La ¨²ltima batalla de los genocidas ruandeses
Junto al campo de Mugunga quedan los despojos de los carceleros de centenares de miles de refugiados hutus
ENVIADO ESPECIALEl mayor campo de refugiados del mundo ya no es m¨¢s que un gigantesco basural, esqueletos de chozas, pl¨¢sticos al viento, alg¨²n cad¨¢ver, fotos de matrimonio perdidas en una fuga s¨²bita, cartas de identidad rotas, uniformes arrojados a toda prisa y un convoy militar varado para siempre en tierra de nadie, la carretera de Mugunga, 15 kil¨®metros al oeste de Goma, en la provincia zaire?a de Kivu Norte. All¨ª fue aplastado el jueves lo que quedaba del antiguo Ej¨¦rcito hutu y los temibles interhamwe, las milicias que durante los dos ¨²ltimos a?os han aterrorizado. a centenares de miles de refugiados para que o volvieran a Ruanda. La derrota de los carceleros, que huyeron aire adentro con un ¨²ltimo escudo de poco m¨¢s de 100.000 personas, abri¨® las compuertas de una de las mayores migraciones de la historia moderna.
Juvenal Habyariamana saluda marcialmente desde la ventanilla rota de un autob¨²s inmovilizado junto a Mugunga. La d¨¦bil brisa hace que un jir¨®n sucio de cortina acaricie el retrato del residente ruand¨¦s asesinado el 6 de abril, la fecha que desencaden¨® el genocidio de casi un mill¨®n de tutsis y hutus partidarios de compartir el poder. Por las puertas y ventanillas desventradas asoma todo el archivo del Estado Mayor del antiguo Ej¨¦rcito: mapas, documentos clasificados, libros bajo la admonici¨®n de secreto, fotograf¨ªas de detenidos, memorandos del servicio de espionaje, una colecci¨®n de esposas y hasta una caja fuerte que ha resistido los ataques de los saqueadores.
El precioso archivo m¨®vil formaba parte de un convoy de 27 veh¨ªculos (cinco autobuses, dos Mercedes y varios camiones militares, furgonetas y 4X4) en el que intent¨® desesperadamente ponerse a salvo la camarilla de responsables del genocidio que durante los los ¨²ltimos a?os ha mantenido viva la vida miserable de centenares de miles de compatriotas. Los jefes hutus disfrutaron, gracias a la complicidad del Ej¨¦rcito zaire?o, de pa¨ªses amigos como Francia y a la ceguera voluntaria de las Naciones Unidas, de todo lo que carec¨ªan los refugiados que arrastraron al exilio. Junto al autob¨²s de los secretos perdidos, la carretera es un batiburrillo de condones, guantes higi¨¦nicos, jeringuillas y bandejas esterilizadas, minas antipersonales y granadas de mortero.
El jueves se rompi¨® en mil pedazos el gigantesco candado que imped¨ªa a los refugiados dejar de ser rehenes de los que inspiraron y ejecutaron el genocidio. "Los banyamuenges [tutsis zaire?os desde hace generaciones que han puesto en jaque la dictadura de Mobutu y controlan parte de la regi¨®n de Kivu] cayeron de forma precisa e implacable sobre las posiciones hutus en Mugunga. La derrota les puso en fuga y el grueso de los refugiados, m¨¢s de medio mill¨®n, se sinti¨® libre para volver a Ruanda. Los interhamwes huyeron hacia el interior de Zaire, los refugiados eligieron el camino de Ruanda", comenta un responsable de la ONU.
El grupo de zaire?os que aprovecha la calma para hacer rebati?a de lo que queda del ¨²ltimo convoy del r¨¦gimen hutu relata su versi¨®n de la ¨²ltima batalla del r¨¦gimen hutu: "El jueves hubo terribles combates aqu¨ª, con ametralladoras y morteros. Junto a los banyamulenges combat¨ªan soldados ruandeses y ugandeses. Derrotaron por completo a los interhamwes y los soldados del antiguo Ej¨¦rcito hutu. Hab¨ªa varios generales entre ellos, los verdaderos amos del campo". La carretera est¨¢ sembrada de uniformes militares, y a algunos zaire?os que viven cerca, en Sake, a la orilla del lago Kivu, no les importa ser testigos de cargo: "Muchos se quitaron los uniformes y se unieron a los refugiados".
Las espaldas de los ¨²ltimos refugiados hutus sobrecargadas con ni?os, colchones y le?a, se alejan de Mugunga en direcci¨®n a Goma. Se cruzan con banyamulenges que van hacia la nueva l¨ªnea de frente, Maisi, en el noroeste zaire?o, donde los interhamwe tratan de reagrupar sus fuerzas. Les cuesta abrirse paso entre el cementerio motorizado en que se ha convertido la carretera de Mugunga. Bajo un gigantesco cami¨®n gr¨²a, tintado con el verde militar de camuflaje, un soldado parece arreglar una aver¨ªa. Pero no es m¨¢s que un cad¨¢ver olvidado. No tendr¨¢ tiempo de volver a hojear el Manual de tiro de fusil, con precisiones sobre "la posici¨®n del cuerpo, la mano derecha, la mano izquierda o la respiraci¨®n", que yace a su lado.
Mugunga se ha convertido en un atroz recordatorio del sufrimiento: durante kil¨®metros y kil¨®metros se esparcen los restos del mayor campo de refugiados del mundo. Pero basta levantar la vista para ver uno de los paisajes m¨¢s hermosos de la Tierra: el lago Kivu, encerrado entre monta?as verdes y volcanes, es de una belleza irresistible. Pero los refugiados no tienen tiempo de mirar atr¨¢s.
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