Las cartas sobre la mesa
JOSEP A. DURAN i LLEIDASeg¨²n el autor, los partidos y la sociedad en pleno deber¨ªan sentirse implicados en la necesidad de un pacto de Estado, efectivo y real, que permita a las distintas nacionalidades sentirse c¨®modas en un Estado com¨²n y compartido.
Muy se?or m¨ªo:El presidente de Castilla-La Mancha remiti¨® a trav¨¦s de estas p¨¢ginas una carta abierta al presidente de la Generalitat de Catalu?a, Jordi Pujol. S¨¦ que no soy quien para terciar en correspondencia ajena, pero me siento en la obligaci¨®n de hacerle p¨²blicamente tambi¨¦n unas consideraciones.
Que el presidente de Castilla-La Mancha, a pesar de su rango y de la comunidad a la que representa, tome a broma la cuesti¨®n de la financiaci¨®n auton¨®mica, llegando a invocar a santa Rita y a santa B¨¢rbara, demuestra que algo no funciona en esta Espa?a de las autonom¨ªas.
Lamento decirlo, se?or Bono, pero en su carta abierta al presidente Pujol se detectan, sin ¨¢nimo alguno de ser exhaustivo, tres notables incomprensiones u errores que resultan dolorosos para quienes a¨²n consideramos posible una Espa?a plural y respetuosa con sus nacionalidades.
Seamos claros: a pesar de las distintas modalidades auton¨®micas que dibuja la Constituci¨®n, resulta obvio que al menos algunas de ellas responden a una realidad nacional previa y no a un mero experimento descentralizador o al capricho de sus l¨ªderes pol¨ªticos. Y esto es una realidad pol¨ªtica que no se puede ignorar. Si usted lo desea, se?or Bono, podemos razonar a prop¨®sito de los siglos comunes de historia, a veces tortuosa, y de los muchos lazos que unen Catalu?a y Espa?a; podemos coincidir incluso en la oportunidad y conveniencia de articular proyectos comunes y de sumar esfuerzos en pro del inter¨¦s general, pero en cualquier caso el entendimiento s¨®lo puede ser posible a partir de la aceptaci¨®n de la pluralidad, lo cual exige reconocimiento pol¨ªtico y no una mera tolerancia. Espa?a, se?or Bono, no ser¨¢ menos Espa?a por aceptar que constituye un hecho plural, pero s¨ª que ser¨¢ m¨¢s democr¨¢tica y libre si, adem¨¢s de garantizar los derechos de cada ciudadano, es tambi¨¦n consciente y valedora de los derechos de sus naciones.
La cuesti¨®n de la financiaci¨®n auton¨®mica adquiere, a la luz de lo anterior, una dimensi¨®n e importancia que no se constatan en su carta. Los gobiernos aut¨®nomos han de gozar, por imperativo constitucional y por sentido com¨²n, de una financiaci¨®n suficiente tanto para el desarrollo de sus objetivos como para el establecimiento de su pol¨ªtica de ingresos y gastos.
A la incomprensi¨®n de cuanto significa realmente la financiaci¨®n auton¨®mica a?ade usted, a mi entender, el error de intervenir en su debate con simples criterios de oportunismo pol¨ªtico. Nadie duda de la necesidad de consensuar un modelo de financiaci¨®n decididamente estable, pero es obvio que el debate y las propuestas han de ser formuladas desde la seriedad y desde la coherencia y no exclusivamente en funci¨®n de las meras coordenadas de poder en que cada pol¨ªtico se ubique. Una propuesta consistente se defiende tanto si se est¨¢ en el Gobierno como en la oposici¨®n, y no muda s¨®lo en funci¨®n de estrategias.
Es triste, por ello, constatar el cambio experimentado por algunos socialistas en materia de financiaci¨®n auton¨®mica. M¨¢s triste me resulta a¨²n -no lo niego- que el PSOE, curtido en la experiencia de gobierno y en sentido de Estado, pueda utilizar la financiaci¨®n auton¨®mica como un instrumento de desgaste pol¨ªtico. Hay cosas con las que s¨®lo se juega cuando se es ni?o o se carece de raz¨®n.
Sabe usted cumplidamente, se?or Bono, que el nuevo modelo de financiaci¨®n auton¨®mica, con sus imperfecciones, se dirige a aumentar la autonom¨ªa financiera y el grado de corresponsabilidad fiscal de las comunidades. Y todo ello sin merma alguna de la solidaridad.
La cesi¨®n del 30% del IRPF y la asunci¨®n de capacidad normativa en algunos de sus tramos no s¨®lo es una forma de avanzar en el principio de autonom¨ªa financiera -muy en s¨ªntesis, lo que se percibe es inicialmente un mero anticipo de aquello que deber¨ªa transferir luego el Gobierno central-, sino que tambi¨¦n permite avanzar hacia mayores grados de corresponsabilidad fiscal en funci¨®n del esfuerzo que cada comunidad se avenga a efectuar.
