Peligros
"Prado de Madrid y ba?os de julio han ahogado m¨¢s dinero que delincuentes la horca de su plaza". Esto escribe don Baptista Remiro de Navarra al comienzo de su libro Los peligros de Madrid que acaba de aparecer en cuidada edici¨®n por Mar¨ªa Soledad Arredondo. Fue publicado por primera vez en Zaragoza en 1646 y su autor pudo ser un aragon¨¦s, escarmentado acaso, que quiso advertir a los que llegaban a la Corte acerca de sus peligros femeninos. Un cuarto de siglo antes Li?¨¢n y Verdugo hab¨ªa publicado su Gu¨ªa y avisos de forasteros adonde se les ense?a a huir de los peligros que hay en la vida de Corte, que muy bien pudo servir de inspiraci¨®n a don Remiro de Navarra.Como dice la profesora Arredondo, a medidados del siglo XVII la literatura empieza a declinar. Todos los grandes escritores, excepto Calder¨®n, han desaparecido. Ha y un cierto agotamiento tem¨¢tico al que se une "una vena did¨¢ctica, moralizadora en algunos casos, sat¨ªrica en otros". En el caso de don Baptista Remiro de Navarra no hay preocupaci¨®n moralizante alguna. Lo que pretende es advertir al forastero incauto para que no gaste su dinero cayendo en manos de las "gatas", "comadres de la juventud y comadrejas del dinero". En sabroso castellano conceptista pinta don Baptista el mundo de las busconas de Madrid, beldades lechuzas (,es de cir, nocturnas y ladronas). Dedica cada uno de los diez cap¨ªtulos, que llama Peligros, a una mujer que puede llamarse Apuleya, Bitrubia, Rutilia, Beleya, Prisca, Pirene o Polivia y a los caballeros, cl¨¦rigos o estudiantes que las visitan. Describe los tipos con maestr¨ªa y su misoginia, mal de la ¨¦poca, se muestra en p¨¢rrafos como ¨¦ste: "Es la religi¨®n de las damas la viudez y son las peores de todas, por que vestidas a lo mojigato con mucha propiedad, su castidad lasciva Venus hip¨®crita es. Saben hacer su negocio las viudas mejor que un escribano de provincia, y comen mejores bocados que un regidor". Todo transcurre en un Madrid capital del mundo, decadente ya, hecho a la vez de lujo y de penuria, cuyo mayor af¨¢n es el de aparentar.
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