Wilson hace una Iectura luminosa de una opera de Stein y Thomson
Con motivo del centenario del nacimiento de Virgil Thomson, la Gran ?pera de Houston, el Festival Lincoln Center de Nueva York y el Festival de Edimburgo encargaron a Robert Wilson una nueva producci¨®n de la ¨®pera Cuatro santos en tres actos con texto de Gertrude Stein. La presentaci¨®n europea de este divertido y luminoso montaje de Wilson tuvo lugar el pasado jueves en la capital escocesa.
La escritora de Pensilvania Gertrude Stein (1874-1946) y el compositor de Kansas City Virgil Thomson (1896-1989) colaboraron juntos en dos ¨®peras. La primera de ellas, Cuatro santos en tres actos, compuesta entre 1927 y 1933, se estren¨® en Hartford, Conneticut, en 1934, con un grupo de cantantes-actores negros, viajando poco despu¨¦s a Broadway durante ocho semanas. Ahora se ha presentado en Edimburgo.Wilson, americano en Europa, como, tambi¨¦n lo fueron Stein y Thomson, ha encontrado en esta ¨®pera en cierto modo abstracta y enloquecida, donde el n¨²mero de santos en vez de cuatro son veinte y el de actos cuatro en vez de los tres anunciados en el t¨ªtulo, aunque se representen sin pausa, un terreno ideal para desarrollar sus rituales esc¨¦nicos, lo que ¨¦l curiosamente llama "paisajes".
Ambientada en una ¨¦poca intemporal que nada tiene que ver con Avila y Barcelona, donde suceden las andanzas o m¨¢s bien las situaciones pl¨¢sticas de Santa Teresa, San Ignacio y otros santos espa?oles del XVI, Robert Wilson se ha compenetrado con el enfoque en cierta medida pict¨®rico de libretista y compositor, desplegando una, sinfon¨ªa de cuadros vivos con ayuda de la iluminaci¨®n, el gesto, y la composici¨®n de grupos. Logra as¨ª impulsar una l¨ªnea narrativa de gran originalidad y bastante en consonancia con las intenciones de Stein y Thomson. No olvidemos que Stein quiso en alg¨²n momento de su carrera literaria aplicar las t¨¦cnicas de la pintura abstracta, a su escritura, y que Thomson fue amigo de Picasso y Duchamp en su exilio parisiense.
Es conocida tambi¨¦n la admiraci¨®n que Gertrude Stein sent¨ªa por Espa?a, tanto por la gente y los paisajes como por los santos. De ah¨ª el efecto repetitivo en el texto de frases como "there is a different between Barcelona and ?vila". Virgil Thomson quer¨ªa, sin embargo, que la escritora se retratase en el libreto a ella misma como Santa Teresa, y a James Joyce, al que ella consideraba su gran rival literario, como San Ignacio. Todo ello da idea del buen humor y la alegr¨ªa con que se elabor¨® la obra.
Wilson ha declarado a su vez que Cuatro santos es una meditaci¨®n sobre la alegr¨ªa de vivir haciendo hincapi¨¦ en que se trata de un trabajo sin conclusiones, sin principio ni fin, como una parte de una l¨ªnea continua.
Ovejitas y jirafas
Mirad o as¨ª -y tal vez sea la ¨²nica forma posible de mirarlo- nos encontramos con una resoluci¨®n esc¨¦nica llena de ocurrencias, con ovejitas y jirafas caprichosas que entran y salen del escenario, y con unos santos divertidos que pueden cantar himnos o bailar un fox-trot, dado que est¨¢ escrito en la partitura ecl¨¦ctica de Thomson, Santa Teresa est¨¢ desdoblada en dos, ambas de azul celeste y bien cantadas por Ashley Putnam y Susana Guzm¨¢n, y San Ignacio aparece con un manto ilustrado con grandes abejorros dise?ado con gracia e inventiva por el napolitano Francesco Clemente.Hay irreverencia, desde luego, pero dentro de una l¨ªnea amable. La m¨²sica de Thomson, tan reivindicada por algunos santones como Philip Glassy John Cage, tiene atrevimiento en sus combinaciones pero no desmesura, el texto de Stein adquiere su sentido principal como valor musical, y el desarrollo de Wilson se ajusta m¨¢s a un espect¨¢culo, festivo y lleno de, sorpresas que a un intento anal¨ªtico.
Todo as¨ª funciona a las mil maravillas dentro de esa est¨¦tica tal. vez posmoderna, tal vez avanzada, de usar y tirar, en que uno se divierte con un chiste o abre la boca de admiraci¨®n ante un efecto luminoso, para olvidarlo a continuaci¨®n porque cuando se sale del teatro la vida es otra cosa.
Cant¨® muy bien el bar¨ªtono Sanford Sylvan como San Ignacio, y tuvieron una actuaci¨®n excelente los coros de la Gran ?pera de Houston, suministrando la mayor¨ªa de los solistas vocales, En el foso, la Orquesta Real Nacional Escocesa fue dirigida por el norteamericano Richard Bado con tino y buen pulso, con lo que los valores musicales quedaron a salvo.
Por encima de todo, Cuatro santos en tres actos es un espect¨¢culo divertido y as¨ª lo recibi¨® el p¨²blico de Edimburgo. Robert Wilson hab¨ªa estado a punto de meterse con esta ¨®pera af¨ªnales de los sesenta, en un proyecto para la Fenice de Venecia con Merc¨¦ Cunningham. Cuando conoci¨® a Virgil Thomson a principios de los setenta quedaron en colaborar, juntos en este t¨ªtulo. Este sue?o, largo tiempo aplazado, se ha hecho realidad ahora en Edimburgo.
Para algunos el encuentro en Cuatro santos en tres actos, de Thomson, Stein y Wilson es uno de los espect¨¢culos del a?o y uno de los mejores trabajos de Wilson. Es, desde luego, profundamente americano, pero yo, la verdad, prefiero el Wilson de La flauta m¨¢gica, en La Bastilla de Par¨ªs, o El castillo de Barbazul, en el Festival de Salzburgo, pero no me hagan mucho caso. Probablemente sea la debilidad que tengo por Mozart y Bartok.
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