Cay¨® la noche negra
Iba tenaz, pl¨²mbea y farragosa la interminable sesi¨®n de derechazos cuando cay¨® la noche.Negra noche en el simp¨¢tico coso de San Sebasti¨¢n de los Reyes, llamado "la tercera", si bien es la segunda porque la carabanchelera que hizo dos pas¨® a mejor vida y a¨²n no ha renacido.
Es la segunda y parece la ¨²ltima en tardes-noches como la de esta novillada ferial, en la que tras los momentos dram¨¢ticos de la grave cogida del banderillero Juan Bautista, el ¨²nico prop¨®sito del p¨²blico era pedir orejas, el de la presidencia concederlas. Y as¨ª hubo cuatro, aunque si no llegan a dar ninguna tampoco habr¨ªa pasado nada.
El toreo se produjo rara vez. Quiere decirse, el toreo de parar-templar-mandar. Pases hubo muchos; probablemente mil. Sin embargo pocos respondieron al canon aquel de parar, templar y mandar.
Sanz / Ortega, Uceda, Flores
Novillos de Sanz Colmenarejo, bien presentados, aunque tres ¨²ltimos sospechosos de pitones; flojos, algunos con genio, manejables en general.Francisco Ortega: tres pinchazos, bajonazo, cuatro descabellos -aviso con tres minutos de retraso- y descabello (silencio); dos pinchazos y estocada; se le perdonaron dos avisos (oreja). Uceda Leal: pinchazo hondo trasero ca¨ªdo, estocada y descabello (vuelta); media, ruedas de peones, estocada trasera y dos descabellos; se le perdon¨® un aviso (oreja). Eduardo Flores: tres pinchazos y estocada corta en la que se hiere una mano (oreja); pinchazo y estocada trasera (oreja); sali¨® a hombros. Enfermer¨ªa: el pe¨®n Juan Antonio Bautista sufre cornada 12 cent¨ªmetros en un muslo, dos trayectorias, que afectan a vasos de la safena, pron¨®stico grave. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Manolete. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 29 de agosto. 5? corrida de feria. Menos de media entrada.
No es que sorprendiera a nadie: si las figuras no paran-templan-mandan, tampoco es cuesti¨®n de ponerse exigentes con los novilleros en esta materia. Pero da pena. La afici¨®n a¨²n conf¨ªa en el milagro; en el advenimiento de un mes¨ªas que provenga del nutrido escalaf¨®n de noveles y les haga a los novillos el toreo verdadero, que se sustancia parando, templando y mandando.
Y lo cierto es que cualquiera de los tres del cartel reun¨ªan condiciones suficientes para hacerlo. Los tres derrocharon pundonor, valent¨ªa tambi¨¦n. Y ya, puestos, podr¨ªan haber aplicado estas singulares virtudes en la ejecuci¨®n del toreo seg¨²n manda Dios y dicta la Tauromaquia. Mas no hab¨ªa manera. Deben ser los malos ejemplos. Se miran en las figuras y ven que el ¨¦xito, la fama, los cortijos, no van por ah¨ª. ?xito, fama y cortijos vienen por el unipase, ejecutado fuera de cacho, sin cargar la suerte ni ligar los pases y resolviendo la vergonzante p¨¦rdida de terrenos con aflamencadas posturas, que equivalen a marcarse una de disimulo.
Y el caso es que en el transcurso de sus afanosas faenas los tres novilleros lograron tandas de buena ligaz¨®n. Francisco Ortega, que pech¨® con toros de casta -deslucido y con genio el primero- sac¨® una muy buena al cuarto, si bien propend¨ªa a explayar el toreo moderno. Parece estar m¨¢s en la escuela de Ponce que en la de su torero t¨ªo Ortega Cano. En fin, all¨¢ cada cual.
Un estimable estilista es Uceda Leal seg¨²n demostr¨® cuajando algunas tandas de redondos largos y armoniosos, especialmente al segundo de la tarde. Eduardo Flores se mostr¨® valent¨®n y bullidor e igualmente consigui¨® momentos de acusada torer¨ªa y eso que no era f¨¢cil dome?ar la casta de sus novillos.
La voluntad de agradar era evidente. Las cuadrillas todas estaban en esta l¨ªnea. Apareci¨® en el tercer novillo Juan Bautista -un mocet¨®n vestido de verde y azabache- y buena parte del p¨²blico le jale¨®: "??nimo, Juanito! ?Vamos a demostrarlo!" Y Juan Bautista, que es de la tierra, correspondi¨® reuniendo un par de banderillas con todas las de la ley. O sea, que cuadr¨® en la cara, se asom¨® al balc¨®n, prendi¨® arriba y en ese preciso instante el toro le alcanz¨® certero el muslo, peg¨¢ndole una tremenda voltereta.
Para entonces a¨²n estaba el sol en lo alto. Al doblar ese mismo novillo, en cambio, ya estaba en lo bajo. Cay¨® en ¨¦l cuarto, la noche que, llegado el quinto, se hizo negra, y unos tenues focos permitieron ver el resto de los derechazos mil en la pura penumbra. Se eternizaban los toreros, la presidencia no mandaba avisos -s¨®lo orejas- y estaba Flores sumido en el fragor derechacista con el sexto cuando alguien avis¨® de que se pasaba el arroz. Pero que si quieres arroz...
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