La amenaza del no-desarme
Perm¨ªtanme empezar explicando este t¨ªtulo un tanto complicado. Una de las pocas cosas en las que he cre¨ªdo durante toda mi vida de adulto, sin dudas o modificaciones, es que, a la larga, o nos deshacemos de las armas nucleares, qu¨ªmicas y biol¨®gicas, o ellas se deshar¨¢n de nosotros. En la cuesti¨®n del desarme, no pienso en t¨¦rminos de buenos contra malos, Gobiernos democr¨¢ticos contra dictaduras, capitalistas contra comunistas, etc¨¦tera. En lo relativo a este tema, s¨®lo pienso en la raza humana, con toda su variedad de colores, religiones y culturas.Por tanto, siempre he acogido de buen grado las negociaciones entre sovi¨¦ticos y estadounidenses, por insignificantes que puedan ser los resultados pr¨¢cticos en un momento dado, y siempre he pensado que avanzar hacia el desarme nuclear era m¨¢s importante que cualquier otro problema internacional, incluido el de los derechos humanos, porque para ejercer sus derechos la humanidad tiene primeramente que sobrevivir. La mayor¨ªa de mis amigos y colegas me consideran una especie de mani¨¢tico, y se?alan el hecho de que el "equilibrio de terror" ha evitado la guerra nuclear, a lo largo de los ¨²ltimos treinta, cuarenta o cincuenta a?os, dependiendo del momento en que nuestra conversaci¨®n tuviera lugar. Al parecer, no me tomaban muy en serio cuando dec¨ªa que, en un mundo encrespado, con diez mil bombas y misiles nucleares, bastaba con un solo gobernante megal¨®mano o presidente elegido democr¨¢ticamente, un k¨¢iser Guillermo o un presidente Milosevic, por no hablar de personajes tan alarmantes como Hitler o Mao Zedong, para desencadenar el conflicto fatal.
Por consiguiente, me sent¨ª aliviado, y temporalmente optimista, ante el verdadero avance logrado en estos ¨²ltimos a?os hacia una prohibici¨®n completa de las pruebas nucleares y hacia una prohibici¨®n a escala mundial de las armas qu¨ªmicas. Pero en las ¨²ltimas semanas ambas formas de progreso se han visto seriamente amenazadas, sin que, por lo que yo he podido ver hasta ahora, hayan provocado ninguna reacci¨®n dr¨¢stica por parte de los Gobiernos o de la opini¨®n p¨²blica mundial.
En la primavera de 1996, parec¨ªa que las cinco potencias nucleares concluir¨ªan por fin (las negociaciones) para la prohibici¨®n total de las pruebas. Francia hab¨ªa desafiado con ¨¦xito a la opini¨®n p¨²blica mundial y complet¨® lo, que consideraba una ¨²ltima serie de pruebas necesaria que supuestamente no representar¨ªa ning¨²n peligro para los habitantes de las islas, del Pac¨ªfico, pero que bajo ning¨²n concepto se llevar¨ªa a cabo en la propia Francia. Y China, sin prestar ninguna atenci¨®n a lo que consideraba que era la opini¨®n occidental exclusivamente interesada en s¨ª misma, concluy¨® su programa de pruebas a finales de julio, tras lo cual anunci¨® su leal adhesi¨®n a la prohibici¨®n total. Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia han decidido encomiablemente que no necesitan "igualar" las ¨²ltimas jugadas francesa y china, as¨ª que ahora las cinco potencias nucleares reconocidas est¨¢n dispuestas a poner fin a todas las pruebas.
Pero a finales de julio la India anunci¨® que no pod¨ªa firmar el tratado. Este anuncio no tiene nada de repentino o de incomprensible. La India, una de las primeras naciones que apadrin¨® la prohibici¨®n total de las pruebas, siempre hab¨ªa insistido en que el tratado deb¨ªa incluir cl¨¢usulas claras de desarme para las cinco potencias nucleares existentes. Sin embargo, su negativa a estas alturas es un ejemplo de lo ideal como enemigo de lo posible. Est¨¢ claro que las cinco grandes deber¨¢n proceder a un desarme mutuo y por fases. Pero no se, puede hacer todo a la vez, y el fin oficial de las pruebas deber¨ªa ir inmediatamente seguido de la puesta en pr¨¢ctica de un verdadero desarme nuclear. Desgraciadamente, la postura india amenaza todo progreso hacia esa meta.
