Prost¨ªbulos caninos
Eldinero tiene unos circuitos fijos, igual que el gas o el agua. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos no hace otra cosa que fluir por el interior de conductos inmateriales, aunque tan r¨ªgidos -como las ca?er¨ªas de cobre. Muchas veces pienso_ que si fuera capaz de hacer un agujero peque?o en uno de esos tubos, podr¨ªa vivir del goteo que produjera. En cierto modo es lo que hacen los bancos y los supermercados, y ahora el PP, con las tasas polivalentes: perforar el sistema, colocar c¨¢nulas en los orificios resultantes y desviar hacia sus bolsillos el sueldo de uno. Con la cantidad de pasta que circula por Madrid, bastar¨ªa un poro para forrarse. Pero hay que hacerlo y se sirve o no se sirve.Yo, particularmente, tengo un temperamento muy inquieto: siempre estoy inventando herramientas con las que dejar el sistema hecho un colador, pero me faltan medios materiales para llevar las ideas a la pr¨¢ctica. Ahora se me ha ocurrido un negocio que en Madrid y Nueva York ser¨ªa un ¨¦xito seguro, aunque podemos empezar aqu¨ª y, luego m¨¢s adelante, desplazarnos a Am¨¦rica, o bien conceder una franquicia a gente emprendedora de aquel pa¨ªs con conocimientos de ingl¨¦s. Personalmente, soy m¨¢s partidario de las franquicias por las dificultades que conlleva instalarse en lugares cuya legislaci¨®n laboral est¨¢ sin traducir. En cualquier caso, eso habr¨¢ que decidirlo cuando llegue el momento.
El negocio, en pocas palabras, consistir¨ªa en montar un prost¨ªbulo para perros y perras, de manera que estos animales tuvieran donde desahogar sus naturales instintos sexuales sin necesidad de cederles una pierna mientras leemos el peri¨®dico ni preocuparse por los embarazos no deseados. Despu¨¦s de todo, la mayor¨ªa de la gente tiene perros sin pedigr¨ª a los que es pr¨¢cticamente imposible encontrar pareja.
Esto quedar¨ªa autom¨¢ticamente resuelto con un prost¨ªbulo animal, que evitar¨ªa la crueldad de castrarlos, a lo que se ve abocada tanta gente que no encuentra otro modo de darles una satisfacci¨®n. La verdad es que ya he realizado un peque?o estudio de mercado entre quienes pasean a su perro a la misma hora que yo el m¨ªo, y en principio todos estar¨ªan dispuestos a pagar entre 1.000 y 5.000 pesetas por acto ven¨¦reo, o por polvo, para decirlo de una manera coloquial. Todo depender¨ªa del ambiente y de la pareja. Las perversiones, a las que como es sabido son muy dados los caniches y los perros de tama?o peque?o en general, tendr¨ªan naturalmente un suplemento: lo que se sale de la norma siempre se cobra aparte. La idea es genial, eso no lo discute nadie, pero, claro, la iniciativa requerir¨ªa una inversi¨®n. Es cierto que podr¨ªamos empezar en un apartamento peque?o, decorado con motivos caninos y cortinas de color p¨²rpura, aunque para qu¨¦ nos vamos a enga?ar: un apartamento dista mucho de ser el sitio ideal para esta clase de establecimiento revolucionarlo. Lo ideal ser¨ªa una peque?a finca en las afueras, donde los due?os pudieran tomarse una copa mientras sus animales se desahogan. El servicio de bar constituir¨ªa un agujerito m¨¢s en los conductos del sistema: un ingreso suplementario, igual que la m¨¢quina de tabaco o el tel¨¦fono de monedas que no devuelve el cambio. Adem¨¢s, si la finca fuera lo suficientemente grande, se podr¨ªa acotar una zona como cementerio de animales. Esto, que si nos ponemos a pensarlo se trata de una propuesta mucho m¨¢s absurda que la m¨ªa, ha triunfado ya en todo el mundo civilizado. Y es normal, la gente tiene sus sentimientos y los sentimientos, en un sistema liberal, producen dinero contante y sonante. El que no se forra es porque no quiere, o porque no encuentra un socio capitalista, que es lo que me pasa a m¨ª.
Puedo certificar que la mezcla entre cementerio y prost¨ªbulo todav¨ªa no se le ha ocurrido a nadie. Seguro que muchos caniches y perros-ratas, con las perversiones que han aprendido de sus due?os, prefieren hacerlo junto a la tumba de un loro, o de un pastor alem¨¢n. Pero eso cuesta un dinero, o sea, otro agujero en la tuber¨ªa. Un negocio sin riesgos, ya digo, sobre todo con una legislaci¨®n laboral que favorece m¨¢s el parto de perros que el de ni?os. Instinto comercial me sobra, pero me falta liquidez.
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