700.000 refugiados hutus regresan a Ruanda
ENVIADO ESPECIAL Fue como si un descomunal racimo humano hubiera recibido la pedrada de un gigante. Una riada de cerca de 700.0000 personas se puso ayer en marcha desde el campo de refugiados hutus de Mugunga, a unos 15 kil¨®metros al oeste de Goma, la capital de la provincia oriental zaire?a de Kivu Norte. En una marcha imparable, bajo una lluvia que calaba los huesos de las mujeres, ni?os y hombres emprendieron el regreso a casa despu¨¦s el ¨¦xodo de julio de 1994, cuando en unos d¨ªas cruzaron a Zaire m¨¢s de un mill¨®n de personas.
Todav¨ªa no est¨¢ claro qu¨¦ solt¨® las amarras de esta muchedumbre que vuelve pac¨ªficamente, pero el ataque de los banyamulenges (rebeldes tutsis zaire?os que se han hecho con el control de buena pare de la provincia de Kivu) puso en fuga a los soldados e interhamwes (milicias hutus radicales), que huyeron hacia el interior de Zaire. El presidente ruand¨¦s, el hutu Pasteur Bizimungu, se dirigi¨® ayer a la muchedumbre encaramado a un jeep y les dio la bienvenida.Nadie se atreve a calcular cu¨¢ntos refugiados hutus ruandeses hab¨ªan llegado a amontonarse en el campo de Mugunga, pero las organizaciones humanitarias lo cifran en 700.000. Desde que hace dos semanas empezara la rebeli¨®n banyamulenge, los refugiados que llenaban los campos de Katale, Kibumba y Kahindo fueron bajando hasta confluir en Mugunga, el cuartel general de las milicias y el derrotado Ej¨¦rcito hutu. All¨ª se convirtieron en el ¨²ltimo y decisivo escudo de los responsables del genocidio ruand¨¦s de 1994. Los combates entre los banyamulenges y las milicias hutus fueron creciendo en intensidad en tomo a Mugunga desde el mi¨¦rcoles con artiller¨ªa, morteros y armas autom¨¢ticas. Cogida entre dos fuegos, la masa de refugiados se conmov¨ªa como un animal herido de p¨¢nico. Hasta que los banyamulenges, con guerrilleros de refuerzo llegados desde Uvira y Bukavu, en Kivu Sur, doblegaron ayer las ¨²ltimas resistencias y pusieron en fuga a los temibles inerhamwe.
La reacci¨®n fue inmediata e inesperada. Columnas gigantescas se formaron como por ensalmo. Con peque?os atados de le?a y colchones mugrientos, avanzaban a paso lento, sin mostrar grandes se?ales de alegr¨ªa. Los hombres, en su mayor parte ancianos y j¨®venes, dejaban en el suelo, a caso en se?al de paz, sus machetes: un s¨ªmbolo agr¨ªcola y al mismo tiempo cruel de la reciente historia ruandesa. La mayor¨ªa de los hombres en edad militar buscaron refugio en la floresta zaire?a.
Al pie de la frontera, el presidente Bizimungu se acerc¨® ayer a recibir a la masa de compatriotas que regresaba. Rodeado de una escolta fuertemente armada, Bizimungu se encaram¨® a un jeep y, desde detr¨¢s de un soldado que empu?aba una ametralladora pesada, se dirigi¨® a la multitud, que aplaudi¨® sin entusiasmo sus palabras. "Estoy contento porque estas gentes hayan venido, contento de que las razones que les han bloqueado en el exterior durante dos a?os y medio ya no existen. Contento porque la naci¨®n se reencuentre, y contento porque adem¨¢s del reencuentro espero que se reincorporen f¨ªsicamente a la vida del pa¨ªs", declar¨®.
Seguridad garantizada
No lejos del presidente, rodeado por la muchedumbre de refugiados que empezaron ayer el peregrinaje de regreso, una mujer acababa de dar a luz. Con las manos ensangrentadas, contemplaba a su criatura sin miedo ni alegr¨ªa. La gente avanzaba como si caminara hacia un destino que ellos no hubieran escrito. "S¨ª, s¨ª, s¨ª", reiteraba su presidente ante la pregunta si los reci¨¦n llegados ten¨ªan algo que temer. Cerca de 80.000 personas esperan en las c¨¢rceles ruandesas que se celebren los juicios por el genocidio que acab¨® en tres meses de 1994 con la vida de casi un mill¨®n de tutsis y de hutus que quer¨ªan compartir el poder con la minor¨ªa. "No s¨®lo garantizamos su seguridad, sino la seguridad de los seis millones y medio de ruandeses que viven en el interior".Los refugiados, cabizbajos, se negaban a dar su nombre, todav¨ªa atemorizados por un futuro incierto. Muchos romp¨ªan sus cartillas de racionamiento, las que permit¨ªan identificar su campo de procedencia. Otros arrojaban al suelo la depreciada moneda zaire?a con la efigie de Mobutu Sese Seko. No ten¨ªan peor aspecto que otros refugiados habituados a la vida en el campo. Tampoco presentaban golpes ni heridas.
El ataque final de los banyamulenges provoc¨® al menos unos 10 muertos y varios heridos, "pero en ning¨²n caso una carnicer¨ªa", indic¨® un trabajador humanitario. Sin embargo, Ray Wilkinson, portavoz de la agencia de la ONU para los refugiados en Goma afirm¨® haber descubierto junto a los dep¨®sitos de agua del campo de Mugunga 26 cad¨¢veres, todos ellos de mujeres y ni?os. Otros testimonios aseguraron haber visto una zanja en la carretera de Goma con 13 cuerpos, entre ellos el de una mujer decapitada y con las manos cortadas.
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