Falta de valor
Me encargaron un relato urbano para una revista de moda. Pregunt¨¦ si pod¨ªa introducir un 10% de materia campestre que me hab¨ªa sobrado del ¨²ltimo cuento rural que escrib¨ª para una revista de gastronom¨ªa y me dijeron que no, que ten¨ªa que ser urbano al 100%. "Y ha de transcurrir en Madrid", a?adieron. Esa noche, en la cama, imagin¨¦ un tipo que viv¨ªa en la plaza de Santo Domingo y que se pasaba la vida viendo entrar y salir a los coches del agujero del aparcamiento. Lo situ¨¦, para arrancar de alg¨²n modo, sentado a la mesa de su habitaci¨®n, leyendo un libro sobre hormigas (urbanas, desde luego). Quiz¨¢ fuera viernes por la noche, pues el ruido que sub¨ªa desde la calle era excesivo y no le dejaba concentrarse en la lectura. Entonces se me ocurri¨® que se levantara de la silla, fuera a la ventana y viera entre los coches que entraban y sal¨ªan ordenadamente del hormiguero de Santo Domingo algo atroz que no logr¨¦ averiguar antes de dormirme.Al d¨ªa siguiente me puse a trabajar temprano y la verdad es que iba todo bien hasta que escrib¨ª la siguiente frase: "Entonces se levant¨® y fue a la ventana". Se levant¨® y fue a la ventana, repet¨ª para m¨ª, qu¨¦ agotador. ?Cu¨¢ntos personajes se hab¨ªan levantado e ido a la ventana a lo largo de la historia de la literatura universal? Como en un rel¨¢mpago, vi p¨¢ginas de novelas realistas, naturalistas, existencialistas, experimentalistas; vi relatos cl¨¢sicos, fant¨¢sticos, contempor¨¢neos, buenos y malos en los que alguien se levantaba e iba a la ventana. El m¨ªo ser¨ªa uno m¨¢s. ?Val¨ªa la pena engrosar ese ej¨¦rcito de personajes que se asoman a la ventana? Por otra parte, ?a d¨®nde se dirige la gente cuando se levanta de la silla? ?No es m¨¢s cierto que por lo general va a la cocina, al cuarto de ba?o o a hacer una llamada desde el tel¨¦fono del comedor?
Pero yo necesitaba misteriosamente que se dirigiera a la ventana. Albergaba el miedo supersticioso de que si lo obligaba a ir a otro lado no me saliera un cuento urbano ni madrile?o al 100% y el redactor jefe de la revista de moda, que me recordaba a mi padre, se enfadara conmigo. Intent¨¦ salir de este estado de duda, pues no ignoraba que era un modo de boicotearme el trabajo, y escrib¨ª con decisi¨®n: "Se levant¨® y fue a la ventana". Inmediatamente, sent¨ª un desaliento enorme, una sensaci¨®n de p¨¦rdida de sentido. Me levant¨¦, fui a la cocina, llen¨¦ un vaso de agua y lo beb¨ª a sorbos peque?os, como si tuviera hipo, para dilatar cuanto fuera posible el momento de regresar a la cuartilla.
Seguramente, pens¨¦, exist¨ªa una estad¨ªstica de toda la gente que se ha asomado a la ventana desde que se inventara el relato urbano. Quiz¨¢ sean sesenta millones o m¨¢s. Si votaran, podr¨ªan ganar las elecciones en un pa¨ªs como Estados Unidos y gobernar asomados a la ventana, qu¨¦ remedio. Los imagin¨¦ manifest¨¢ndose en el interior de un grueso volumen del que al abrirse sal¨ªa una gran ciudad, como en los libros troquelados de la infancia. Se dirig¨ªan a la plaza de Santo Domingo para corear consignas debajo de mi casa. La polic¨ªa autorizaba a subir a dos representantes que me entregaban un escrito de protesta amenaz¨¢ndome con acciones m¨¢s violentas si se me ocurr¨ªa asomar a aquel personaje a la ventana.
-No cabemos -aseguraron.
-?Qu¨¦ hago con ¨¦l entonces? -pregunt¨¦.
-Que encienda un cigarrillo -dijo el que llevaba la voz cantante.
Regres¨¦ a mi mesa de trabajo e intent¨¦ hacerle encender un cigarrillo, pero en seguida ca¨ª en el desaliento, pues era muy com¨²n que los personajes encendieran cigarrillos. Las novelas de este siglo estaban llenas de sujetos que encend¨ªan cigarrillos todo el rato. Yo mismo, que llevaba una semana sin fumar, busqu¨¦ en el caj¨®n y prend¨ª uno medio seco para aliviar un poco la tensi¨®n. Pero como todos los personajes que fuman tarde o temprano se acercan a una ventana, en seguida, inconscientemente, me dirig¨ª a la m¨ªa y estuve contemplando el aparcamiento de Santo Domingo sin advertir nada especialmente atroz, excepto el hecho mismo de haber realizado aquel gesto innecesario y, lo que es peor, rural, pues ya s¨®lo en el campo se asoma la gente a la ventana, a menos que se vayan a tirar por ella. A m¨ª, sin embargo, me falt¨® valor.
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