Puertas al campo
Encargarle la letra del himno de la flamante Comunidad de Madrid al eximio escritor y extravagante ciudadano Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo fue un rasgo de ingenio, una pincelada ir¨®nica de Joaqu¨ªn Leguina, un pol¨ªtico at¨ªpico al que salvaban, que no exculpaban, gestos como ¨¦ste. El profesor Garc¨ªa Calvo en el Serm¨®n del ser y del no ser, una de sus m¨¢s inspiradas y afiladas disertaciones po¨¦ticas, hab¨ªa expresado, r¨ªtmica y rotundamente, su determinaci¨®n de no escribir himnos, ni arengas que convocaran a las masas al tajo, al desfile o a la procesi¨®n; pero esta vez pudieron m¨¢s su veta sofista y su talante ir¨®nico y respondi¨® al desafio con una lucubraci¨®n filos¨®fica y nada epop¨¦yica en la que Madrid se personaliza y medita sobre su parad¨®jico destino. Desde el punto de vista formal, el himno de la Comunidad de Madrid no es un himno propiamente dicho, no est¨¢ dedicado ni a los h¨¦roes ni a los dioses, no es lo suficientemente solemne, no recurre al patriotismo, ni a la religi¨®n, ni al deporte, y se resiste obstinadamente a ser cantado a coro. Es un contrahimno para una Comunidad a contrapelo, la ¨²nica que no se siente aut¨®noma porque se sabe, para bien y para mal, implicada en la mara?a de las nacionalidades hist¨®ricas y ret¨®ricas, enmara?ada en una densa y extensa tela de ara?a que tiembla y se tambalea con cualquier movimiento perif¨¦rico.La capitalidad de la ciudad de Madrid con sus forzosos compromisos e implicaciones con las nacionalidades hist¨®ricas, y a veces hist¨¦ricas, peninsulares e insulares, y su asumida cualidad de ciudad de aluvi¨®n, de metr¨®poli involuntaria, son condicionamientos que han pesado y siguen pesando sobre la ca¨®tica y m¨²ltiple personalidad de una urbe que se ha vuelto irremediablemente paranoica como reflejo de las paranoias ajenas. Una ciudad que, envuelta en un turbi¨®n de acontecimientos nacionales, no ha tenido ni tiempo, ni oportunidad, ni ganas de mirarse m¨¢s all¨¢ del ombligo, de sentirse como parte de una comunidad.
Ser de Madrid ha venido a significar ser de asfalto, de hormig¨®n y de sem¨¢foro, enterrar un remoto pasado rural, borrar de la memoria los nombres de las villas, los pueblos y las aldeas de una provincia que sigue viviendo en un anonimato que s¨®lo se rompe con hitos excepcionales: El Escorial, Aranjuez, Alcal¨¢, Chinch¨®n...
O se es de Madrid o, se es de pueblo, pero este Madrid urbano engloba ya un cintur¨®n de ciudades crecidas en su entorno, cuyos pobladores, emigrados del agro o descendientes de inmigrantes del agro, se sienten tambi¨¦n madrile?os por haber mamado asfalto y hormig¨®n. Pero estos estereotipos se van difuminando con el tiempo, la mejora de la red viaria que facilita los desplazamientos ha establecido, tanto por motivos laborales como festivos, un nutrido flujo de ida y vuelta entre la capital y los pueblos, y ha dado lugar a una especie h¨ªbrida que vive a caballo entre el campo y la ciudad. El Isidro, el paleto, que s¨®lo visitaba la urbe con motivo de fiestas se?aladas o de imprescindibles tr¨¢mites burocr¨¢ticos, est¨¢ en v¨ªas de extinci¨®n, superado por una nueva raza de madrile?os itinerantes que no distinguen entre la provincia y la capital.Para completar el ciclo, sin hacer concesiones a ning¨²n virus nacionalista, ser¨ªa deseable, y recomendable en cualquier aspecto, que los madrile?os capitalinos, enclaustrados detr¨¢s de las imaginarias murallas de la ciudad, se aventurasen m¨¢s all¨¢ de sus fronteras para explorar el rico paisaje de su provincia y Comunidad, que les pilla tan lejos y tan cerca.
Los ecologistas madrile?os y urbanos, nobles defensores de nobil¨ªsimas causas, desde la supervivencia de las ballenas hasta la ¨ªdem de la raza humana, deber¨ªan mirar, por lo menos de vez en cuando, a su alrededor y explorar lo que les queda m¨¢s cerca de su casa, paisajes y figuras en v¨ªas de extinci¨®n, menos ex¨®ticos y fotog¨¦nicos que los abor¨ªgenes amaz¨®nicos, pero igualmente amenazados por el avance demoledor de la civilizaci¨®n (l¨¦ase econom¨ªa de mercado), la que inunda de detritus Valdeming¨®mez, libera dioxinas y aniquila dehesas y vegas, la que explota a los peque?os agricultores y ganaderos en nombre de las grandes superficies y trata de ponerle puertas al campo y luego echarle el candado.
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