¢s que una injusticia: es un genocidio.
Babelia
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