Un. problema preocupantemente similar ha surgido en relaci¨®n a la propuesta de prohibir totalmente las armas qu¨ªmicas. Cerca de 160 naciones la han firmado, y el texto ha estado a disposici¨®n del Senado estadounidense desde noviembre de 1993. El Ej¨¦rcito norteamericano lo ha respaldado. De hecho, desde 1985, lleva destruyendo sistem¨¢ticamente el arsenal norteamericano, alegando que las armas son demasiado peligrosas para ser ¨²tiles. El Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado vot¨® a favor del texto en abril, es decir, vot¨® para recomendar la confirmaci¨®n del tratado por parte de todo el Senado.
El entonces l¨ªder de la mayor¨ªa Bob Dole tambi¨¦n estaba a favor del tratado. Pero desde aquella fecha se ha convertido en candidato a la presidencia, obligado a buscar el apoyo del ala derecha neandertaloide del Partido Republicano, y, por consiguiente, ha retirado su apoyo. En respuesta al paso de Dole, el bienintencionado presidente, un antiguo maestro en el arte de salvar las sobras de un, banquete pendenciero, ha accedido a retirarse temporalmente del tratado.
A la vista de estos obst¨¢culos recientes, me parece que hay dos puntos cruciales que deben quedar claros y que requieren medidas. Uno es que los principios y el avance son importantes desde el punto de vista psicol¨®gico. En los diez a?os anteriores a la firma del primer tratado de prohibici¨®n parcial de pruebas (1963), la Uni¨®n Sovi¨¦tica y EE UU se hab¨ªan amenazado mutuamente con "respuestas" nucleares durante las crisis de Hungr¨ªa y Suez en 1956 y la crisis de los misiles cubanos en 1962. Y las autoridades sanitarias de todos los pa¨ªses advirtieron de los peligros de que el estroncio radiactivo contaminara el aire y se introdujera, de forma comprobable, en la cadena alimenticia en muchas partes del mundo.
La primera prohibici¨®n de pruebas concern¨ªa exclusivamente a tres pa¨ªses -EE UU, la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el Reino Unido- y afectaba s¨®lo a las pruebas atmosf¨¦ricas. Pero en la d¨¦cada siguiente, los avances logrados en desarme nuclear hicieron que se ampliara el tratado a Francia y China, y se a?adieron estipulaciones relativas a las-pruebas subterr¨¢neas de envergadura. Nadie se desarm¨® realmente pero se inici¨® una clara tendencia, de modo que incluso hombres superrealistas como Nixon, Reagan y Breznev, y por supuesto Gorbachov, entendieron que era su obligaci¨®n pol¨ªtica avanzar hacia el desarme nuclear.
El segundo punto que hay que entender es que si uno exige un tratado absolutamente infalible (la postura del ala derecha republicana) nunca habr¨¢ ning¨²n tratado (la intenci¨®n del ala derecha republicana). En el caso de las armas nucleares, la fotograf¨ªa a¨¦rea y los instrumentos s¨ªsmicos han permitido desde hace d¨¦cadas detectar cada explosi¨®n nuclear, sobre o bajoterra, antes de que fuera anunciada. Pero el gas enervante sar¨ªn utilizado en Tokio fue fabricado en una peque?a habitaci¨®n. Y con miles de cabezas nucleares almacenadas en una docena de pa¨ªses, algunos de los cuales s¨®lo existen como Estados soberanos desde 1991, hay que reconocer que es probable que se produzcan transportes ocasionales de armas nucleares sin que la vigilancia internacional en tiempos de paz se percate del hecho.
Si se analiza la cuesti¨®n de forma realista, no se trata de elegir entre la anarqu¨ªa nuclear anterior a 1963 y un planeta sin armas nucleares. La elecci¨®n es entre una resignaci¨®n temerosa ante la perspectiva de una posible guerra nuclear, como la que hab¨ªa antes de 1963, y el reconocido como lento avance que, sin embargo, ha sido una tendencia estable desde 1963. En estos momentos, lo m¨¢s inquietante es que en los ¨²ltimos meses los progresos en desarme tanto nuclear como qu¨ªmico se han visto bloqueados, p¨²blicamente, a los m¨¢s altos niveles, y a nadie parece preocuparle esta amenaza del no-desarie.
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