El Valencia saca su vena combativa
El Tenerife, sin definici¨®n, pierde en Mestalla pese a controlar el partido
A falta de f¨²tbol, el Valencia tir¨® de su lado m¨¢s combativo para salvar a un Tenerife que pec¨® de lo de siempre: definici¨®n. Luis tuvo que rescatar a Poyatos para recuperar el esp¨ªritu de superviviente que tan buenos resultados le dio la pasada Liga. S¨®lo as¨ª dot¨® de cierto sentido a su juego e incluso Romario, apareci¨® en un instante para redimirse. Un b¨¢lsamo de moral horas antes de viajar a M¨²nich para superar una eliminatoria que puede ser hist¨®rica.El Valencia, sin embargo, jug¨® a golpe de conga: un golpe aqu¨ª y otro all¨¢. Sin ning¨²n tipo de coherencia, sin nadie que tejiera y destejiera la madeja. Unos atacaban y otros defend¨ªan. Entremedias, el vac¨ªo. Sin medio del campo en definitiva, por mucho que Luis se empecine en cargarle toda esta tarea a Fernando, que no tiene ni el f¨ªsico ni la compa?¨ªa para ello. Lo suyo es la media punta, desde donde garantiza 15 tantos por temporada y otras tantas asistencias .
El defecto del Valencia era virtud en el Tenerife, que s¨ª que tocaba y retocaba, a la espera del instante decisivo para hincarle el diente al partido. Lo hubiera hecho sin duda muy pronto a no ser por la magn¨ªfica forma de dos hombres: Zubizarreta y Engonga.
Porque Heynckes sab¨ªa muy bien lo que quer¨ªa: puesto que el Valencia flaquea en la l¨ªnea media, no hay nada como llenarle esa zona de contrarios r¨¢pidos y habilidosos, con buen gusto por el cuero todos ellos. Claro que para ello sacrific¨® el remate de Kodro, que al final pudo ser decisivo.
Y, sin embargo, pese a carecer de juego, el Valencia lleg¨® franco ante Ojeda. Eran lances aislados, inesperados hasta para el propio hincha de Mestalla, que no se conforma con eso. Eran acciones de Piojo o Moya, r¨¢pidos como tiros pero sin la pausa final de los grandes goleadores. Para eso estaba Romario, pero el brasile?o vivi¨® casi toda la noche sumergido tras la sombra de C¨¦sar G¨®mez.
Como si se tratase de pagar un tributo por volver al equipo, Romario apareci¨® en plan sacrificado: persigui¨® a su perseguidor en m¨¢s de una ocasi¨®n y dio una imagen pat¨¦tica, m¨¢s que nada. No es lo suyo. Nunca lo fue. Y por ah¨ª puede perder esa serenidad ante el gol que s¨®lo tienen los grandes. De hecho no la tuvo ' en la primera parte, cuando se le abri¨® la porter¨ªa a sus pies. Luis quiso formarle un equipo a su medida: tres medias punta para abastecerle (Moya, Karpin y L¨®pez), pero no era el caso. La debilidad del equipo surg¨ªa de m¨¢s abajo: en el ombligo del campo, aunque el p¨²blico entendi¨® que la culpa la ten¨ªan los aleros y as¨ª la tom¨® con Romero y Eskurza.
En este contexto, a Luis le restaba apelar al coraje y qu¨¦ mejor exponente que Poyatos, que apenas se ha estrenado en el campeonato pero que siempre entra al combate. El partido acab¨® por descoserse del todo y nadie hubiera cre¨ªdo que est¨¢bamos ante dos de los mejores equipos de la Liga. De manera que el gol fue tan bronco como se hab¨ªa puesto el partido. Un rechace tras otro rechace que Romero, el jugador condenado por la grada durante la hora previa, convirti¨® con la derecha, su pata de palo.
Despu¨¦s ya, m¨¢s compensado el Valencia, con Fernando de Fernando y en su lugar primitivo Poyatos, Romario pudo cazar un gol y reconciliarse con el maestro, Aragon¨¦s, que acudi¨® a agradecerle el tanto. Fue entonces cuando Heynckes descubri¨® que ten¨ªa el gol en el banquillo -Kodro- y lo sac¨® a pasear para que apretara el partido. Demasiado tarde.
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