Muerte de un alba?il
Getafe rinde homenaje al sindicalista Pedro Pati?o,asesinado hace 25 a?os cuando repart¨ªa propaganda
Eran las siete de la ma?ana del 13 de septiembre de 1971. En su casa de Getafe, Dolores Sancho, de 26 a?os, miraba desde la cama c¨®mo se vest¨ªa su marido: un pantal¨®n blanco de alba?il, camisa tambi¨¦n blanca, sandalias y jersey marr¨®n. Pedro Pati?o se llamaba. Ten¨ªa 34 a?os, cara de campesino y pelo claro y rizado. Era la imagen de la Espa?a del hambre. ?l hab¨ªa pasado mucha en el pueblo toledano de Puebla de Almoradiel, donde hab¨ªa nacido en 1937. A los 16 a?os se traslad¨® a Getaf¨¦ para trabajar en la construcci¨®n. La pareja, que militaba en el Partido Comunista (PCE) y CC OO, se hab¨ªa conocido en 1966 en Par¨ªs, ten¨ªa dos ni?os peque?os y era feliz. Hab¨ªan vuelto del exilio y las continuas detenciones que sufr¨ªa Pedro no les preocupaban.Aquella ma?ana de hace 25 a?os Pedro no ten¨ªa que ir al tajo. El sindicato, entonces ilegal, hab¨ªa convocado a los trabajadores a la huelga general. Por eso repartir¨ªa octavillas informativas en las obras del barrio de Zarzaquemada, en Legan¨¦s. El matrimonio no se despidi¨® de forma especial. En un rato volver¨ªan a encontrarse. Fue la ¨²ltima vez que Dolores lo vio con vida.
Poco antes de las nueve de la ma?ana, Pati?o y sus tres compa?eros se encontraban en la carretera de Villaverde a Legan¨¦s, donde estaba la ¨²ltima obra que visitaron. Tomaron un camino a la izquierda. A los pocos metros una furgoneta de la Guardia Civil ocupada por cuatro agentes armados se situ¨® junto a ellos. Los obreros se pararon de imnediato al escuchar el cerrojo de los mosquetones. No hizo falta siquiera que les dieran el alto. Ser¨ªan detenidos como tantas otras veces. Los guardias les rodearon. Despu¨¦s, el absurdo.
Nadie hab¨ªa hecho ni dicho cosa alguna. Un proyectil entr¨® a la altura del hombro, por la espalda de Pedro. El alba?il cay¨® al suelo. Los folletos que reivindicaban las 400 pesetas diarias de salario y las 40 horas de jornada laboral semanales quedaron esparcidos alrededor. Uno de los sindicalistas -m¨¢s tarde se supo- interpel¨® al guardia que hab¨ªa disparado: "?Pero qu¨¦ ha hecho usted, hombre!". El agente respondi¨® "con palabras que denotaban confusi¨®n y perplejidad".
Dolores se enter¨® de que su marido y los compa?eros "hab¨ªan ca¨ªdo". "Una detenci¨®n", pens¨®. En cuanto pudiera ir¨ªa a verle. Le llevar¨ªa unos bocadillos. A las cuatro de la tarde se fue a trabajar, como siempre, al despacho de abogados de la madrile?a calle de la Cruz. Era secretaria de una joven abogada, Manuela Carmena. Mientras ¨¦sta le dictaba una carta, son¨® el tel¨¦fono. Al otro lado estaba Nicol¨¢s Sartorius. Hab¨ªa le¨ªdo en Informaciones que Pedro Pati?o hab¨ªa muerto. Carmena se qued¨® p¨¢lida."A partir de este momento mi vida fue la hecatombe", recuerda Dolores, que ahora tiene 51 a?os, est¨¢ a punto de ser abuela y trabaja desde 1980 como funcionaria del Ministerio de Justicia, tras licenciarse en Derecho por la UNED. "Me llevaron al hospital G¨®mez Ulla para reconocer el cad¨¢ver. Entr¨¦ en la morgue. El cuerpo estaba cubierto por una s¨¢bana. Ten¨ªa la esperanza de que no fuera ¨¦l. Le destap¨¦. S¨®lo llevaba puestos los pantalones. Todav¨ªa ten¨ªa los ojos abiertos. En su pecho no hab¨ªa ning¨²n rastro de sangre. Supe que le hab¨ªan disparado por la espalda".
Los tres obreros que estaban con Pati?o hab¨ªan sido incomunicados. Los peri¨®dicos se plegaron, por imposici¨®n de la censura, a la versi¨®n oficial, seg¨²n la cual "Pati?o agredi¨® a los agentes y a uno de ellos se le dispar¨® el arma". El diario Pueblo ni siquiera daba la noticia.
A los pocos d¨ªas, Dolores, como ¨²nico regalo del destino, pudo leer en el atestado de la Guardia Civil todo lo que ocurri¨®, incluido el nombre del guardia que realiz¨® el disparo. "Nunca supieron c¨®mo nos hicimos con la informaci¨®n. Ahora puedo contarlo. Mi abogado, Jaime Miralles, solicit¨® que nos entregaran el cad¨¢ver para hacerle una autopsia y enterrarlo. Fuimos una tarde al Gobierno Militar. Nos hicieron esperar en una sala. El soldado que estaba de guardia sali¨® para dar cuenta de nuestra presencia. Miralles se acerc¨®. No daba cr¨¦dito a lo que ve¨ªa: encima estaba el atestado. El PCE inund¨® Madrid con las fotocopias. Miralles fue encarcelado semanas m¨¢s tarde". El 15 de septiembre le comunicaron que el cad¨¢ver estaba al cementerio y ven¨ªan a buscarla para enterrarlo cuanto antes. Dolores se escap¨® y fue a casa de Miralles. Quer¨ªa una autopsia. Decenas de personas se hab¨ªan convocado frente al cementerio. El abogado lleg¨® all¨ª y exigi¨® la entrega del cad¨¢ver. No fue escuchado. Cerraron las puertas y el ata¨²d fue introducido en un nicho.
"No hubo ning¨²n juicio. La autopsia que realiz¨® el Gobierno apuntaba como causa de la muerte 'hemorragia aguda-choque hipovol¨¦mico. A pesar de saber qui¨¦n era el guardia que dispar¨® no intent¨¦ nada contra ¨¦l. Pero si no ten¨ªa control de la situaci¨®n no deber¨ªan haberle dado un arma. Me hubiera consolado que le hubieran condenado como se merec¨ªa. Removerlo ahora no nos compensar¨ªa ni a m¨ª ni a mis hijos", concluye.
El pasado viernes, el alcalde de Getaf¨¦, Pedro Castro, dirigentes de CC OO, familiares y amigos de Pedro Pati?o bautizaron un centro de formaci¨®n profesional. Al acto asisti¨® Julio Rodr¨ªguez, un hombre que presenci¨® cuando ten¨ªa 10 a?os los incidentes en el cementerio. Y lo cont¨® as¨ª: "Los guardias prepararon los fusiles. El corneta toc¨® la segunda se?al y todos sus fusiles apuntaron hacia la gente. Entonces entre gritos e insultos todos empezaron a correr perseguidos por los guardias civiles. Afortunadamente no hubo tiros. Pensaba que iba a un entierro normal. Y no vi enterrar a la persona que se hab¨ªa muerto. Y as¨ª acab¨® todo: la plaza desierta, las flores pisoteadas".
Este reportaje ha sido elaborado con la colaboraci¨®n de
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