Conviene, sin embargo, efectuar algunas precisiones: la cesi¨®n de parte del IRPF fue asumida en su d¨ªa por el Gobierno socialista, escandalizando al Partido Popular, algunas de cuyas comunidades amenazaron con recurrir al Tribunal Constitucional; hoy d¨ªa, el esc¨¢ndalo corresponde por exigencias del gui¨®n al Partido Socialista, y son sus comunidades las que amenazan con el recurso a dicho tribunal.
Nada hay objetable, en principio, en que usted ofrezca al PP la posibilidad de darle apoyo en caso de avenirse a discutir un nuevo modelo de financiaci¨®n, debidamente consensuado, aunque sea "sin excluir a los nacionalistas", lo que le agradezco. Pero su ofrecimiento, para, ser cre¨ªble, deber¨ªa ir acompa?ado de algo tan elemental como una propuesta y no asentarse s¨®lo sobre chanzas y vano populismo. Y, en cuanto al consenso, resulta ilustrativo que el apoyo que usted ofrece tenga como misi¨®n amparar al Gobierno del PP si los nacionalistas no participan en, el nuevo acuerdo. Si es as¨ª, se?or Bono, ?qu¨¦ entiende usted por consenso?
Seamos serios, se?or Bono, que en pol¨ªtica no tiene por qu¨¦ ser contraproducente.
Queda. una ¨²ltima cuesti¨®n por comentar a prop¨®sito de su carta: dice usted que jam¨¢s ha recurrido al anticatalanismo para conseguir aplausos y votos, pero ello no le impide en su mismo escrito calificar como un regalo las prestaciones del Estado a Catalu?a, o aludir al hecho de que hablar catal¨¢n en la intimidad es causa de p¨¦rdida de votos. Perm¨ªtame que yo, que hablo catal¨¢n en p¨²blico y en la intimidad, le recuerde algunas cifras de la solidaridad de Catalu?a que, como es obvio, usted conoce de primera mano. El d¨¦ficit fiscal de Catalu?a con el Estado (es decir, lo que recauda Catalu?a menos lo que el Estado gasta en ella m¨¢s la contribuci¨®n al coste de los gastos generales) supera el bill¨®n de pesetas anuales; dicha magnitud equivale al 12% del PIB catal¨¢n, y a una transferencia neta por parte de cada catal¨¢n hacia el resto del Estado que oscila entre las 150.000 y las 200.000 pesetas por a?o. ?M¨¢s ejemplos? Tantos como quiera: entre 1983 y 1994 el MOPU, MOPTMA o equivalente s¨®lo invirti¨® unas 7.000 pesetas por habitante y a?o en Catalu?a, menos de la mitad del promedio espa?ol como ha destacado el catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica se?or Ros Hombravella; nuestra red viaria era s¨®lo el 8% de la estatal, cuando nuestro parque equivale al 18% de los veh¨ªculos, lo que comporta el 26% de los accidentes del Estado. En renta familiar disponible, Catalu?a es ampliamente superada por Baleares, La Rioja, Navarra, Arag¨®n y Madrid.
Tal vez parte del problema radique en que no hemos sabido explicar desde Catalu?a cu¨¢l es el volumen e intensidad de nuestra solidaridad con el resto de Espa?a, aunque las cifras son conocidas y de dominio p¨²blico o que alguno de nuestros gestos o palabras hayan sido poco afortunados; pero no es menos cierto que otra parte de culpa reside en la contumacia de algunos en no querer entender que la financiaci¨®n auton¨®mica ha de avanzar hacia mayores grados de justicia y de corresponsabilidad fiscal. Y, en definitiva, el mayor pecado de nuestros d¨ªas consiste en que no se acaba de aceptar esta pluralidad de Espa?a, ¨²nico mecanismo que ha de permitir, desde el respeto, hallar proyectos comunes que nos integren y no que nos separen. Pero mientras la "cuesti¨®n catalana" siga siendo una v¨ªa para la demagogia y el populismo, para el desgaste pol¨ªtico y la divisi¨®n, poco podremos avanzar.
Se impone, se?or Bono, la necesidad de que de una vez por todas se acepte a real a e una Espa?a plural. Todos los partidos, la sociedad en pleno, deber¨ªa sentirse implicada en la necesidad de un pacto de Estado, efectivo y real, que permitiese a las distintas nacionalidades sentirse c¨®modas en un Estado com¨²n y compartido. Pensar lo contrario, se?or Bono, o sostener que cuanto obtiene Catalu?a -mucho menos de lo que da- es un regalo o que hablar en catal¨¢n significa perder votos, todo ello supone en cierto modo considerar que Catalu?a sigue siendo una especie de colonia vencida, ajena a la efectiva direcci¨®n del Estado.
Dialoguemos, debatamos, pactemos, pero siempre desde la seriedad; sin chanzas, sin iron¨ªa, sin demagogia, avanzaremos m¨¢s y dividiremos menos.
Muy atentamente,
Josep A. Duran i Lleida es presidente del Comit¨¦ de Govern de Uni¨® Democr¨¢tica de Catalunya.
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