Pedagog¨ªa
Seis meses del Partido Popular en el poder son tiempo suficiente para evaluar su estilo: ?qu¨¦ clase de gente nos administra ahora? Se nos hab¨ªa prometido nada menos que todo un cambio generacional. Y, efectivamente, la sustituci¨®n del personal socialista por el popular ha supuesto un recambio tanto de paisaje como de paisanaje. El signo externo que m¨¢s destaca es su nuevo uniforme: camisa azul (aunque no mah¨®n, sino azulete o azul¨®n) y corbata amarilla. Pero aunque el h¨¢bito haga al monje, siendo benevolentes cabe esperar que su bagaje incluya algo m¨¢s. Las ¨¦lites dirigentes deben ejercer su magisterio de costumbres, actuando a modo de espejo colectivo en el que se mire (y quiz¨¢ se admire) toda la comunidad, pues s¨®lo as¨ª se confirma el axioma del sabio alem¨¢n que atribuye predominio a la ideolog¨ªa profesada por la clase dominante. Pues bien, ?con qu¨¦ pedagog¨ªa est¨¢ gobernando la clase pol¨ªtica de Aznar?Es cierto que el estilo est¨¦tico del PSOE dejaba mucho que desear, ya que con la excusa del socialdem¨®crata panem et circenses se obtuvo una evidente horterizaci¨®n general. Pero a juzgar por sus primeros pasos, el proyecto del PP parece mucho m¨¢s preocupante, pues en lugar del clasicismo parece imponerse el retorno al clasicismo, que amenaza con restaurar una cierta divisi¨®n cultural. A un lado de la valla, el esnobismo de clase media, disfrazado de gentry brit¨¢nica y barnizado en los campus de Nueva Inglaterra. Y al otro lado, el pueblo casticista, entregado a la zarzuela, el opio medit¨¢tico y el landismo posfranquista (dado el aprecio de la nueva Administraci¨®n por el cine espa?ol de los setenta). Si a esto se a?aden los casos del Teatro Real, el Prado y la Radiotelevisi¨®n p¨²blica (donde destaca como s¨ªmbolo la cirug¨ªa irreparable que ha sufrido Radio 3), obtendremos un ominoso panorama cultural, s¨®lo digno de la se?orita Pepis.
Pero pese a todo, lo peor no es eso, pues mucho m¨¢s grave puede ser la aut¨¦ntica cultura de los populares, fundada en un banquismo rampante. En efecto, la nueva ideolog¨ªa dominante parece la misma cultura del pelotazo de la pasada d¨¦cada, pero elevada no a vicio clandestino ni a mal menor, como en tiempos socialistas, sino a principio rector. En un certero art¨ªculo publicado en estas p¨¢ginas (?Capitalismo popular o bancarizaci¨®n de la econom¨ªa?. del 29 de julio de 1996), Alberto Recarte denunciaba el giro financiero y oligopolista que estaba adoptando el Gobierno, traicionando su programa liberalizador. Pues bien, ¨¦ste parece el sesgo caracter¨ªstico de la nueva clase pol¨ªtica. Lo que viene con el PP no es culto al empresario schumpeteriano y su ingenieria inversor a creadora de riqueza productiva, sino el culto al gestor de patrimonios y su ingenier¨ªa fiscal. Y una buena prueba de esta filosof¨ªa la tenemos en el actual intento gubernamental de hacer pasar por racionalizaciones presupuestarias, necesarias a largo plazo para sanear el gasto p¨²blico, lo que no son m¨¢s que recortes coyunturales, exigidos para converger con Maastricht.
Y es una l¨¢stima, pues de una derecha moderna cabr¨ªa esperar algo m¨¢s. Lo deseable de los populares ser¨ªa su pedagog¨ªa econ¨®mica, que buena falta le hace a la cultura espa?ola. Convendr¨ªa que se extendiera por el conjunto de la poblaci¨®n una nueva ¨¦tica econ¨®mica, m¨¢s calvinista y menos cat¨®lica, pues la cruzada que necesitamos es la creaci¨®n de empleo, dado el fracaso de la revoluci¨®n industrial y, la cr¨®nica escasez de capital instalado. Y para eso se precisan empresarios schumpeterianos una especie que parece brillar por su ausencia entre la nueva ¨¦lite, popular. En Espa?a sobran abogados y economistas de ingresos elevados, pero siguen faltando ingenieros porque est¨¢n muy mal pagados. Pero cabe temerse lo peor, a juzgar por la sordera gubernamental ante el manifiesto de los cient¨ªficos. De modo que regresaremos a donde est¨¢bamos: al que inventen ellos. O que inviertan ellos, que nuestra derecha ya cortar¨¢ el cup¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.