Occidente y la tragedia de los Grandes Lagos
La llamada "comunidad internacional" est¨¢ decidiendo estos d¨ªas el alcance concreto de su intervenci¨®n en la tragedia de los Grandes Lagos de Africa. El s¨²bito e inesperado regreso a sus pa¨ªses, Ruanda y Burundi, iniciado el pasado viernes por cientos de miles de refugiados hutus que se hallaban en Zaire, ha inducido a revisar a la baja el contenido de la resoluci¨®n inicial del Consejo de Seguridad de la ONU. Cualquiera sea esa resoluci¨®n, adoptada un mes despu¨¦s del estallido de una cat¨¢strofe que afecta a casi dos millones de personas, parece necesario abordar a m¨¢s largo plazo las posibles soluciones a los graves problemas que generaron esta situaci¨®n y que se mantendr¨¢n cuando se apaguen sus lacerantes efectos actuales.
La agenda del d¨ªa despu¨¦s
La injustificable tardanza del Consejo de Seguridad y de la Uni¨®n Europea en decidir alg¨²n tipo de actuaci¨®n en la zona de los Grandes Lagos, la demora de los Gobiernos en ofrecer su participaci¨®n en una operaci¨®n de urgencia que posibilitara la apertura de corre dores para distribuir la ayuda humanitaria y la reafirmaci¨®n estadounidense (compartida en silencio por muchos otros pa¨ªses) de que su participacion en este tipo de operaciones va condiciona da a asegurar un nivel cero de bajas. propias son tres de las manifestaciones que nos permiten hablar ya del s¨ªndrome de Ruanda. ?ste, junto al s¨ªndrome de Bosnia y al sindrome de Somalia, configuran y consolidan una especie de, macros¨ªndrome ante cualquier crisis, y que no es m¨¢s que una pat¨¦tica, miope y temerosa manera de hacer las cosas y de reaccionar frente a estas dram¨¢ticas situaciones, caracterizada por el miedo a implicarse en el corto plazo, y por la ausencia de aut¨¦nticas pol¨ªticas preventivas que permitan dar resultados a medio y largo plazo. La acumulaci¨®n de crisis no resueltas, mal planteadas o fracasadas en el mundo durante los ¨²ltimos a?os no parece que vaya a clarificar cu¨¢l ha de ser ahora mismo el papel de lo que llamamos "comunidad internacional" en la regi¨®n de los Grandes Lagos, probablemente porque pocos pa¨ªses u organismos est¨¢n dispuestos a realizar una autocr¨ªtica, y porque nadie quiere poner todas las cartas sobre la mesa y mostrar sus preferencias y apoyos encubiertos. Pero lo cierto es que detr¨¢s de cada "intervenci¨®n militar humanitaria" hay siempre juegos de influencia, y en un Zaire rico en minerales estrat¨¦gicos y a punto de desintegrarse parece evidente que no faltan intereses para colocar al menos un pie en situaci¨®n ventajosa.A pesar de todo ello, la intervenci¨®n en los Grandes Lagos contin¨²a siendo necesaria, aunque no de cualquier manera. Las primeras en entenderlo han sido muchas ONG y organizaciones humanitarias, que esta vez han llevado la iniciativa al se?alar tanto la urgencia de proteger a los refugiados (los de Bukavu y Uvira todav¨ªa no han podido entrar) como la necesidad de adoptar otras medidas, ya que sin la adopci¨®n de decisiones pol¨ªticas espec¨ªficas no hay soluci¨®n posible para los dramas recurrentes, por la sencilla raz¨®n de que permanecen invariables sus causas. Es m¨¢s, el aplazamiento de dichas medidas pol¨ªticas enquista, vicia, pudre, alarga o agrava numerosas situaciones de crisis. La simple respuesta humanitaria no basta, porque ¨¦sta s¨®lo puede atender a las v¨ªctimas, y no siempre. Tampoco basta con enviar, aunque sea- tarde, a unos cascos azules que siempre estar¨¢n m¨¢s preocupados por su propia seguridad que por garantizar la de los dem¨¢s, que con demasiada frecuencia infunden falsas esperanzas de seguridad a poblaciones en peligro y que no tienen un mandato ajustado a lo que la realidad demanda. Las dificultades de los reci¨¦n llegados al interior de Ruanda para recuperar sus tierras, su vivienda y un m¨ªnimo de esperanza es la se?al de alerta de que no todo se solucionar¨¢ con la simple rapatriaci¨®n. Habr¨¢ que hacer mucho m¨¢s a partir de ah¨ª.
