Blair lleva al congreso laborista brit¨¢nico su revolucl¨®n modernizadora
Los tiempos del entusiasmo sin fisuras han pasado. El ¨²ltimo congreso del Partido Laborista brit¨¢nico antes de las cruciales elecciones generales de mayo de 1997 que se inicia hoy en Blackpool, se presenta repleto de escollos para su l¨ªder, Tony Blair, obligado a llevar la revoluci¨®n modernizadora hasta el final. Temas como el salario m¨ªnimo, el aumento de las pensiones propuesto por la izquierda del partido, y la de saz¨®n provocada por los rumores sobre su pretensi¨®n de romper los lazos con los sindicatos, amenazan con tormentas dentro y fuera del sal¨®n oficial de sesiones.
La inmensa mayor¨ªa de los delegados llega a Blackpool con el prop¨®sito de asentir y aplaudir todas y cada una de las ponencias de la direcci¨®n, la mayor¨ªa reflejo exacto de la posici¨®n del l¨ªder, que ayer recalcaba su intenci¨®n de acabar de una vez por todas con la asociaci¨®n autom¨¢tica entre una pol¨ªtica radical y el aumento de impuestos y la alegr¨ªa en el gasto p¨²blico. "Si ¨¦sto es as¨ª, los tories han sido sumamente radicales", declaraba Blair en una entrevista al dominical The Observer.Lo que Blair se propone es repartir justicia social sin saquear los bolsillos de los ciudadanos, administrando mejor las partidas que van a parar al pozo sin fondo del Estado de Bienestar. Dentro del partido los hay, no obstante, como la veterana B¨¢rbara Castle, que abogan por la idea tradicional de que un partido laborista debe ofrecer, sobre todo, bienestar a los m¨¢s desfavorecidos. Por ejemplo, a los jubilados, para quienes propone un aumento en las pensiones de 1.000 pesetas semanales.
Los representantes sindicales, con la mitad de los votos del congreso en su poder, presionar¨¢n por su parte, para que el partido asuma el salario m¨ªnimo -algo menos de 900 pesetas la hora- fijado en el congreso sindical de hace tres semanas. Es poco probable, sin embargo, que se salgan con la suya.
Salario m¨ªnimo
La doctrina recibida por Blair en sus ¨²ltimas visitas a la sede de la Confederaci¨®n de Empresarios Brit¨¢nicos, la Bolsa de Londres, y en las p¨¢ginas de la influyente revista The Economist no van por ah¨ª. Es m¨¢s, los empresarios brit¨¢nicos temen m¨¢s al salario m¨ªnimo que los euroesc¨¦pticos a la moneda ¨²nica. Un tema ¨¦ste ¨²ltimo, que tampoco tiene claro el partido destinado, seg¨²n todos los indicios, a dirigir los destinos del Reino Unido a partir de la pr¨®xima primavera.La Uni¨®n Monetaria Europea y la moneda ¨²nica son nociones que despiertan parecida inquietud en el cuartel general laborista que en el conservador. De momento, el tono es m¨¢s entusiasta en el caso de los primeros, pero Blair se enfrenta a creciente oposici¨®n al euro en su partido, empezando por el portavoz de Exteriores, Robin Cook, cuyo euroescepticismo es conocido.Ni los triunfos en elecciones parciales, ni las encuestas que mes tras mes arrojan un balance favorable a los laboristas, han librado tampoco al partido de desavenencias internas. La ¨²ltima de las cuales, la protagonizada por dos diputados rebeldes -Jeremy Corbyn y Tony Benn- que mantuvieron hasta el final la decisi¨®n de entrevistarse con Gerry Adams, el l¨ªder del Sinn Fein, partido pol¨ªtico del IRA, en los Comunes, contra la opini¨®n de la direcci¨®n del partido, ha dejado constancia del en¨¦rgico liderazgo de Blair.
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