Tierra virgen
La idea debi¨® partir de un piadoso capitoste del franquismo inmobiliario, un edificador con pretensiones edificantes, un devoto mariano como nuestro alcalde Jos¨¦ Mar¨ªa, que quiso santificar de un plumazo una amplia zona de la topograf¨ªa madrile?a, redimir un sector del pagano y asilvestrado extrarradio poni¨¦ndolo bajo la protecci¨®n del dogma de la Inmaculada Concepci¨®n desglosado en m¨²ltiples, sonoras y variopintas acepciones, en una procesi¨®n de v¨ªrgenes locales y auton¨®micas, peninsulares e insulares, Virgen de Lluch, del Casta?ar, de la Fuencisla, del Val..., un rosario de v¨ªrgenes dispuestas a velar por las buenas costumbres de un barrio ejemplar nacido para dar cobijo a funcionarios y empleados generalmente en r¨¦gimen de alquiler gestionado a trav¨¦s de los montep¨ªos laborales. Conseguir uno de aquellos pisos, modestos pero nuevos, era como un premio de la loter¨ªa, el premio m¨¢ximo de la t¨®mbola de la vivienda.El barrio de la Concepci¨®n fue una de las primeras zonas de la capital planificadas como urbanizaci¨®n; su construcci¨®n se inici¨® en 1950. Ten¨ªa que ser un barrio moderno, de un modelo castrense como correspond¨ªa al estilo militar de la ¨¦poca, un conglomerado de casas-cuartel, alineadas entre peque?os patios exteriores para que los ni?os pudieran jugar bajo la atenta supervisi¨®n de sus atareadas madres que pod¨ªan gritarles desde la cocina: "?Marian¨ªn, he dicho que subas a merendar!", o "Corno te vuelva a ver meti¨¦ndote en los charcos no sales a jugar en una semana". A la protecci¨®n materna hab¨ªa que sumar, por supuesto, el amparo personalizado de la Virgen a cargo de la calle.
En el a?o 1950, la guerra civil quedaba cronol¨®gicamente algo alejada, pero la posguerra segu¨ªa viviendo sus mejores momentos bajo la ley marcial impuesta por los vencedores, aunque a partir de la visita de Mr. Marshal se empezaban a guardar ciertas formas. La muy leal ciudad de Madrid, ¨²ltimo basti¨®n de la legalidad republicana, una vez cautiva, desarmada, invadida y expurgada se convirti¨® en una nueva Jauja, un fil¨®n inagotable de fruct¨ªferos negocios para los vencedores, especialmente en el terreno inmobiliario. En la construcci¨®n del barrio de la Concepci¨®n participaron presos pol¨ªticos en r¨¦gimen de trabajos forzados, como en el Valle de los Ca¨ªdos. Condenar a los vencidos a levantar con sus manos el megal¨ªtico mausoleo de su megal¨®mano vencedor fue un rasgo de crueldad casi fara¨®nico del s¨¢trapa caudill¨ªsimo. El constructor agraciado con la sustanciosa bicoca de edificar un nuevo barrio sobre aquellos barrancos y desmontes fue don Jos¨¦ Ban¨²s, un amigo de la casa, un hombre de confianza de El Pardo, y en particular de do?a Carmen Polo, a la que la vox popul¨ª atribu¨ªa un olfato especial para los negocios.
Los nuevos barrios de la periferia de Madrid, especulaciones y chanchullos inmobiliarios aparte, fueron creados bajo la coartada de dar respuesta a las inquietudes moralizantes de los sectores sociales del Movimiento. En los a?os cuarenta se repet¨ªan los informes policiacos que alud¨ªan a c¨®mo el hacinamiento y la falta de salubridad e higiene de los asentamientos chabolistas levantados por los inmigrantes favorec¨ªan la inmoralidad, la promiscuidad, la delincuencia e incluso la desafecci¨®n al r¨¦gimen y a sus principios fundamentales. Los desertores del agro, sanos de esp¨ªritu pero enfermos de hambre y de pobreza eran presa f¨¢cil, seg¨²n los comisarios de la moral y las buenas costumbres, para los propagadores de los virus nefandos del comunismo y la anarqu¨ªa.
Para preservarlos del contagio y de las tentaciones hab¨ªa que crear alojamientos sencillos pero limpios y dotados con los servicios m¨ªnimos de agua, electricidad y alcantarillado. Entre los nuevos barrios que brotaban en el extrarradio de la capital, el de la Concepci¨®n ten¨ªa un estado privilegiado, por su ubicaci¨®n respecto a otras urbanizaciones de la ¨¦poca, por la relativa calidad de su construcci¨®n y, sobre todo, por su adjudicaci¨®n efectuada a trav¨¦s de los montep¨ªos a funcionarios y empleados con n¨®mina fija, brillante hoja de servicios y un buen enchufe con las autoridades competentes.
Pero ni todas las instancias celestiales convocadas para ¨¦l bautizo, ni siquiera las terrenales, a¨²n m¨¢s pendientes del tema, pudieron conseguir que el barrio de la Concepci¨®n se convirtiera en un modelo de virtudes cristianas y patri¨®ticas. La primera generaci¨®n nacida o criada en este territorio virgen, la de los ni?os marianos, crecer¨ªa d¨ªscola y respondona, pese a la severa disciplina de los curas del Obispo Perell¨®, un colegio que a comienzos de los a?os setenta llegar¨ªa a convertirse en centro de actividades culturales progresistas, semiclandestinas y, recurrentemente abortadas por las Fuerzas del Orden P¨²blico.
La vida del barrio giraba y gira alrededor de un parque longil¨ªneo que corona la discreta peineta de un auditorio semioculto en el arbolado. En su entorno, un laico rosario de bares, oficia de mentidero y punto de encuentro al que siempre vuelven los marianos que se fueron a vivir a otra parte pero a?oran el escenario de sus cr¨ªmenes infantiles. Vuelven y vuelven a sentirse en su casa, al calor de los viejos amigos y de un paisaje urbano cuyo principal atractivo son las vivencias que en sus calles experimentaron.
Los ¨¢rboles del parque han crecido vigorosamente y sombrean zonas de juegos y pistas de deporte. Hasta que se invent¨® la televisi¨®n, recuerda uno de sus primeros pobladores, el parque era el pulm¨®n, el coraz¨®n, la lengua y el est¨®mago del barrio. En verano, animados grupos familiares provistos de sus correspondientes tortillas de patata y sus ensaladas se reun¨ªan al caer la tarde, ped¨ªan vino y gaseosa en los merenderos pr¨®ximos y prolongaban su espont¨¢nea y fraternal convivencia hasta bien entrada la madrugada.
Los ¨¢rboles han crecido, desaparecieron las familias con tortilla y los ni?os ya no juegan en los patios bajo la mirada de sus padres, pero hay cosas que no han cambiado, cosas que han hecho del barrio de la Concepci¨®n uno de los barrios m¨¢s barrios, en el sentido castizo del t¨¦rmino, del viejo y del nuevo Madrid.
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