La debutante Ingrid Rubio llena de verdad y belleza los vac¨ªos de 'Taxi'
Carlos Saura y Vittorio Storaro envuelven en im¨¢genes de lujo una endeble historia
Sin llegar al desastre de escritura que conten¨ªa Dispara, dispara, Carlos Saura vuelve en Taxi a incurrir en una incomprensible manga ancha, que m¨¢s que a nadie perjudica a ¨¦l mismo, al dar por apto para ser rodado un gui¨®n, escrito por Santiago Tabernero, bien trabado pero sumamente endeble, compuesto con correctos hilvanes, pero lleno de oquedades en la construcci¨®n de sus inconsistentes -en realidad inexistentes- personajes. S¨®lo la debutante Ingrid Rubio, gracias a su enorme fotogenia y a su instinto, introduce verdad y belleza en el suyo, mientras a su alrededor el resto naufraga.
Ocurre en Taxi algo similar, aunque con mayor gravedad, a lo que le sucede a Belleza robada, la ¨²ltima pel¨ªcula de Bernardo Bertolucci, que pas¨® sin pena ni gloria en el Festival de Cannes y que aqu¨ª abri¨® ayer la secci¨®n paralela Zona abierta. Ambas son pel¨ªculas de personajes, de indagaci¨®n dentro de complejas conductas, y ambas -aunque envueltas en im¨¢genes de lujo- no logran construir personaje alguno, ni definir con m¨ªnima precisi¨®n sus conductas, salvo cuando una int¨¦rprete se escapa de la encerrona y -voluntariamente o no, es lo mismo- se lanza a la aventura solitaria de crear por su cuenta y llenar con su talento y su presencia la oquedad sobre la que sobrevuela.Lo que en el filme de Bertolucci es el milagro qu¨ªmico del encuentro entre Liv Tyler, una fascinante novata americana, y Jeremy Irons, cuyo genio hace estallar en un par de escenas a una pantalla herida de artificiosidad, en Taxi es la revelaci¨®n de una muchacha espa?ola hasta ahora arrinconada en papelitos de telonera de culebrones, llamada Ingrid Rubio. Su verdad rompe literalmente, hace a?icos la credibilidad del grupo de seudopersonajes en que la trama la encierra y alcanza por su cuenta zonas de punzante y sorprendente libertad de creaci¨®n. Lo que un int¨¦rprete es capaz de expulsar hacia fuera en un (aqu¨ª, muchos) primer plano sostenido, no es gobernable desde fuera de la interioridad de ese int¨¦rprete. Y as¨ª, pese a la inconsistencia de su cometido, esta asombrosa muchacha (como aquella Liv Tyler) vence y convence, mueve y conmueve, tiene vida y la da.
Le basta mirar a la c¨¢mara (perfecta de encuadre y tempo) admirablemente gobernada por Saura y Storaro para galvanizarla, de modo que a esta aprendiza dotada de un fort¨ªsimo poder de irradiaci¨®n en la mirada y en su ins¨®lita capacidad para graduar, contener y coordinar el gesto con el sentido de lo que busca expresar con ¨¦l, es inevitable echarla de comer aparte en este quiero y puedo intento de dar vida a personajes cad¨¢veres que erosiona de ra¨ªz a Taxi. Ingrid Rubio quiere, puede y por s¨ª sola sostiene el cojo tinglado que dos maestros, uno de la creaci¨®n y otro de la hilaz¨®n de im¨¢genes, se empe?an en hacernos creer sin conseguirlo. Aunque s¨®lo sea por el descubrimiento de esta presencia, Taxi puede y debe llevar mucha gente al cine pues fija la partida de bautismo de un rostro indispensable en el cine espa?ol.Escenas como la del corte de pelo al cero de esta actriz, otras muchas intermedias y la de su bell¨ªsimo encuentro con Carlos Fuentes en la fuente cascada de la plaza madrile?a de Col¨®n se quedan pegadas a la retina y ¨¦stas las guarda como oro puro cinematogr¨¢fico. Muy pocas actrices del cine de hoy aguantar¨ªan un plano corto con la dificultad que conlleva el citado del corte de pelo, atestado de riesgo y materializado con un alarde de refinado ritmo interior, Los ojos de la muchacha transmiten los vaivenes del estado de ¨¢nimo que representa con una intensidad, precisi¨®n y agilidad o soltura m¨¢gicos, envidiables, que luego en el conjunto del filme, adquiere por contraste un lado negativo, pues tal ejercicio de plenitud pone en evidencia la elementalidad de las construcciones de la decena de personajes que la rodean, que al mirarse en el di¨¢fano y electrizante espejo que esta muchacha las opone en los juegos de plano-contraplano, se quedan sin imagen propia.
. De ah¨ª que la tacada de cine espa?ol que vertebra la programaci¨®n de esta edici¨®n del festival dejara ayer un sabor agridulce, ciertamente elevado por la emoci¨®n de asistir al nacimiento de un poderoso, bello, in¨¦dito rostro identificador de nuestro cine que viene.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.