Aprender ante el siglo XXI. desaf¨ªos y esperanzas
"Ense?ar a conocer, a hacer, a vivir juntos, a ser" es el hilo conductor del Informe de la Comisi¨®n Internacional sobre la Educaci¨®n para el siglo XXI, presidida por Jacques Delors y que ha patrocinado la Unesco. La versi¨®n en lengua castellana de este Informe Delors (La Educaci¨®n: El tesoro interior) va a ser presentada dentro de muy poco. Esta publicaci¨®n no pod¨ªa ser m¨¢s oportuna en la actual encrucijada.El futuro va a ser bien distinto del pasado y aun del presente, porque estamos en las postrimer¨ªas de un milenio que parece coincidir con los albores de una nueva era de la civilizaci¨®n humana, con todos sus bienes y amenazas.
Nada escapa a esta marea que a todo afecta. As¨ª, por ejemplo, algunas de las grandes conquistas de la civilizaci¨®n industrial, tales como el Estado del bienestar o el pleno empleo, est¨¢n ahora en entredicho en el seno de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados. Sin embargo, el mayor desaf¨ªo se presenta, sin duda, en el coraz¨®n y en las mentes de los hombres ante los muchos cambios de orientaci¨®n en curso. De ah¨ª tambi¨¦n que nuestro empe?o tenga que ser esencialmente normativo y orientado hac¨ªa la acci¨®n. Tenemos que establecer metas comunes desde la convicci¨®n de nuestra responsabilidad com¨²n respecto de las futuras generaciones. El fundamento del nuevo orden debe ser el convencimiento de que las iniciativas e ¨ªnst¨ªtuc¨ªones humanas tan s¨®lo tienen raz¨®n de ser si sirven a los hombres todos. Esencial en tal empe?o es que los valores nazcan como parte de la renovaci¨®n ¨ªnter¨ªor de cada ser humano y nunca impuestos desde la voluntad de unos pocos.
A la vista de todo ello, estamos convencidos de que la educaci¨®n de j¨®venes y mayores en un proceso continuo a lo largo de la vida, as¨ª como el constante acceso a mayor conocimiento, son ingredientes esenciales para potenciar un mayor sentido de responsabilidad y una mayor capacidad de respuesta por parte de los ciudadanos de todos los pa¨ªses m¨¢s o menos desarrollados.
Ante estos desaf¨ªos se plantea ahora, por tanto, no s¨®lo una inmensa tarea educativa social y personal ante el siglo XXI para formular y asumir nuevos conceptos de desarrollo y progreso -a la vez ¨¦ticos, eficaces y viables-, sino tambi¨¦n un gran esfuerzo pol¨ªtico, empresarial y cultural, hasta lograr introducir en cada sociedad modelos de desarrollo econ¨®mico y social sostenibles, adaptados a cada situaci¨®n concreta. Adem¨¢s se necesita una educaci¨®n que contribuya eficazmente a la convivencia democr¨¢tica, a la tolerancia y a un esp¨ªritu de solidaridad y de cooperaci¨®n, tanto m¨¢s ante este nuestro mundo actual, en r¨¢pido y profundo cambio, y dada la creciente interdependencia existente entre los pa¨ªses. La extraordinaria complejidad de los grandes problemas actuales y su globalizaci¨®n o mundializaci¨®n coinciden ahora con una impresi¨®n de incertidumbre cada vez m¨¢s generalizada. Ello es particularmente cierto en el seno de la Uni¨®n Europea, modelo paradigm¨¢tico mundial de cooperaci¨®n supranacional, pese a todos sus grandes desaf¨ªos y limitaciones actuales, cuya comunidad de intereses econ¨®micos, pol¨ªticos y defensivos requiere cuanto antes de unos s¨®lidos cimientos de cohesi¨®n social y cultural, los cuales s¨®lo pueden ser construidos desde un com¨²n denominador educativo.
