El Estado
J. en el bistrot, bien iluminada por el vino su raz¨®n c¨ªnica.-El acuerdo Boeing-McDonnell. 200.000 empleados. Su presupuesto es la cuarta parte del total de los ingresos del Estado espa?ol. ?La cuarta parte! Supongo que lo primero que har¨¢n sus intelectuales a sueldo es redactar un manifiesto a favor del adelgazamiento del Estado. Del Estado de los pobres, naturalmente, porque el suyo va viento en popa.
Se procura hacerle ver otros aspectos del negocio: la competencia de Airbus y, por supuesto, hay alguien que habla de racionalizaci¨®n. Sobre el filo de esta ¨²ltima palabra, J. advierte que es una de las p¨®lizas ling¨¹¨ªsticas de que se proveen la injusticia y hasta el crimen para actuar libremente. Pero, aunque parec¨ªa firme y embalado, no va a seguir por ah¨ª.
-Contra lo que parece, la batalla final no se producir¨¢ entre naciones. Ni siquiera entre clases, en el sentido tradicional. El apocalipsis vendr¨¢ del choque entre los Estados. Uno, el que se conoce: grande, lento, seguro, potente, enfermo y nuestro. Y otro, inminente, cuya principal estrategia, mientras acumula energ¨ªa, es que nadie lo reconozca como tal Estado...
En este punto, la ¨²nica mujer de una mesa de varones, muy capacitada por oficio para la met¨¢fora, alude a Mario Conde y enseguida se da esa incomodidad ante la exhumaci¨®n de nombres propios, tan catalana, que J. inhuma prosiguiendo.
-... Y que acabar¨¢ por tener las mismas caracter¨ªsticas de nuestro viejo Estado, pero sin posibilidad de control pol¨ªtico. Ese control es importante. Impone la transparencia. Dificulta que un soldado se convierta en mercenario o que un usurero devenga l¨ªder espiritual de su pueblo.
Luego levanta su copa de cabernet franc.
-El Estado democr¨¢tico no garantiza la igualdad. Es la libertad lo que garantiza.
Y bebe.
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