El enemigo de los mandarines comunistas
El disidente chino Harry Wu presenta en Londres su segundo libro de denuncia contra Pek¨ªn
En chino no existe la palabra democracia. Lo m¨¢s parecido -el t¨¦rmino el pueblo es el amo- ha sido transformado por el uso a lo largo de 3.000 a?os de historia en algo as¨ª como buenos amos para el pueblo. Pero Harry Wu (Shanghai, 1937) no parece necesitar el auxilio del idioma chino cuando reclama democracia para su pa¨ªs. Wu, un encendido propagandista de las virtudes de la sociedad occidental -"soy consciente de que no hay sistema perfecto, pero la democracia es la mejor garant¨ªa de defensa de los derechos humanos", dice-, es ciudadano norteamericano y se expresa en ingl¨¦s. Escudado en su pasaporte estadounidense y en su fama, Wu viaja por el mundo como un predicador de la causa antitotalitaria en general y de la causa anticomunista en particular. Algunas de sus acusaciones contra el r¨¦gimen chino, como su denuncia de los laogai o gulagui chinos, por los que han pasado, seg¨²n sus estimaciones, unos 50 millones de personas, condenadas como elementos contrarrevolucionarios sin necesidad de pruebas ni juicios prolijos, han sido ampliamente descritas por ¨¦l mismo en un libro dedicado al relato de su experiencia de 19 a?os en un campo de trabajo.
Con los a?os, la cr¨ªtica de Wu ha pasado a otro plano. El gran delito del r¨¦gimen instaurado en 1949 ha sido perpetuarse a toda costa, neg¨¢ndole a una inmensa naci¨®n de m¨¢s de mil millones de habitantes el alimento espiritual de la "educaci¨®n, la libertad y los m¨¢s elementales derechos humanos". "Los ciudadanos del siglo XX hemos sufrido inmensamente. Dos terribles guerras mundiales, y nos enfrentamos a problemas medioambientales de enorme gravedad... Lo digo con absoluta certeza: ninguno de los desastres de este siglo es comparable al que ha representado la experiencia comunista".
Wu se expresa as¨ª ante la docena de periodistas que comparten un almuerzo organizado para presentar su segundo libro, Troublemaker (El que causa conflictos). Se trata, nuevamente, de un compendio de acusaciones grav¨ªsimas contra el r¨¦gimen chino -"una dinast¨ªa m¨¢s en la milenaria historia de las dinast¨ªas dirigentes en China"-, algunas de las cuales, como la que hace referencia a la pr¨¢ctica china de utilizar a los presos como proveedores de ¨®rganos para trasplantes en el mundo occidental, han sido aireadas ya en Occidente gracias a un v¨ªdeo obtenido por Harry Wu en su ¨²ltima y subrepticia incursi¨®n china en 1995. Su visita a la patria le cost¨® una detenci¨®n de 66 d¨ªas, de la que s¨®lo le libr¨® su pasaporte estadounidense y la amenaza de Hillary Clinton de negarse a asistir a la conferencia de mujeres que se celebraba ese a?o en Pek¨ªn si Wu no era puesto en libertad. La Embajada china en Londres envi¨® ayer a la asociaci¨®n de periodistas extranjeros una nota contra el escritor en la que se rechaza la veracidad del v¨ªdeo y se recuerda que Wu fue condenado y expulsado de China por el tribunal de Wuhan por "robar secretos de Estado con destino a organizaciones extranjeras". Para el disidente era la segunda detenci¨®n en su China natal. En abril de 1960, apenas cumplidos 21 a?os, Wu, nacido en una acomodada familia china de Shanghai, fue detenido en la Universidad de Pek¨ªn y llevado a un campo de trabajo bajo la acusaci¨®n de haber robado 50 yuanes. Sus or¨ªgenes sociales y sus "antecedentes pol¨ªticos" -Wu reconoce que critic¨® abiertamente la intervenci¨®n sovi¨¦tica en Hungr¨ªa en 1956- hicieron de ¨¦l un enemigo de la revoluci¨®n. Durante 19 a?os permaneci¨® internado en un campo de reeducaci¨®n primero y en una mina despu¨¦s. Acaso lo que m¨¢s desespera a este militante del anticomunismo es el trato de favor que le otorgan a China las potencias occidentales. "Los hombres de negocios s¨®lo quieren hacer negocios, a nadie le importa si se respetan o no los derechos de los ciudadanos de a pie", afirma.
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