Buero se enfrenta a una nueva obra
A sus 80 a?os, trabaja en un texto con referencias a la guerra civil
Antonio Buero Vallejo escribe una obra construida en dos tiempos. Se sit¨²a en la ¨¦poca actual para retrotraerse a la guerra civil y vuelve a la ¨¦poca presente. Cumplidos los 80 a?os, el dramaturgo m¨¢s galardonado de la posguerra -para muchos especialistas tambi¨¦n el m¨¢s importante- contin¨²a su actividad de autor con la misma ambici¨®n y las mismas zozobras que sent¨ªa en su juventud. Le preocupa que esta obra le pueda "frenar" su carrera. A los 80 a?os de edad.Tiene fama Buero de hombre depresivo. Y aunque ¨¦l mismo lo confirma, considera necesaria una matizaci¨®n: "Suelen afirmarlo algunos que creen conocerme y no es exacto. Para la vida no soy nada depresivo, todo lo contrario; s¨ª, en cambio, para la profesi¨®n. Cuando trabajo en una nueva obra me desmoralizo con facilidad. Me cuesta trabajo escribirla, me asaltan dudas respecto a su desarrollo. Y, adem¨¢s, temo que me hundan las cr¨ªticas adversas".
En el transcurso de la entrevista, algunas veces parece como si le asaltara de s¨²bito la melancol¨ªa. Y s¨®lo es apariencia. En realidad est¨¢ desarrollando un circunloquio mental para expresar las ideas con precisi¨®n exquisita. Es lo que sucedi¨® al referirse a las cr¨ªticas. Y tras unos instantes de reflexi¨®n, explic¨®: "Acepto la cr¨ªtica. Al p¨²blico y a los cr¨ªticos puede no gustarles mi obra: est¨¢n en su derecho. Lo que no acepto es la descalificaci¨®n arbitraria, la ofensa, la falta de respeto. Me han hecho mucho da?o en estos casi 50 a?os transcurridos desde que estren¨¦ la Historia de una escalera. Y podr¨ªan repetirse aquellos ataques al estrenar este drama, en el que trabajo con el prop¨®sito de que est¨¦ a la altura de los mejores. A poco que se metan con ¨¦l, no dejar¨¢n ver sus valores y fracasar¨¢. Suele ocurrir. Esto antes no afectaba al prestigio de un autor. Ahora, en cambio, a un autor con muchos a?os encima y mucha experiencia -como es mi caso- pueden frenarle su carrera".
Medio siglo har¨¢ pronto del estreno de aquella Historia de una escalera que provoc¨® un entusiasmo sin precedentes. Antes de terminar la obra, los bravos y las ovaciones obligaron a interrumpir la representaci¨®n y el autor hubo de salir a saludar, reclamado por el p¨²blico. La situaci¨®n social que planteaba sorprendi¨® en aquella ¨¦poca de dictadura. Que, adem¨¢s, estrenara esa obra un rojo reci¨¦n salido de la c¨¢rcel, resultaba inconcebible.
Los comprometidos con el r¨¦gimen le atacaron por sus antecedentes. Y pues sigui¨® estrenando con ¨¦xito, muchos de los ideol¨®gicamente opuestos le acusaron de acomodaticio. "De m¨ª se ha dicho, incluso por plumas supuestamente autorizadas, que yo era bueno con Franco y luego no he dado pie con bola", acusa Buero. "Y no es verdad. He escrito en democracia obras que estaban a la altura de las anteriores".La vida intelectual del pa¨ªs transcurr¨ªa procelosa. ?Fue posible escribir con cierta libertad durante el franquismo? ?Mejor¨® el panorama teatral con la llegada de la democracia? "En lo que ata?e a esta segunda cuesti¨®n, se ha notado un acusado descenso de calidad y de inter¨¦s". As¨ª opina Buero y en este punto se produce una de esas lagunas aparentes en las que el razonamiento interior discurre qui¨¦n sabe por qu¨¦ vericuetos para sentar conceptos: "Est¨¢ en el ambiente", comenta, "que la censura franquista impidi¨® conocer obras considerables. Y lo sostienen no s¨®lo escritores de aqu¨ª -que pose¨ªan poco talento- sino tambi¨¦n en el extranjero, lo cual ha servido de pretexto para tildar de escasamente valiosas a las letras espa?olas durante Franco".
"La censura es siempre grave", contin¨²a. "Larra la calificaba de efugio miserable. Ahora bien, a?adi¨® que, precisamente por eso, era necesario redoblar los esfuerzos para remontarla. No lo dijo un reaccionario: lo dijo F¨ªgaro, el escritor m¨¢s cr¨ªtico de la primera mitad del siglo XIX".
En tiempos de Inquisici¨®n se escribieron grandes obras. Buero Vallejo se?ala que la historia de la Humanidad est¨¢ llena de situaciones de censura en las que no falt¨® la cr¨ªtica social y pol¨ªtica. Y recuerda El Quijote o El Lazarillo, entre otras obras extraordinarias.
Capear la censura
Buero tuvo su estrategia para capear la censura franquista: "S¨ª, siempre se pod¨ªa meter algo. No porque los censores fueran tontos -no lo eran, excepto algunos- sino porque exist¨ªa una especie de acuerdo t¨¢cito: los escritores no abord¨¢bamos determinadas cosas y ellos toleraban a cambio otras para no empeorar la imagen negativa del r¨¦gimen. Y luego estaban los trucos: yo introduc¨ªa en mis originales determinadas barbaridades con el exclusivo fin de que los censores las tacharan, y de esta manera ellos sent¨ªan la satisfacci¨®n del deber cumplido y yo conservaba intacta mi obra". Lo que ha cambiado en realidad es la propia vigencia del teatro, que se encuentra en crisis. Observa Buero que ha perdido ambiente, han disminuido las representaciones, ha remitido la edici¨®n de textos teatrales y su lectura. Lo cual, asegura, no es indicio de que vaya a desaparecer: "Curiosamente, hay s¨ªntomas de recuperaci¨®n. No paran de salir nuevos autores que ofrecen sus obras a las compa?¨ªas o estrenan en condiciones precarias. Tenemos en la actualidad m¨¢s autores noveles que nunca".Entonces quiz¨¢ el problema radique en que faltan obras con categor¨ªa suficiente para atraer al gran p¨²blico. Pero Buero no lo cree as¨ª: "El efecto negativo se produce por la invasi¨®n televisiva. Y dentro de su hegemon¨ªa, por lo que llaman ¨ªndices de audiencia. Comprendo que este factor determine la programaci¨®n en las cadenas privadas que, a fin de cuentas, son un negocio. No obstante, cuando, hace a?os, TVE daba teatro todas las semanas, aquel espacio era uno de los m¨¢s vistos. Lo cual nos hace suponer a las gentes de teatro que el ¨ªndice de audiencia no constituye siempre una realidad y se utiliza para poner en pantalla lo que conviene a los programadores.
"?C¨®mo se contrarrestan estos intereses, contrarios al desarrollo cultural de un pueblo? No sabr¨ªa decirlo". Y concluye: "S¨ª s¨¦ que el teatro -forma de expresi¨®n antropol¨®gica inimitable, con 40 siglos de historia- debe ser l¨²cidamente apoyado por las zonas inteligentes del tejido social. Una sociedad que permite la decadencia de su teatro es una sociedad suicida".
Babelia
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