Debajo de la peluca
Los d¨ªas en que se produjo la detenci¨®n de Santiago Carrillo fueron fueron de los m¨¢s duros de la transici¨®n
Es falsa. Santiago Carrillo y su fiel secretaria durante tantos a?os, Bel¨¦n Pini¨¦s, admiten en privado que la peluca que, con toda pompa, le fue entregada al que fuera m¨¢ximo dirigente del PCE el 1 de octubre de 1996 no es el postizo con el que adornaba su cabeza el d¨ªa en que fue detenido. ?De qui¨¦n es ese postizo que milagrosamente apareci¨® en un archivador de cart¨®n? No importa. Lo que importa es que con ella se ha logrado una imagen m¨¢s, edulcorada y as¨¦ptica, del nuevo estilo de gobernar. Y se ha recuperado un s¨ªmbolo m¨¢s de la transici¨®n.
Aquella caja de cart¨®n ondulado, caja de expedientes, que el ex ministro del Interior Rodolfo Mart¨ªn Villa entreg¨®, solemne, al que fuera secretario general de los comunistas espa?oles, una soleada ma?ana de octubre de 1996, conten¨ªa una peluca, un bigote y una barba postiza. Y una bata. Nada de aquello pertenec¨ªa a Santiago Carrillo. Ni siquiera la peluca. La peluca, en torno a la cual se hab¨ªa montado todo un acto emotivo y sentimental, de "reconciliaci¨®n nacional", tampoco era la famosa peluca que adornaba el cr¨¢neo de Carrillo, cuando agentes de la polic¨ªa ca¨ªan sobre ¨¦l, en un Madrid pr¨¢cticamente tomado por guerrilleros de Cristo Rey y fuerzas del orden, convulsionado por el secuestro de Antonio Mar¨ªa de Oriol y Urquijo.
Ni bata ni barba ni bigote
Lo dijo el propio Santiago. "No lo reconozco, no es m¨ªo". Hablaba de la bata y de la barba y del bigote. Luego, ante sus ¨ªntimos, reconocer¨ªa que la peluca tampoco parec¨ªa la suya. Y, m¨¢s rotunda, Bel¨¦n Pini¨¦s, la que fuera secretaria fiel del viejo dirigente comunista, asegur¨® que ese postizo de largas y onduladas guedejas, m¨¢s propias de una melena de mujer, "no es la peluca que yo compr¨¦". Tambi¨¦n Carrillo ha expresado su escepticismo en cuanto a la autenticidad del postizo. No recuerda la bata ni la barba ni el bigote. Tiene memoria, s¨ª, de un abrigo que nunca apareci¨®. Era un abrigo que llevaba en el momento de su detenci¨®n y que nunca le ha sido restituido.?Por qu¨¦ aparece ahora la peluca? Santiago Carrillo ha confesado a alguno de sus allegados una cierta desaz¨®n provocada por el sentimiento de haber sido utilizado en un acto de imagen o, en el mejor de los casos, en una "desdramatizaci¨®n" m¨¢s de lo que en realidad fue la transici¨®n espa?ola y que ahora, veinte a?os despu¨¦s, aparece limpia como la patena.
En el evang¨¦lico recorrido que Mart¨ªn Villa hizo por aquel periodo, mientras evocaba la detenci¨®n de Santiago Carrillo, olvid¨® que aqu¨¦llos fueron, posiblemente, los meses m¨¢s duros de la democracia. Cuando Mart¨ªn Villa, sonriente y feliz, explicaba los d¨ªas en los que Carrillo primero pase¨® por Madrid, dio luego una rueda de prensa multitudinaria, fue detenido y puesto en libertad despu¨¦s, presentaba una imagen casi ser¨¢fica de la polic¨ªa y pon¨ªa especial ¨¦nfasis en la preocupaci¨®n de su Gobierno en preservar la integridad f¨ªsica del dirigente comunista.
?Cu¨¢l era el color de aquellos d¨ªas? El a?o en que detuvieron a Carrillo, aquel 1976, fue un a?o sangriento. Mart¨ªn Villa siempre ha hablado muy de pasada de los sucesos de Vitoria. Muy de pasada de uno de los hechos m¨¢s dram¨¢ticos de la reciente historia. De aquel 3 de abril en el que la misma polic¨ªa que tratar¨ªa con
guante de seda a Santiago Carrillo, asalt¨® la iglesia de Vitoria donde se celebraba una asamblea de trabajadores. ?rdenes de desalojo, gritos y carreras. Suenan numerosos disparos y cuatro personas caen mortalmente heridas. El saldo final ser¨ªa de cuatro muertos y m¨¢s de un centenar de heridos.
Espa?a entera qued¨® sobrecogida. Pero la escalada de muerte no hab¨ªa terminado. Dos d¨ªas despu¨¦s, otro trabajador mor¨ªa en una manifestaci¨®n en Tarragona. Protestaba por los sucesos de Vitoria. Fueron d¨ªas sangrientos. Ese mismo d¨ªa en Basauri ca¨ªa herida de muerte otra persona al participar en otro acto de protesta.
El reguero de sangre lleg¨® hasta el 18 de abril. Una muerte m¨¢s a manos de la polic¨ªa en la celebraci¨®n del Aberri Eguna. Pero si abril fue un mes de espanto, mayo no lo fue menos, aunque veinte a?os despu¨¦s los hechos hayan quedado cubiertos por el silencio. El enfrentamiento entre los seguidores de Carlos Hugo y Sixto de Borb¨®n se sald¨® en Montejurra con dos muertos y cinco heridos, ante la pasividad de las fuerzas del orden.
Su¨¢rez era ya en septiembre presidente de Gobierno. Y el 28 de ese mes la extrema derecha asesinaba al estudiante Carlos Gonz¨¢lez en la manifestaci¨®n del aniversario de las ejecuciones de 1975. En un panorama en el que los Guerrilleros de Cristo Rey y otros grup¨²sculos de extrema derecha se mov¨ªan a sus anchas por las calles, codo a codo con la polic¨ªa, es en el que se produce la detenci¨®n de Santiago Carrillo.
Los d¨ªas negros
Pero los peores d¨ªas a¨²n estaban por llegar. Santiago Carrillo sali¨® - ya sin peluca- de la c¨¢rcel. Era un 30 de diciembre. En apenas una semana la extrema derecha -amparada por la polic¨ªa sembraba el terror en Madrid. Arturo Ruiz, un estudiante, era asesinado por el ultraderechista argentino Jorge Cesarzski. Al d¨ªa siguiente, un grupo de pistoleros de extrema derecha asaltaba un despacho de abogados laboralistas en la calle de Atocha. Cinco de ellos caen abatidos a tiros. Ese mismo d¨ªa, hab¨ªa sido herida de muerte por la polic¨ªa una adolescente, Mar¨ªa Luz N¨¢jera, que participaba en un acto de protesta por la muerte de Arturo Ruiz. Todav¨ªa entonces, hubo que pactar con Mart¨ªn Villa el entierro de los abogados asesinados.Pero de todo ello no habl¨® Mart¨ªn Villa cuando dibujaba con gruesos trazos rosas el periodo de la detenci¨®n y liberaci¨®n del viejo secretario general de los comunistas. Sin embargo, ¨¦sa es la historia que en el sal¨®n de porcelanas del Ministerio del Interior todos taparon ruborosamente con una peluca que, adem¨¢s, era falsa.
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