El navarro y los suyos, el Carro de la Alegr¨ªa
El entrenamiento del Banesto se convirti¨® en un festejo ambulante
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"?Qu¨¦, para Indur¨¢in no hay tigret¨®n?". El empleado de Bimbo, una caja vac¨ªa en la mano, se vuelve, rodeado de corredores del Banesto d¨¢ndole a los pastelillos, y responde: "No, Indur¨¢in no ha querido". Era la una de la tarde. en la entrada del pueblo madrile?o de Navas del Rey. Los corredores del Banesto se hab¨ªan parado al cuarto de hora de comenzar su entrenamiento del d¨ªa de descanso. Los coches, al verlos, se paran tambi¨¦n a su alrededor y empiezan a bajar curiosos cazaaut¨®grafos. "Miguel", le dice uno especialmente pesado. "Miguel", repite, "no quiero ser un pesado, pero enti¨¦ndelo, es una vez en la vida la oportunidad de estar a tu lado, tienes que firmarme un aut¨®grafo". Mientras se lo firma, Ramontxu Arrieta divisa una furgoneta de reparto de Bimbo. "Eh, trae unos pastelillos para ac¨¢", le grita al remol¨®n conductor. La petici¨®n se hace coro y el empleado termina bajando con una caja surtida: tigretones, tronkitos...El primer avituallamiento del grupo de nueve ciclistas, la v¨ªspera de la decisiva contrarreloj, ya anunci¨® que aquello iba a ser un festejo. El gasolinero de al lado les ofrec¨ªa gasolina para las bicis, el del Canal Isabel II, que tambi¨¦n se hab¨ªa parado, agua a chorro, y el empleado de Telef¨®nica, lo que quisieran. Siempre a cambio de un aut¨®grafo. Sin embargo, el buen humor del grupo se hab¨ªa disparado ya bastante antes y no alcanzar¨ªa su punto l¨ªmite hasta un par de horas despu¨¦s. Fue como el antiguo Carro de la Alegr¨ªa, pero ahora en bicicleta y con Indur¨¢in al frente. Una caravana de coches detr¨¢s, los conductores felices a pesar de tener que ir a 40.
En el AVE que les llev¨® de C¨®rdoba a Madrid -Indur¨¢in hab¨ªa recibido una medalla de la alcald¨ªa de C¨®rdoba-, todos los ciclistas se lo pasaron pipa, a pesar del madrug¨®n, viendo Babe, el cerdito valiente. "Quer¨ªamos que el viaje no hubiera terminado tan pronto", dec¨ªa Casero, temiendo el entrenamiento: unos 85 kil¨®metros incluyendo el duro trazado de la contrarreloj.A mitad del recorrido de la crono est¨¢ El Barraco. Las fiestas del Cristo deber¨ªan haber terminado el domingo, pero las han alargado hasta hoy por el paso de la Vuelta. All¨ª, en la carretera, tienen un bar -El Pescador- los padres de Jos¨¦ Mar¨ªa Jim¨¦nez, el ciclista del Banesto. Mientras en el interior, Eusebio Unzue y un par de auxiliares -se han adelantado a los ciclistas en el autob¨²s- se pegan un fest¨ªn a base de esp¨¢rragos dos salsas, chorizo casero, queso y lomo de olla regado con tinto de las vi?as del propio Jim¨¦nez, en la puerta, las pe?as del pueblo han montado su festival. Por la carretera pasa una verdadera Vuelta. Todos los equipos han elegido la ruta para entrenarse, y una charanguita -dulzaina, tambor y tamboril- rompe a tocar cada vez que pasa un grupo. Los que le est¨¢n dando a la Mahou dentro del bar salen a la puerta cada vez que se incrementa el jolgorio. Todos, nerviosos, esperan la llegada del Banesto, que se hace esperar. Temen que pase de largo, pero no. Segundo avituallamiento.
Llegados a la puerta, los nueve ciclistas ompa?ero -Jim¨¦nez el primero, llevando de la mano a Indur¨¢in- se bajan de la bicicleta y se meten, seguidos de medio pueblo y la inevitable charanguita en el peque?o local. Amontonan las bicicletas a un lado y no se cortan, m¨¢s bien disfrutan como enanos, cuando los padres de Jim¨¦nez les obligan a meterse detr¨¢s de la barra. Fotos y agobio, pero no pasa nada, de eso se trataba. La Vuelta de Indur¨¢in ya ha encontrado su verdadera realidad. Pase lo que pase, es la Vuelta de la alegr¨ªa. Y hoy continuar¨¢, aunque m¨¢s en serio.
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