En todo caso, en esta encrucijada resulta evidente que el sistema educativo y de aprendizaje que se elija en cada pa¨ªs debe depender esencialmente de la sociedad que los conciudadanos deseen para ellos mismos y, sobre todo, para sus descendientes.
Las gentes, y sobre todo los j¨®venes, quieren ser due?as de su propio destino. El futuro y la nueva civilizaci¨®n en ciernes, con sus previsibles profundos cambios de estilo de vida, podemos y debemos tomarlos en nuestras propias manos desde nuestros derechos, empezando por asumir todos nuestros deberes. En ese empe?o necesitamos estar informados, disponer de conocimientos b¨¢sicos interdisciplinarios y del conocimiento m¨¢s avanzado posible en el campo de nuestra respectiva vocaci¨®n y afanes concretos, siempre espoleados por el saber y la cultura universal. El hombre moderno sabe que necesita criterios para poder ejercitar coherentemente los valores que proclama. Para todo ello, para poder ser plenamente hombres y convivir en paz, libertad y progreso en el siglo XXI, necesitamos educaci¨®n, es decir: aprendizaje, formaci¨®n y profesionalizaci¨®n, adem¨¢s de adquirir h¨¢bitos y actitudes positivas. Y para que as¨ª sea, la sociedad en la que vivimos -empezando por la familia, la empresa, los gobiernos, las instituciones culturales, cient¨ªficas y educativas- tiene que estar convencida del necesario esfuerzo colectivo para que, frente a tantos desaf¨ªos, cada cual y todos juntos podamos hacer realidad ese sue?o, esa esperanza, ese derecho y esa oportunidad.
Por todo ello, la tarea es inmensamente dif¨ªcil, tanto m¨¢s que, si bien la educaci¨®n ha coadyuvado de manera indiscutible a las grandes transformaciones sociales, al desarrollo econ¨®mico o al progreso cient¨ªfico y tecnol¨®gico, la educaci¨®n en s¨ª misma, en cambio, nunca ha logrado romper dram¨¢ticamente con sus propios enfoques y pr¨¢cticas del pasado, ni siquiera en el caso de las m¨¢s importantes reformas educativas llevadas a cabo en algunos pa¨ªses con alg¨²n ¨¦xito y, en tales casos, s¨®lo gracias a la necesaria perseverancia a lo largo de d¨¦cadas por encima de vicisitudes pol¨ªticas. De ah¨ª la necesidad de repetir una y otra vez, hasta la saciedad, algunas de las ideas innovadoras sobre las que se ha logrado un cierto consenso a lo largo de los a?os, aunque con muy escasos resultados a¨²n en el sistema educativo, desde la educaci¨®n infantil hasta la educaci¨®n para la tercera edad. As¨ª, por ejemplo: la autonom¨ªa de los centros educativos; la calidad de la ense?anza en todos sus aspectos; la interdisciplinariedad, especialmente en la educaci¨®n avanzada; la utilizaci¨®n plena y apropiada de las nuevas tecnolog¨ªas en el aprendizaje; la formaci¨®n profesional despu¨¦s de cada uno de los niveles educativos como complemento de una s¨®lida educaci¨®n general que forme para la vida, o la educaci¨®n para "aprender a ser, a hacer, a vivir y a convivir" son todas ellas parte de ese largo
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etc¨¦tera de numerosos intentos renovadores, cargados de frecuentes frustraciones para cuantos nos hemos dedicado a estos menesteres en nuestra vida profesional, en particular durante las ¨²ltimas tres d¨¦cadas.
Empe?os de este tipo han sido frecuentes, pero ha faltado perseverancia y continuidad pol¨ªtica. As¨ª se hizo en Espa?a a partir de un primer Libro Blanco en 1969 y, m¨¢s tarde, con uno nuevo, en 1989. En el debate inaugural previo de 1987 y en una publicaci¨®n de, octubre de 1989, ya hice una serie de observaciones cr¨ªticas y constructivas a aquel proyecto. Entonces como ahora, opino que en estos tiempos de r¨¢pidos e inexorables cambios, en vez del empe?o de continuar implantando sucesivas reformas generales, se requiere una capacidad de respuesta cada vez m¨¢s flexible y concreta, apoyada en evaluaciones objetivas, a modo de cambios peri¨®dicos institucionalizados que aseguren una mayor capacidad de gesti¨®n para llevar a buen t¨¦rmino las innovaciones pertinentes.