Un reciente libro de M¨¦dicos sin Fronteras, que lleva el oportuno t¨ªtulo de El mundo en crisis, se?ala en sus primeras p¨¢ginas que "en la primavera de 1996, el coste del dispositivo de ayuda a los refugiados de Ruanda ascend¨ªa ya al menos a 1.000 millones de d¨®lares. ?Con qu¨¦ objeto?: con el de mantener vivos a los ciudadanos en un estado de incertidumbre y falta de libertad que no les proporcionaba ninguna esperanza en un futuro bajo la autoridad de quienes representaban al r¨¦gimen anterior, responsable del genocidio". Lo que sucede ahora en Zaire es tambi¨¦n el resultado de ese abandono de responsabilidades en el campo de la pol¨ªtica, que, entre otras cosas, no ha sabido resolver el futuro de m¨¢s de un mill¨®n de refugiados ruandeses, instalados durante m¨¢s de dos a?os al lado mismo de la frontera de este peque?o pa¨ªs. El informe del ACNUR de 1995 sobre la situaci¨®n de los refugiados en el mundo era tambi¨¦n muy claro al denunciar que la falta de medidas preventivas -puede tener un coste muy alto y que la prevenci¨®n deber¨ªa dirigirse a la ra¨ªz del problema, yendo m¨¢s all¨¢ de las preocupaciones exclusivamente humanitarias, lo que supone el fomento de los derechos humanos, la protecci¨®n de las minor¨ªas, el desarrollo econ¨®mico, la existencia de instituciones pol¨ªticas responsables, evitar la manipulaci¨®n de tensiones comunitarias, etc¨¦tera.
La cuesti¨®n clave, en estos momentos, es ver qu¨¦ se quiere hacer en la regi¨®n de los Grandes Lagos despu¨¦s de la distribuci¨®n de la ayuda humanitaria.
Los analistas que han estudiado contextos similares a los de Zaire, como Juan Pablo Lederach, nos recuerdan que sin una perspectiva a medio plazo que permita un trabajo sostenible en la transformaci¨®n del conflicto y en la construcci¨®n de un marco de paz no hay soluci¨®n posible a la situaci¨®n del presente. Junto a una r¨¢pida y eficaz labor de reparto de la ayuda de emergencia, tiene que construirse una agenda de compromisos nacionales e internacionales que supere la actual mentalidad de crisis y trabaje en un marco de tiempo m¨¢s dilatado para garantizar la seguridad de la gente en el interior de Ruanda, el retorno voluntario de los refugiados, posibilitar un cambio de percepciones entre las comunidades enfrentadas, el apoyo y consolidaci¨®n de personas, l¨ªderes, partidos, grupos y asociaciones que apuesten por el di¨¢logo y la reconciliaci¨®n, la cooperaci¨®n para lograr un marco econ¨®mico que permita satisfacer las necesidades b¨¢sicas, la creaci¨®n de estructuras sociales y pol¨ªticas participativas, etc¨¦tera, siempre partiendo de la base de que la gesti¨®n de este nuevo proces¨® socio-pol¨ªtico ha de estar en manos de quienes est¨¢n dentro del conflicto. Como ha repetido hasta la saciedad el embajador Salinoun, que cumpli¨® un magn¨ªfico papel en Somalia hasta que fue expulsado por la burocracia de la ONU, muchos conflictos disminuir¨ªan, en intensidad si en el momento oportuno se promoviera el di¨¢logo intercomunitario, si las organizaciones locales estuvieran dotadas de medios adecuados y se supieran movilizar a tiempo las fuerzas espirituales, tradicionales, econ¨®micas, sociales e intelectuales del lugar. Veremos si eso ser¨¢ posible en los Grandes Lagos. Nuestro papel ha de limitarse a dar apoyos a dichos sectores populares, a potenciar el papel mediador de los organismos regionales, a vincular la ayuda oficial al desarrollo con estos esfuerzos y, por supuesto, a dejar de mantener a los dictadores, reyezuelos y l¨ªderes corruptos que rapi?an a sus pueblos.
Hay aspectos sumamente conflictivos que conciernen al corto plazo y que hasta ahora no han sabido abordarse. Me refiero a la inculpaci¨®n y captura de los responsables de las masacres, al desarme de las milicias que ahora intentar¨¢n reagruparse en Zaire, al reforzamiento del Tribunal Internacional y la creaci¨®n de uno permanente, y todas aquellas medida,Vicen? Fisas es investigador del Centro Unesc de Catalu?a
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