Carta abierta de Anguita a Aznar
Se?or presidente:El Gobierno que usted preside viene desarrollando, desde que empez¨® a ejercer, un conjunto amplio de medidas en materia presupuestaria y social que usando Maastricht como fundada justificaci¨®n, y tambi¨¦n en ocasiones, como pretexto, van recortando, reduciendo y acabando paulatinamente con una serie de conquistas sociales englobadas en lo que ha venido', en llamarse el Estado de bienestar, aunque dicha denominaci¨®n en el caso de Espa?a, sea notablemente hiperb¨®lica.
En medio de ese despliegue de pol¨ªtica neoliberal, el Gobierno de su presidencia ha tomado dos medidas de extraordinaria gravedad: la no desclasificaci¨®n, como secretos oficiales, de los conocidos documentos del Cesid y la aprobaci¨®n del anteproyecto de Ley Org¨¢nica Reguladora de Secretos Oficiales.
Estas dos decisiones son de aquellas que, yendo m¨¢s all¨¢ del primer y escandaloso impacto, act¨²an como los' virus de las infecciones: a medio y largo plazo y con consecuencias nefastas. En este caso las consecuencias afectan de manera negativa a la libertad, la justicia y la democracia.
Las consecuencias de dichas decisiones ponen en marcha, tambi¨¦n, una concentraci¨®n de reflexiones y de deducciones; desde las m¨¢s inmediatas e instant¨¢neas a las m¨¢s remotas y reposadas; desde las que originan perturbaciones en la opini¨®n p¨²blica hasta las que afectan, muy negativamente, tanto al meollo mismo de los contenidos del Estado social y democr¨¢tico de derecho, como al pacto constitucional.
Se?or Aznar, nos enga?ar¨ªamos si los acuerdos de su Gobierno en las materias anteriormente rese?adas fuesen analizadas o reflexionadas fuera del proceso en la que las mismas se insertan. Un proceso que est¨¢ jalonado, entre otros hechos, por:
-El giro de 180 grados del triunfante PSOE de 1982 con respecto a su programa, sus propuestas, sus declaraciones y sus campa?as electorales.
- La exaltaci¨®n de la ganancia f¨¢cil, del negocio sospechoso y del pelotazo como filosof¨ªa de una supuesta modernidad.
- La creciente concentraci¨®n de la propiedad de medios de comunicaci¨®n, m¨¢s all¨¢ de lo recomendado por las directivas europeas.
- El ataque a las libertades, bien de manera impactante como la ley Corcuera u otras formas de presi¨®n y de recorte del ejercicio de dichas libertades.
- La supeditaci¨®n de nuestro necesario desarrollo del tejido industrial y la aplicaci¨®n de los aspectos m¨¢s avanzados de nuestra Constituci¨®n en materia econ¨®mica y social, a una aplicaci¨®n r¨ªgida, m¨¢s all¨¢ de lo exigido, de esa manifestaci¨®n de neoliberalismo llamada Tratado de la Uni¨®n Europea de Maastricht.
- La serie ininterrumpida de esc¨¢ndalos y corrupciones y la sensaci¨®n generalizada de impunidad de los mismos.
- El espionaje hecho a particulares y al propio jefe de Estado por parte de los servicios del Cesid.
- Y como corolario y amplio resumen, el terrorismo de Estado de los GAL y el uso y abuso para el lucro privado de dinero p¨²blico presupuestado como fondos reservados.
El proceso contin¨²a con las medidas en pol¨ªtica econ¨®mica y social que su Gobierno va desarrollando y se reafirma con las dos que constituyen el objeto central de este escrito. Un proceso en el que aparecen como anticipo de futuro, dos propuestas de incalculable impacto negativo para el desarrollo de la democracia y las libertades: la financiaci¨®n privada de los partidos pol¨ªticos y la reforma electoral hacia un sistema claramente mayoritario.
Se?or Aznar, muchos miles de espa?oles y espa?olas no esperaban de usted un cambio profundo en la orientaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica. Escogida la meta de Maastricht, lo dem¨¢s viene por a?adidura. Sin embargo, esos miles de espa?oles y espa?olas creyeron en la regeneraci¨®n democr¨¢tica que usted y sus compa?eros de partido percutieron sobre la ciudadan¨ªa antes en la campa?a electoral. Por ello, cuando desde el recuerdo de las palabras del se?or Trillo, del se?or ?lvarez Cascos o de usted mismo sobre el Estado de derecho, la obligaci¨®n de colaborar con la justicia y el compromiso de desclasificar los papeles del Cesid, Contemplamos en lo que ha devenido eso, no podemos sino sacar las inmediatas conclusiones:
1. La decisi¨®n de su Gobierno ha asestado un golpe demoledor a la credibilidad de la pol¨ªtica y de los pol¨ªticos y lo lamentable, se?or Aznar, es que paguen justos por pecadores.