Afortunadamente, y pese a todo, la educaci¨®n infantil ha ido dejando de ser la "cenicienta" para configurarse progresivamente en la "gran estrella" y en la mayor esperanza de nuestros tiempos, ya que pone las bases para un pleno desarrollo integral posterior de las capacidades de cada persona, en igualdad de oportunidades, incluidos aquellos que tienen necesidad de una atenci¨®n personalizada precoz por razones f¨ªsicas o mentales. Siguen faltando, sin embargo, medios para hacer de todo ello una realidad generalizada.
Uno de los aspectos concretos que, por varios motivos, considero estuvo y sigue estando mal enfocado es el bachillerato, el cual sigue siendo la mayor oportunidad para una formaci¨®n cultural integral en humanidades, ciencias y tecnolog¨ªa. Por ello, adem¨¢s de ofrecer una educaci¨®n sist¨¦mica e interdisciplinaria, tambi¨¦n deber¨ªa revivirse la polivalencia del bachillerato, lo cual se frustr¨®, una y otra vez, por falta de la necesaria cooperaci¨®n empresarial.
Tambi¨¦n me parece imprescindible dar una soluci¨®n viable al paso desde el bachillerato a la Universidad. La supresi¨®n del COU -que se proyect¨® para constituir un sistema preuniversitario de orientaci¨®n y de selectividad supervisado por la Universidad e integrado en la misma- o el mantenimiento de las pruebas masivas de selectividad en' vez de una prueba en relaci¨®n con los estudios que se desea seguir, hecha en las facultades respectivas a las que aspira el candidato, son problemas pendientes de soluci¨®n.
La formaci¨®n profesional sigue siendo el "pariente pobre" del sistema educativo en vez del puente para todos, antes de su incorporaci¨®n al trabajo (incluida la formaci¨®n profesional tras un primer ciclo universitario a¨²n pendiente de implantaci¨®n), partiendo de la idea de que la educaci¨®n es formaci¨®n para la vida y oportunidad para una vida en plenitud, en la que cada cual debe procurar constituirse en creador de riqueza en vez de ponerse simplemente en expectativa o disponibilidad de llegar a ser un empleado. La cooperaci¨®n con las empresas privadas sujestando pendiente y requerir¨ªa poder llegar a la transferencia de responsabilidades del Estado a las empresas, caso por caso o colectivamente.
Por su parte, la ense?anza no reglada, firmemente entrelazada con la ense?anza reglada o sistem¨¢tica, es sin duda una de las mayores prioridades y esperanzas de futuro. Se trata de aprender cada vez m¨¢s por uno mismo, sobre todo ante las posibilidades que ofrecen ya los multimedia actuales, con la ense?anza programada por ordenador, con ¨¦nfasis en las soluciones alternativas de problemas,y con instrumentos tales como Internet, las teleconferencias o la realidad virtual, cada vez m¨¢s extendidos.
Pese a tantas iniciativas, reflexiones y esfuerzos, el desaf¨ªo educativo de nuestro tiempo es inmenso. Estamos ante una nueva civilizaci¨®n en la que el trabajo es el bien m¨¢s preciado en vez de una maldici¨®n divina; en la que las comunicaciones, el ciberespacio, ponen al alcance de todos una informaci¨®n casi inabarcable; en la que todo se globaliza mientras crecen los conflictos con lo m¨¢s pr¨®ximo y local de cada cultura, quiz¨¢ a modo de rebeli¨®n ante lo inexorable y como afirmaci¨®n de ra¨ªces, y en la que casi todo es posible y nada parece ser absolutamente cierto.
