Monique Lange y los otros
Con la levedad de su estilo, mezcla de audacia e inocencia, Monique Lange dej¨® escrito que su vida no fue sino una inmensa deuda hacia los otros, pues ella, por s¨ª sola, jam¨¢s encontr¨® nada: "Nada. Iba a decir los gestos. No, los otros me han ense?ado todo. He aprendido a desaprender, pero nada he encontrado".Y, de ese encaminarse hacia los otros, va a surgir la raz¨®n de su escritura: "Escribo para decir que amo". Libros tan l¨ªmpidos como Les poissons-chats, Les platanes, Rue d'Aboukir, Une dr¨®le de voix, Cannibales en Sicilie, Unepetitefillesous une moustiquaire, Les cabines de bain y Les cahiers d¨¦chir¨¦s son prueba de ese amor, complejo por aut¨¦ntico, surcado de desgarraduras ("?Es el amor una expiaci¨®n?"), aunque tambi¨¦n de reflexiones ir¨®nicas, notas de humor a cielo abierto y un cuidado o un tacto en el decirlo todo que incluso lo m¨¢s s¨®rdido, sin omitirlo nunca, tendr¨¢ su contrapeso repentino de ternura y delicadeza.
En uno de sus relatos autobiogr¨¢ficos, Monique Lange se acuerda de una ni?a, furiosa por el hecho de ser hija ¨²nica: "Hab¨ªa dos testamentos, tres gracias, siete pecados capitales, nueve musas, doce ap¨®stoles y yo permanec¨ªa irremediablemente sola y diferente". Pero esa soledad tiende a adentrarse en los otros y esa diferencia se siente atra¨ªda por lo menos convencional de los otros. De entrada, va a luchar a brazo partido por dejar de ser una muchacha jud¨ªa; quiere darle la espalda al Dios vengativo, sin rostro, que sepult¨® a todos los egipcios en el mar, para enamorarse del Jes¨²s seductor, carnal, que pasea sobre las aguas de un lago. A ?l se parece su primer amor, un opi¨®mano, como su propia madre o su padrastro, que va de fumadero en fumadero sin hallar un instante para entregarse de lleno a esa otra pasi¨®n que se le ofrece.
Monique Lange pudo ya entonces no encontrar salida y, pese a todo, hizo de aquel instante casi inexistente una pasi¨®n sin Fin, una manera de ser esclava de lo casi imposible, una felicidad con intentarlo, con querer dejar de ser hija ¨²nica en provecho de la fraternidad ilimitada.
"Jud¨ªa, pagana y libre", tal como se describe al salir de la adolescencia, Monique Lange lo sigui¨® siendo siempre. Al servicio, voluntario e inexorable, de una verdadera historia de amor. Entereza, generosidad y finura eran propiedades tan suyas que no quiso ni pudo reducirlas a la escritura. Y le bastar¨¢ al lector asomarse a Coto vedado, de Juan Goytisolo, y a Las casetas de ba?o, de Monique Lange, para saber de qu¨¦ se habla.
Ella hablaba de aquella deuda inmensa hacia los dem¨¢s que fue su vida. Los que la conoc¨ªamos y quisimos sabemos que a Monique Lange le cuadraba la observaci¨®n de Val¨¦ry: "Nada m¨¢s original, nada m¨¢s uno mismo que nutrirse de los otros". Y, en justicia estuvo siempre a la altura de lo que el poeta a?ade: "Pero es preciso digerirlos. El le¨®n est¨¢ hecho de cordero asimilado". M¨¢s ardilla que le¨®n, le bastaron otros frutos para decirnos lo que amaba.
Babelia
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