Un entrad¨®n
Hubo un entrad¨®n y eso fue lo mejor del festival. El entrad¨®n es lo primero que se busca cuando se trata de allegar recursos para el compa?ero v¨ªctima del infortunio. El objetivo se cumpli¨®: Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza, en cuyo homenaje se celebraba el festejo, va a tener un porqu¨¦ suficiente para despejar su complicada situaci¨®n econ¨®mica. Luego, ya se ver¨¢.A lo mejor resulta que, luego, puede volver a torear. Ojal¨¢. La ciencia consigue milagros. Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza compareci¨® encabezando las cuadrillas, cruz¨® con ellas el redondel y el p¨²blico le dedic¨® una gran ovaci¨®n. Caminaba Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza apoy¨¢ndose en muletas, la pierna lesionada recogida, vendado el pie. Al concluir el pase¨ªllo no sali¨® a saludar. Es hombre modesto y deb¨ªa de encontrarse conmovido por la solidaridad que le estaban demostrando sus compa?eros y la afici¨®n. Ocup¨® una localidad de tendido y Ortega Cano le brind¨® el primer toro.
Seis ganader¨ªas / Seis toreros
Seis reses: 1?. Zalduendo, toro, casta noble. 2?. Las Ramblas, eralote, borrego. 3?. Alcurruc¨¦n, novillo, borrego. 4? Torrestrella, novillo, noble. 5?. Antonio Ord¨®?ez, toro, descastado. 6?. El Torre¨®n, novillo, manso.Ortega Cano: estocada trasera y rueda de peones (oreja). Joselito: estocada ca¨ªda y rueda de peones que tira al novillo (dos orejas con protestas). Jesulin de Ubrique: estocada baja, rueda de peones -aviso- y dobla el novillo (oreja con protestas). Finito de C¨®rdoba: estocada y siete descabellos (aplausos y saludos). Rivera Ord¨®?ez: pinchazo y estocada baja (ovaci¨®n y salida al tercio). Morante de la Puebla: metisaca y estocada baja (dos orejas). Plaza de Las Ventas, 20 de octubre. Festival homenaje a Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza. Cerca del lleno.
Empez¨® el festival y ?arriba los corazones! Los festivales siempre son ocasi¨®n de disfrutar el toreo bueno. Las reses salen afeitadas a discreci¨®n, el p¨²blico es condescendiente y en este clima amable los toreros se sienten muy a gusto. "?Estamos tan a gustito...!", pudo haber cantado Ortega Cano perpetrando gallos, como cuando el d¨ªa de la boda.
Menos mal que no lo hizo. Y, en cambio, tore¨®. Tore¨® por lo cl¨¢sico y por lo inspirado; tore¨® por lo hondo y por lo pinturero; tore¨® por lo ronde?o y por lo sevillano. En fin, que tore¨® como los ¨¢ngeles Ortega Cano. Y le dieron una oreja. A continuaci¨®n vinieron otros sin tanto fundamento y tambi¨¦n les dieron orejas. Y no era lo mismo. El triunfalismo desbocado provoca estas injusticias.
La faena de Ortega Cano, intensa, arm¨®nica y alegre, haciendo honor a un extraordinario torito de encastada nobleza, pon¨ªa en alto las esperanzas que hab¨ªa cifrado en el festival la afici¨®n golosa, degustadora del toreo bueno.
Uno tuvo la oportunidad de ver en los festivales diestros de pasadas ¨¦pocas, ejecutando el magn¨ªfico toreo que les dio fama. Aquellos maestros retirados aprovechaban las favorables circunstancias del festival para revivir su torer¨ªa y explayar su arte. El torero lo es incluso a la vejez; o m¨¢s. Un torero lo es hasta la muerte.
Bueno, eso ocurr¨ªa antes, cuando los toreros llevaban las reglas y el rito del arte metidos en el coraz¨®n. Ahora son otros tiempos, m¨¢s de usar y tirar. ?sta es hora de pegapases. Y, peg¨¢ndolos, muchos ganan fama y billetes; a algunos hasta los llaman maestros. Vivir para ver.
Joselito, f¨¢cil con el capote, instrument¨® unos magn¨ªficos ayudados a dos manos a su eralote y le aplic¨® despu¨¦s una faena superficial de escasa ligaz¨®n. La estocada y la rueda desaforada de peones tumbaron al animalito, que no tuvo opci¨®n a levantarse pues el puntillero le peg¨® el cachetazo pr¨¢cticamente al vuelo, y por este conjunto de m¨¦ritos le dieron a Joselito las dos orejas.
A Jesul¨ªn le echaron un novillejo moribundo e instrument¨® largu¨ªsima faena en la que destacaron los pases de espaldas, los de pecho empalmados y los parones. Finito se emple¨® en derechazos fuera cacho alivi¨¢ndose con el pico y fall¨® el descabello. Un manso que hu¨ªa despavorido no le dio opciones a Rivera Ord¨®?ez, que hubo de perseguirlo por todo el ruedo para conseguir matarlo.
La actuaci¨®n de Morante de la Puebla supuso el feliz reencuentro con el toreo aut¨¦ntcio; con la torer¨ªa que se lleva fundida en el alma. Valiente e inspirado, ci?¨® magn¨ªficas tandas, especialmente por la derecha, de impecable temple y ligaz¨®n.
El toreo en estado puro y bello de Morante de la Puebla y de Ortega Cano elevaron el festival a la categor¨ªa de arte. Pero el resto hab¨ªa valido asimismo la pena: principalmente, la generosidad de los diestros acudiendo en auxilio del compa?ero -Joselito, el organizador, al frente-, la solidaridad del p¨²blico, el ambiente amable, el entrad¨®n. En definitiva, la felicidad de Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza, que bien merecida la tiene.
Babelia
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