Por todo ello, el imperativo de nuestro tiempo es movilizar la voluntad pol¨ªtica para lograr los recursos humanos y materiales necesarios, as¨ª como para poner la sociedad del conocimiento en marcha y hacer del capital humano (personas en las que se ha invertido para que potencien todos los bienes del esp¨ªritu) el principal recurso de todos cuantos dispone el planeta. Estamos empezando a ser una sociedad de la informaci¨®n y nos encaminamos hacia una sociedad del conocimiento en la que el trabajo repetitivo, manual y, en parte, incluso intelectual es sustituido por la inform¨¢tica y la rob¨®tica. La organizaci¨®n social, la producci¨®n, el comercio, las finanzas, la econom¨ªa, las pol¨ªticas laborales, las relaciones interpersonales e internacionales son algunos de los aspectos que empiezan a ser profundamente modificados por esta nueva realidad. En consecuencia, tambi¨¦n la formaci¨®n del futuro ciudadano, trabajador o dirigente, requiere planteamientos radicalmente distintos a los seguidos hasta la fecha.
De ah¨ª esa cada vez m¨¢s extendida inquietud en busca de un nuevo paradigma educativo en v¨ªsperas del siglo XXI. Ese profundo replanteamiento no puede ser acometido por el sistema educativo en su conjunto ni tampoco por niveles o modalidades no- reglamentadas. La transformaci¨®n profunda tiene que producirse esta vez de abajo hacia arriba, desde una reconversi¨®n total de cada uno de los centros educativos; desde un cambio de actitudes y de planteamientos por parte de educadores, y desde el empe?o responsable de cada uno de los discentes o alumnos, es decir, de quienes son los verdaderos "clientes" del proceso de aprendizaje, de acuerdo con el lenguaje y la mentalidad imperantes inspirados en los principios de la econom¨ªa libre o social de mercado.
La sociedad, del siglo XXI seguramente reafirmar¨¢ que aprender es la m¨¢s importante fuente de riqueza y bienestar, de capacidad de competir y de cooperar en paz. En consecuencia, cada instituci¨®n educativa tiene que empezar por aceptar que necesita transformarse en una organizaci¨®n competitiva para facilitar el aprendizaje personal y colectivo ante el siglo XXI.
El mayor esfuerzo debe dedicarse hoy d¨ªa, por tanto, al dise?o de instituciones realmente capaces y deseosas de evolucionar para adaptar sus medios a las nuevas necesidades sociales e individuales con vistas al futuro, desde la doble exigencia de establecer unas dimensiones adecuadas o cr¨ªticas, as¨ª como un ¨¢mbito suficientemente polivalente para asegurar una oferta integral. Tales instituciones, si persiguen con empe?o una calidad total, merecen la m¨¢xima autonom¨ªa y el mayor apoyo p¨²blico y privado posible; aunque siempre dentro de un marco normativo com¨²n que asegure la m¨¢xima armon¨ªa y la mayor eficacia.
La tarea pendiente o, m¨¢s bien, la tarea renovadora que debe acometerse es, por tanto, ingente a la vez que ilusionante. Tenemos que contribuir al nacimiento de un mundo nuevo ante la civilizaci¨®n global que est¨¢ emergiendo. La oportunidad est¨¢ ah¨ª, al alcance de la mano. Ahora se trata de salvar y restaurar nuestro maltrecho h¨¢bitat, y de regenerar intelectual y moralmente nuestras respectivas sociedades para devolver a todos la esperanza y el sentido de la vida.
Por encima de todo se nos ofrece la ocasi¨®n de cumplir nuestro deber de asegurar que las futuras generaciones tengan al menos la misma oportunidad para tratar de vivir, de convivir y de trabajar en paz como nos lo fue dado a cada uno de nosotros en su d¨ªa, aunque a veces las circunstancias fueron muy adversas y no siempre hayamos hecho un uso adecuado de los dones a nuestro alcance.
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