La guerra del Golfo no ha terminado
Desde el 28 de febrero de 1991, d¨ªa en que George Bush anunci¨® la " suspensi¨®n de la Operaci¨®n Tormenta del Desierto" contra Irak, la Administraci¨®n estadounidense no ha dejado de reforzar y de legitimar el liderazgo de Sadam Husein en su pa¨ªs e incluso fuera. Es como si su existencia le conviniera, o en todo caso no se opusiera verdaderamente a los intereses norteamericanos en la regi¨®n. No menos de cinco intentos de golpe de Estado han tenido lugar en Irak. Todos ten¨ªan como objetivo la cabeza de Sadam. Hoy sabemos que los cimientos de su poder son fr¨¢giles, sobre todo tras el sangriento episodio de su yerno Husein Jamal Has¨¢n, que se hab¨ªa refugiado en Jordania y volvi¨® a Irak para ser ejecutado el 23 de febrero de 1996 junto con la mayor¨ªa de los miembros de su familia.El candidato republicano a la presidencia de EE UU, Bob Dole, declar¨® el pasado 3 de septiembre que "el ataque norteamericano marca el comienzo de la acci¨®n decisiva de Estados Unidos para poner Fin al poder de Sadam Husein". ?stas son las palabras de un hombre que no ejerce el poder, de un hombre que recuerda que en septiembre de 1973 los servicios secretos estadounidenses no tuvieron ning¨²n escr¨²pulo en asesinar a un presidente elegido democr¨¢ticamente, Salvador Allende. Era la ¨¦poca en que Estados Unidos interven¨ªa para combatir el peligro social-comunista. Hoy el diablo es un ¨¢rabe, un diablo al que se manipula sobre todo en periodo electoral. Esto confirma lo nefasta que es la imagen de los ¨¢rabes en Estados Unidos.
Todos los observadores internacionales coinciden: ni las monarqu¨ªas petroleras del Golfo ni el Pent¨¢gono tienen realmente ganas de ver desaparecer de la escena pol¨ªtica a un adversario del temple de Sadam Husein. Lo mismo se puede decir del coronel Gaddaf¨ª, tambi¨¦n marginado de la escena internacional. Hoy Sadam ofrece al candidato, Clinton una ocasi¨®n inesperada para demostrar su firmeza y su determinaci¨®n. Est¨¢ claro como el agua. Pero la v¨ªctima es siempre la misma, el pueblo iraqu¨ª, sobre el que se puede pasar por alto. No s¨®lo Sadam act¨²a sin preguntarle jam¨¢s su opini¨®n, sino que la gran democracia estadounidense hace lo mismo. Le castiga cuando es doblemente v¨ªctima: condenado por tener al frente a un jefe que no ha elegido; castigado por un embargo inhumano, porque ese jefe ha perdido la guerra. Y todo esto con la bendici¨®n de las Naciones Unidas.
Los pueblos ¨¢rabes no comprenden este encarnizamiento occidental contra Irak. Hoy las incursiones norteamericanas contra objetivos militares iraqu¨ªes suscitan la reprobaci¨®n y la c¨®lera del ciudadano ¨¢rabe, aunque no sea iraqu¨ª ni est¨¦ a favor de Sadam. Los occidentales cierran los ojos a la hora de tratar con las monarqu¨ªas petroleras del Golfo, que no s¨®lo no son democr¨¢ticas, sino que viven seg¨²n leyes y ritos opuestos al esp¨ªritu elemental del derecho. Pero all¨ª tienen intereses, lo que les vuelve ciegos o clementes ante sistemas pol¨ªticos retr¨®grados y anacr¨®nicos.
Esta intervenci¨®n no est¨¢ dirigida a garantizar la felicidad de los kurdos, sean del clan de Masud Barzani o del clan proiraqu¨ª de Jalal Talabani, sino a demostrar que el poder¨ªo de Estados Unidos contin¨²a siendo operacional y dominador. Sobre todo no hay que tocar a Sadam. Los mercados del petr¨®leo, que tras los recientes bombardeos han reaccionado muy positivamente, est¨¢n muy interesados en. que haya un Sadam o un Gaddafi en el poder. Las monarqu¨ªas del petr¨®leo podr¨¢n as¨ª controlar y dominar mejor el mercado mundial del petr¨®leo, y, c¨®mo no, con la ayuda t¨¦cnica y pol¨ªtica de los estadounidenses. La decisi¨®n tomada recientemente por Butros-Gali de aplazar la puesta en pr¨¢ctica de la resoluci¨®n 986 de la ONU, que permitir¨ªa a Irak exportar parte de su petr¨®leo a cambio de alimentos, descarta el peligro de la vuelta del petr¨®leo iraqu¨ª al mercado mundial. Algo que conviene a todo el mundo, salvo a la poblaci¨®n iraqu¨ª. ?Pero qui¨¦n habla en su nombre? ?Qui¨¦n defiende sus intereses? Ni Sadam ni Clinton ni Butros Gali. Y despu¨¦s de esto nos extra?amos de que los j¨®venes de los campamentos de refugiados 0 las zonas de miseria se enrolen en movimientos donde se dejan llevar por ideolog¨ªas dudosas hasta convertirse en kamikazes o en m¨¢rtires.
A fuerza de menospreciar el sentimiento popular ¨¢rabe, a fuerza de ignorarlo, los occidentales terminan por provocar el fanatismo. Saben a ciencia cierta que dirigentes como Sadam o como Gaddafi no han sido elegidos por voto democr¨¢tico. Saben que no representan a los pueblos que dirigen, a menudo con mano de hierro. Y sin embargo, los occidentales los confunden con sus pueblos, que son castigados por las faltas o por los errores de sus l¨ªderes. No es al r¨¦gimen de Bagdad a quien afecta el aplazamiento de la resoluci¨®n 986. Quiz¨¢ le enfade, pero el que paga el pato es el pueblo, reducido a tener que sobrevivir con poca cosa.
La guerra del Golfo no s¨®lo no ha terminado, sino que los estadounidenses har¨¢n lo posible por mantenerla viva, porque se adecua bastante bien a sus intereses. Pero cuando los soldados norteamericanos destinados en Arabia Saud¨ª son v¨ªctimas de un atentado, Estados Unidos se extra?a y no comprende por qu¨¦ la toman con sus militares.Tahar Ben Jelloun es escritor marroqu¨ª.
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