2. La justicia y la ley basan su legitimidad y su fuerza no s¨®lo en el origen, sino tambi¨¦n en la universalidad de su aplicaci¨®n sin distinciones de status o de situaciones econ¨®micas, religiosas o pol¨ªticas. Los art¨ªculos 1, apartado 1, y el 14 de nuestra Constituci¨®n, han sido conculcados totalmente. ?Se imagina lo que pensar¨¢n otros delincuentes, presuntos o probados, cuando se les hable del rigor de la ley y de la justicia?
3. Se ha lanzado al pueblo espa?ol un mensaje parecido al letrero colocado en la puerta del infierno de Dante: "Abandonad toda esperanza". Se les ha lanzado el mensaje de que los poderes reales est¨¢n fuera del ¨¢mbito de la ley y de la justicia. Se potencia la resignaci¨®n. Y ello conduce por una pendiente suave a la transformaci¨®n de ciudadanos en s¨²bditos.
4. Las explicaciones dadas por usted, se?or presidente, despu¨¦s de la entrevista con el jefe de Estado en Marivent, y despu¨¦s de encuentros con los se?ores Gonz¨¢lez, Su¨¢rez y el propio Rey introducen elementos de confusi¨®n porque parecen dar a entender que estamos ante una decisi¨®n del Gobierno que, motivada por la "raz¨®n de Estado" est¨¢ avalada por las m¨¢s altas magistraturas. Y eso no ayuda ni al Estado de derecho, ni a la Monarqu¨ªa constitucional, ni a la tranquilidad y sosiego de quienes, en estos momentos, tienen la dif¨ªcil tarea de instruir sumarios,' sopesar razones y decidir seg¨²n la ley y seg¨²n la conciencia, por encima de otras consideraciones.
Se?or Aznar, la historia demuestra hasta la saciedad que la llamada "raz¨®n de Estado" es, casi siempre, una justificaci¨®n para encubrir, proteger o ayudar a delincuentes. La obligaci¨®n de un Gobierno es, en un Estado democr¨¢tico o de derecho, colaborar con la justicia simplemente para que la ejemplaridad refuerce a ese Estado de derecho.
Se?or Aznar, sus decisiones pretenden un punto final, una repetici¨®n del lavado de manos de Poncio Pilatos alegando que son competencias de la justicia pero negando a esa justicia el auxilio debido. Pero, al contrario de lo que usted pretende, esas dos decisiones alumbran m¨¢s luz sobre un problema que es urgente abordar y que hunde sus ra¨ªces en las asignaturas pendientes de la transici¨®n y el 24 de febrero de 1981. Y s¨®lo se puede abordar desde la aplicaci¨®n de los contenidos del Estado social y democr¨¢tico de derecho que nuestra Constituci¨®n contempla: t¨ªtulo a t¨ªtulo, cap¨ªtulo a cap¨ªtulo y art¨ªculo a art¨ªculo.
Y mientras tanto ?qu¨¦ hacer? Por mi parte lo tengo claro:
a) No asumir, no aceptar, no resignarme ante esta situaci¨®n de larvada involuci¨®n democr¨¢tica y de desprecio por los contenidos de nuestra Constituci¨®n. Y en ese sentido me atengo a los conocidos versos de Quevedo: "No he de callar por m¨¢s que con el dedo...
b) Hacer un llamamiento a todos y todas los que creen que la defensa de un orden social justo va pareja como condici¨®n sine qua non con un orden democr¨¢tico. Hacer un llamamiento a la contestaci¨®n y a la movilizaci¨®n intelectual, moral, cultural y social.
c) Y, a t¨ªtulo personal desde luego, atenerme al principio de do ut des a mi corresponsabilidad con el pacto constitucional. La Constituci¨®n es para cumplirla toda. Si el desarrollo de la misma va en el sentido opuesto a su esp¨ªritu y contenidos o simplemente se obvia, por impr¨¢ctico, es que estamos en un terreno distinto al contrato que firmamos y sellamos y que el pueblo espa?ol, desde su soberan¨ªa, ratific¨® el 6 de diciembre de 1978.
, 5 de septiembre de 1996
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Ley Secretos Oficiales
- Declaraciones prensa
- Ministerio de Defensa
- Julio Anguita
- Estado bienestar
- Pol¨ªtica nacional
- Liberalismo pol¨ªtico
- Jurisprudencia
- Presidencia Gobierno
- Violencia callejera
- Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar
- Secretos oficiales
- Orden p¨²blico
- GAL
- Ordenamiento jur¨ªdico
- Terrorismo Estado
- Izquierda Unida
- Des¨®rdenes p¨²blicos
- Legislaci¨®n espa?ola
- Seguridad ciudadana
- Fuerzas armadas
- Pol¨ªtica antiterrorista
- Delitos orden p¨²blico
- Seguridad nacional