La Raz¨®n Antropol¨®gica
Desgraciadamente para nosotros, los madridistas, el f¨²tbol es una pasi¨®n ef¨ªmera. Uno quisiera que ¨¦ste hubiese sido de verdad el partido del siglo y que, por tanto, la victoria tuviese vigencia durante muchos a?os, como en los tratados que cierran las grandes guerras internacionales. Igual que en el amor, cada partido de f¨²tbol nace siempre con vocaci¨®n de eternidad. Pero nosotros tambi¨¦n sabemos que, como dec¨ªa Antonio Machado, el 90% del amor es ficci¨®n. El amante inventa a la amada y el buen aficionado forja en su mente los pormenores de una maravilla que luego en la realidad nunca llega a cumplirse.Todo en el f¨²tbol es breve y es ficticio. Para empezar, el ancestral duelo castellano-catal¨¢n lo han resuelto un croata y un montenegrino en dos hermosos accidentes del juego. Y ahora es ya casi medianoche y de vez en cuando pasa un coche tocando r¨ªtmicamente la bocina, se oyen a lo lejos c¨¢nticos y gritos y uno piensa que los aficionados no s¨®lo celebran la victoria, sino que tambi¨¦n se celebran a s¨ª mismos, porque ellos son sin duda los creadores y mantenedores de este enorme tinglado.
Este tinglado es un drama hist¨®rico en que el planteamiento y el nudo ya estaban escritos. Al final, vinieron los figurones (los brasile?os y balc¨¢nicos, y ese portugu¨¦s al que Capello se ha empe?ado en convertir en un jugador veros¨ªmil) e intentaron urdir un desenlace que estuviera a la altura de la trama. Este no ha sido el partido del siglo, pero s¨ª de la cola del siglo. Nunca el f¨²tbol alcanz¨® esta aparatosidad, donde toda una ciudad parec¨ªa participar en una funci¨®n del gran teatro de Oklahoma.
Ahora en la radio est¨¢n entrevistando a los h¨¦roes, y ma?ana los peri¨®dicos avivar¨¢n con sus cr¨®nicas el rescoldo de una vehemencia que ya empezar¨¢ a alimentarse con las expectativas del pr¨®ximo domingo.
Uno sabe que todo es sue?o y humo, pero a¨²n sabe con m¨¢s autoridad que la desdicha en estos casos puede ser demoledora, porque no se nutre con materiales de la madurez, sino de lo m¨¢s puro de la infancia. As¨ª que a los barcelonistas uno les recordar¨ªa aquello que dice Garc¨ªa M¨¢rquez de que no hay pena que sobreviva a dos horas de buena lectura. As¨ª que agarre usted, amigo, un libro de V¨¢zquez Montalb¨¢n o de Eduardo Mendoza, si quiere encontrar el remedio en casa, y de Andr¨¦s Sorel o Javier Mar¨ªas, si se decide por el placer morboso de que lo alivie el adversario. 0 Jos¨¦ Donoso, si prefiere un imparcial.
Por lo dem¨¢s, ahora ya sabes, V¨¢zquez Montalb¨¢n, qui¨¦n va teniendo en esta Liga la Raz¨®n Antropol¨®gica.
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