Por fin, una luz
Perm¨ªtame manifestar p¨²blicamente mi agradecimiento al tribunal de la conciencia. Por fin, nos han aportado esa luz necesaria a la duda existencial en la que me he visto sumido todo este tiempo (supongo que lo del hombre de consejo habr¨¢ de explicarse desde esta funci¨®n asesora e incluso espiritual). Tras cuatro instancias "solicitando ser declarado" objetor de conciencia al servicio militar, han clarificado mi estado de conciencia.No obstante, cuando yo envi¨¦ mi primera solicitud no acababa de entender (y as¨ª lo manifest¨¦) que existiese un tribunal que juzgase la conciencia o la forma escrita de articular los motivos de ¨¦sta. Yo siempre cre¨ª que los tribunales juzgaban acciones contrarias a las leyes y no las conciencias de nadie, pero... ?la vida te da sorpresas! Ya lo dec¨ªa la canci¨®n. Por ello, tambi¨¦n en esta primera instancia me declaraba yo objetor, sin reconocer al Tribunal al que me dirig¨ªa. Y me preguntaba en voz alta por qu¨¦ no les preguntaban a los reclutas sus motivos para incorporarse a la mili (me parece que a muchos de ellos les atrae m¨¢s el "anarqu¨ªa y cerveza fr¨ªa" que el "todo por la patria") y si s¨®lo ¨¦ramos los objetores los sospechosos de vagos, aprovechados y antisociales. Todav¨ªa aguardo respuesta.
Antes del segundo escrito pens¨¦ sesudamente y quise exponer ah¨ª claramente mis razones para objetar. Escrib¨ª literalmente: "No deseo colaborar con los Ej¨¦rcitos, que legitiman y agravan la dolorosa situaci¨®n de injusticia en nuestro mundo". Era mi mejor s¨ªntesis, pero s¨®lo buscaron en mi escrito una de las palabras m¨¢gicas (religiosos, ¨¦ticos, humanitarios). Se ve que no la encontraron, y quiz¨¢ tampoco en el colegio les ense?aron a resumir textos. Y si se trata de una simple burocracia, ?por qu¨¦ no crearon un registro en vez de un tribunal? ?Habr¨¢ que sospechar alguna intenci¨®n retorcida en esta elecci¨®n?
Se?ores responsables de mantener esta instituci¨®n viva: por favor, piensen un poco, s¨®lo un poco, y acaben ya de una vez con el sin sentido de la existencia de este tribunal de la conciencia.Alberto G¨®mez Susaeta
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