La viuda de Artur London revive en sus memorias c¨®mo se traicion¨® el ideal comunista
'Roja primavera' recobra los recuerdos de la pareja en la guerra espa?ola
En Roja primavera (Ediciones del Oriente y el Mediterr¨¢neo), Lise London revive su experiencia espa?ola mientras que en un segundo volumen, Memoria de la Resistencia, evoca su lucha contra los nazis y su deportaci¨®n a un campo de concentraci¨®n. "G¨¦rard, mi marido" -se refiere a Artur London, comunista checoslovaco purgado por el estalinismo, fallecido en 1986 y autor de La confesi¨®n- "ha contado las decepciones vividas por el comunismo, las facetas m¨¢s sombr¨ªas de su historia, c¨®mo nuestro ideal fue traicionado, pero ¨¦l quer¨ªa escribir tambi¨¦n sobre el entusiasmo que inspir¨® nuestro combate. No tuvo tiempo de hacerlo, yo le promet¨ª que lo har¨ªa por ¨¦l".
A Lise London hace muchos a?os que dejaron de gustarle los fuegos artificiales. Fue en Espa?a, en el frente de Madrid primero, y luego en Barcelona, cuando los bombardeos encend¨ªan el cielo. "Desde entonces, cada vez que lanzan cohetes, recuerdo aquellos d¨ªas, los aviones fascistas atacando a la poblaci¨®n civil. Para m¨ª no son estrellitas o chispas de colores sino signos de muerte y destrucci¨®n". Hoy Lise London, que en realidad se llama Elisa Ricol, regresa de nuevo a Espa?a. Viene para presentar la edici¨®n espa?ola del libro pero tambi¨¦n como antigua brigadista que participar¨¢ en un encuentro con otros supervivientes de aquella gesta. En octubre de 1936 cruz¨® los Pirineos por primera vez con el ¨²ltimo convoy de brigadistas, justo antes de que la pol¨ªtica de no intervenci¨®n cerrase las fronteras."Mis padres eran espa?oles pero hab¨ªan emigrado a Francia en 1900, cuando ¨¦l s¨®lo ten¨ªa 16 a?os, para encontrar trabajo. Yo nac¨ª en 1916 y fue mientras trabajaba en Mosc¨², para el Komintem, cuando supe del golpe de Estado fascista del 18 de julio. Ya en, Francia, en las oficinas que canalizaban la ayuda humanitaria hacia la Espa?a republicana, asist¨ª al nacimiento de las Brigadas Internacionales".
El viaje hasta Albacete, en un tren que se iba deteniendo a menudo para recibir el homenaje de la poblaci¨®n, permanece en la memoria de Lise London. "Aquella es una Espa?a inolvidable. Las mujeres, los ni?os, acud¨ªan a la estaci¨®n para ofrecemos de beber, y nos daban las gracias trat¨¢ndonos como a hermanos. Era mucho m¨¢s de lo que hab¨ªamos imaginado. Para nosotros estaba claro que luchando en Espa?a luch¨¢bamos por nuestro pa¨ªs, que la II Guerra Mundial hab¨ªa empezado el 18 de julio de 1936". En una pared de su casa tiene enmarcado un hermoso cartel de Collin que proclama Par¨ªs no debe ser el Madrid de ma?ana y pide la Iibertad comercial" para la Espa?a republicana cercada por "la Reichswehr de Hitler".
Consecuencias inesperadas
El paso por Espa?a tendr¨ªa luego consecuencias inesperadas para quienes, en 1945 quisieron regresar a su patria. Haber sido brigadista, contra toda l¨®gica, no era un m¨¦rito. "Todo empieza en la propia Espa?a, durante la guerra. El mariscal Toukachevski, enviado por los sovi¨¦ticos, sosten¨ªa la necesidad de que la URSS se embarcase en una guerra ofensiva para protegerse mientras. Stalin defend¨ªa mantenerse siempre a la defensiva. Toukachevski ser¨¢ acusado de traici¨®n. Luego vendr¨¢n los desacuerdos con Tito. En la direcci¨®n de la Yugoslavia liberada figuran varios antiguos brigadistas. Stalin, que desconfiaba de los que hab¨ªan estado en Occidente, se servir¨¢ del enfrentamiento con Tito para perseguir a los que lucharon en Espa?a y reforzar su control sobre los pa¨ªses sat¨¦lites y la maquinaria de Estado en la URSS".
En Mosc¨² en 1934, en Espa?a en 1937, en Francia en 1940, Lise London tuvo la oportunidad de ver de cerca c¨®mo funcionaba el comunismo. Eso no mengu¨® su fe ni en el ideal, ni en la URSS ni en Stalin. "En Mosc¨², cuando descubr¨ª las distintas categor¨ªas de restaurantes y que los jerarcas nunca se mezclaban con nosotros pens¨¦ que estaba ante una herencia del zarismo. Con mis amigas francesas tom¨¢bamos el hecho en broma; en Barcelona, ya con G¨¦rard, comprob¨¦ c¨®mo el gobierno de la Generalitat se enfrentaba al problema de la creciente influencia de los servicios secretos sovi¨¦ticos; en Francia viv¨ª el golpe del pacto germano-sovi¨¦tico".
El acuerdo Molotov-Von Ribbentrop- con sus secuelas de cambios estrat¨¦gicos -pasar del combate antifascista a la l¨®gica del antiimperialismo- puso a prueba su fe. "Pod¨ªa asumir que la URSS, debido a que las democracias occidentales no quer¨ªan tratar con ella para protegerla de la amenaza de guerra, aceptase un pacto contra natura con la Alemania nazi, pero lo que era incomprensible es que para los dem¨¢s pa¨ªses, para Francia, por ejemplo, aquello fuese bueno. ?El Partido me lleg¨® a censurar panfletos porque hablaba mal de los alemanes cuando el pa¨ªs acababa de ser invadido por estos! Luego las cosas volvieron a su cauce, se nos dio la raz¨®n y, con G¨¦rard tuvimos el sentimiento de que el debate en el Partido era ¨²til. Tardamos a?os en saber no s¨®lo que rusos y alemanes se hab¨ªan repartido Polonia, sino que Stalin hab¨ªa entregado a Hitler centenares de antifascistas alemanes refugiados en la URSS".
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