Euskadi sale caro
Si el debe y el haber de las cuentas p¨²blicas tiene que seguir sumando cero, la autonom¨ªa vasca es un lujo que un Estado con los ingresos del espa?ol no puede pagar sin grave perjuicio para los servicios centrales o para el resto de las comunidades aut¨®nomas. Antes de aprobarse el nuevo sistema, y antes, claro est¨¢, de la famosa cesi¨®n de los impuestos especiales, la situaci¨®n presupuestaria de las CC AA de la llamada primera velocidad era la siguiente: media espa?ola por habitante y a?o, alrededor de las 90.000 pesetas, sin contar la sanidad. La autonom¨ªa vasca dispon¨ªa de m¨¢s del doble. Ahora, la disparidad en favor de Euskadi ha aumentado a ojos vistas. Considerando que, por lo menos en teor¨ªa el mecanismo del concierto no tiene por qu¨¦ resultar m¨¢s ventajoso que el r¨¦gimen general -pues depende de un monto que se pacta-, proced¨ªa valorar al alza el coste de los servicios que presta el Estado a Euskadi, de modo que se tendiera a recortar esa abultada diferencia. Aznar ha hecho exactamente lo contrario. Si en t¨¦rminos europeos el Pa¨ªs Vasco era ya un receptor neto, o sea, que disfrutaba de un super¨¢vit fiscal que no cuadra con su elevado PIB per c¨¢pita, ahora el negocio de estar en Espa?a se ha incrementado todav¨ªa, y en una cifra superior a los 100 millardos anuales. ?Con qu¨¦ justificaci¨®n, aparte de un no imprescindible apoyo parlamentario? Si por lo menos fuera el precio del fin de la violencia.Imaginemos una comunidad de propietarios ideal en la que se decidiera la aportaci¨®n a los gastos comunes en funci¨®n de las posibilidades reales de cada cual. Imagin¨¦mosla incluso con un complet¨ªsimo men¨² de servicios financiado seg¨²n principios redistributivos, de modo que los vecinos con menos renta pudieran disfrutar en la pr¨¢ctica de un nivel de vida m¨¢s alto del que podr¨ªan pagar. En una comunidad de este tipo -y el Estado espa?ol funciona as¨ª- los m¨¢s ricos, deber¨ªan, en consecuencia, contribuir en mayor proporci¨®n que los otros a los gastos centrales, adem¨¢s de sufragar una parte de la cesta de la compra de los menos favorecidos por. su propia renta. Pues bien, ?qu¨¦ dir¨ªan los vecinos si uno de los ricos se llevara del bote com¨²n bastante m¨¢s dinero del que pusiera? ?Qu¨¦ medidas tomar¨ªan? Se supone que en ning¨²n caso invitar¨ªan al aprovechado a que se llevara todav¨ªa mayor tajada. Pues eso es exactamente lo que ha hecho Aznar. Un momento de debilidad lo tiene cualquiera, sobre todo si firma a cuenta del erario p¨²blico.
Reducidas a esos t¨¦rminos, tan reales como poco po¨¦ticos, las reivindicaciones del nacionalismo catal¨¢n no han pasado nunca por la pretensi¨®n de igualar a los vascos en su clamorosa insolidaridad. Al contrario, CiU planteaba rebajar el montante del d¨¦ficit fiscal de Catalu?a -cifrado, grosso modo, en un bill¨®n anual- con el objetivo de igualar las disponibilidades por habitante y servicio a la media espa?ola, puesto que es ahora bastante inferior. La aspiraci¨®n catalana es, pues -o era, por que es de temer que ese planteamiento quede ahora desbordado por el agravio comparativo-, dar con una relaci¨®n, equitativa y objetiva, en la que la solidaridad deje de suponer discriminaci¨®n para los ciudadanos en t¨¦rminos de presupuesto por habitante. No es muy complicado concluir que las pretensiones econ¨®micas de un nacionalismo y otro no tienen nada que ver. Como no la ten¨ªan las situaciones de partida para el Gobierno del PP. La herencia socialista en esta materia crucial era p¨¦sima, puesto que los beneficios netos, para Euskadi en t¨¦rminos de super¨¢vit fiscal eran ya insostenibles, mientras que el perjuicio para todos era evidente, y clamoroso para catalanes, andaluces y valencianos, que adem¨¢s cargaban con una financiaci¨®n inferior a la media.
Desde el punto de vista de las comunidades ricas, una cosa es contribuir m¨¢s a beneficio de las comunidades con menor renta y otra muy distinta contribuir a que uno tan rico como ellas se beneficie de su aportaci¨®n, y de la de todos, en vez de cooperar como corresponde. Desde ¨¦l punto de vista de las comunidades subsidiadas, es natural su pretensi¨®n de que las ricas sigan aportando fondos a la solidaridad -aunque podr¨ªan comprender mejor el principio de igualar costes y financiaci¨®n-. Desde cualquier punto de vista que no sea vasco, el privilegio de Euskadi es inconcebible. Lo era ya antes de la cesi¨®n de los impuestos especiales.
A lo largo del 94 varios economistas se enzarzaron en una discusi¨®n sobre el d¨¦ficit fiscal de Catalu?a. Se barajaron diferentes cifras, sin que ninguna bajara de los 600 millardos despu¨¦s de deducir al total del esfuerzo fiscal de los catalanes el presupuesto de la Generalitat, las inversiones del Estado y la parte proporcional del coste de los servicios centrales. En t¨¦rminos m¨¢s sencillos, ¨¦se podr¨ªa ser el ahorro de una Catalu?a independiente. Ernest Lluch respondi¨® argumentando que el super¨¢vit comercial -la diferencia entre lo que vende Catalu?a al resto de Espa?a y lo que compra- arrojaba un monto similar, esa vez a favor de Catalu?a. Vaya lo comido por lo servido, ven¨ªa a concluir, lo cual levant¨® no poca pol¨¦mica por la relaci¨®n que establec¨ªa entre pertenencia a un Estado y mercado privilegiado, tal vez abusiva en el contexto europeo (aqu¨ª cabr¨ªa a?adir un argumento, de cosecha propia, destinado a los catalanes partidarios del modelo quebequ¨¦s: para que ¨¦ste pueda funcionar, es imprescindible que antes Espa?a se parezca a Canad¨¢, por lo menos en cuanto al PIB per c¨¢pita, lo cual requiere invertir desde Catalu?a). No conozco ning¨²n estudio, similar sobre Euskadi, pero es bien seguro que los dos saldos, el fiscal y el comercial, le son en la actualidad altamente favorables. La conclusi¨®n es, pues, inapelable: a Euskadi le costar¨ªa mucho dinero una hipot¨¦tica independencia. Huelga decir que la Hacienda espa?ola saldr¨ªa ganando.
No se escapa a nadie que Espa?a es bastante m¨¢s que unas cuentas, pero si las cuentas discriminan a muchos, mientras benefician tanto a otros, quien saldr¨¢ perdiendo es el proyecto com¨²n. Confundir desde Madrid el privilegio vasco con un derecho hist¨®rico es olvidar que la sarna, aunque con gusto, tambi¨¦n pica.
es escritor y periodista.
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