Z¨¹lle no desfallece
El suizo contin¨²a en su tarea de sentenciar la Vuelta venciendo en la Demanda
Ni Z¨¹lle desfallece, ni nig¨²n espa?ol gana una etapa, ni Rominger parece acercarse al tercer puesto -aunque s¨ª al reinado de la monta?a- Todos se pusieron a prueba en la subida a la Cruz de la Demanda, tercera llegada en alto de la Vuelta -la m¨¢s dura, junto a la de los Lagos-, y todas las respuestas fueron similares: negativas, encefalograma plano. La rutina que se instala en todas las carreras tiene cosas de ¨¦stas, muy agradecidas por los economistas: las tendencias se consolidan, se hacen ley. Los pronosticadores siempre, aciertan. Sigue siendo la ¨¦poca del ciclismo que no admite sorpresas, y si, ¨¦stas se producen son siempre mala noticia. Por si acaso, Z¨¹lle sigue remachando el clavo de su liderato. El pacto dentro del ONCE -la gran potencia ha dibujado el mapa de sus pertenencias, trazando las nuevas fronteras de la Vuelta: hasta ah¨ª puedes llegar, m¨¢s all¨¢, no tienes visado- es una consecuencia tanto de su fortaleza como de la debilidad de sus rivales. Nadie puede quejarse de que el. zorro cace gallinas aprovechando su superioridad y, su impunidad. La historia natural se ha instalado en el ciclismo y dicta sus normas, aun rompiendo c¨¢nones no escritos, con el valor de la tradici¨®n. La etapa de la Demanda certifico, en este sentido, la muerte de un ciclismo. Y con ¨¦l, la de unos valores que a veces convert¨ªan en secundario el triunfo.
Con la carrera sentenciada, otras cuestiones, m¨¢s cercanas a la glotoner¨ªa, dan sentido t¨¢ctico a las etapas. "Estarnos luchando porque se dice por ah¨ª, que no andamos bien", dijo Santi Blanco, del Banesto, al terminar la etapa. Todo un equipo -toda una temporada pendiente de Indur¨¢in, de sus necesidades en carrera y de la t¨¢ctica que les dictaba como conveniente- se sinti¨® liberado en cierta manera con el abandono del navarro y, a la vez, agobiado por otra responsabilidad: sacar las casta?as del fuego, demostrar su valor individual sin escudarse en el trabajo de equipo. En otras palabras, obligado al rearme moral. La etapa de ayer la plante¨® el Banesto con el libro en la mano. Se trataba de ganar y a 150 metros se qued¨® de lograrlo. Cogi¨® la responsabilidad con Marino y Ramontxu hasta el comienzo del puerto para forzar el ritmo -el ONCE dimiti¨® ayer de ese cometido- y hacer la primera selecci¨®n. Cuando s¨®lo quedaron los fuertes, all¨ª estaba Jim¨¦nez con los habituales: Z¨¹lle, Jalabert Dufaux, Pistore, Rominger, Serrano y Clavero. Si el ONCE hubiera necesitado aumentar su ventaja en la general, el franc¨¦s y el suizo se habr¨ªan ido con facilidad, como hicieron en los Lagos. No ayer. Si Rominger hubiera sentido las piernas para ganar la etapa, tambi¨¦n; tampoco ayer. S¨®lo se movieron los que sintieron la llamada de la aventura en lo m¨¢s duro. Primero Clavero y Serrano tuvieron fe. No pudieron sacar m¨¢s de 20 segundos. Entonces llamaron Jalabert y Z¨¹lle a su fiel Stephens, el cancerbero, que dio un aceler¨®n brutal y acab¨® con los dos. A poco m¨¢s de dos kil¨®metros, de nuevo Clavero, y a los 100 metros, el momento de Jim¨¦nez, que, al contrario de los Lagos, salt¨® en el momento adecuado. La fuerza con la que iba le habr¨ªa permitido, ganar cualquier otro d¨ªa, pero no ayer, d¨ªa que la gran potencia ten¨ªa se?alado entre sus pertenencias. Lleg¨® con 15 segundos el escalador abulense a falta de un kil¨®metro. El triunfo -que ser¨ªa fantasmag¨®rico a causa de la niebla que envolv¨ªa la cumbre riojana- parec¨ªa posible: detr¨¢s pareci¨® que hubo un par¨®n. No, simple cuesti¨®n de espera al momento justo. A 500 metros, otra vez el cancerbero. Stephens puso en bandeja la victoria a Z¨¹lle. A 150 metros, Jim¨¦nez fue absorbido. Era la parte glotona del pacto. "Lo siento por Jim¨¦nez", dijo el suizo, "pero as¨ª es el ciclismo. Yo tambi¨¦n qued¨¦ segundo en la contrarreloj por dos segundos". El ONCE tambi¨¦n vive su rearme moral tras el Tour. Y si el enemigo busca su rearme moral, ni¨¦gaselo. Aunque el ciclismo a la antigua se muera.
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