El Madrid no sabe especular
Los madridistas se dejan dos puntos en Valladolid despu¨¦s de mandar durante 43 minutos
El proceso de italianizaci¨®n. presenta grietas. Capello tiene motivos para estar enfadado: su equipo no sabe especular. Y la conclusi¨®n es bien simple: el Madrid perdi¨® dos puntos en Valladolid. Caben tambi¨¦n otras interpretaciones, que van desde cierta falta de ambici¨®n hasta una dificultad para actuar en otros registros. El Madrid perdi¨® el rumbo cuando navegaba con viento a favor, toda una incongruencia. Se mire como se mire, el l¨ªder es todav¨ªa una obra incompleta.Un cuarto de hora fue tiempo suficiente para que cualquier observador concluyera que al Madrid no le hab¨ªa afectado la resaca del partido del siglo. El cuarto de hora que precedi¨® al gol de Suker, que adelanta a Ronaldo por el momento con su 14? tanto, fue una demostraci¨®n de profesionalidad digna de todo elogio. El Madrid se movi¨® sin dudas, tom¨® posesi¨®n del centro del campo, cheque¨® a su rival en los balones perdidos (todos para los madridistas), tante¨® una primera gran oportunidad a pies de Seedorf y concluy¨® la tarea con un impecable libre directo de Suker. Por entonces, Redondo y Seedorf ten¨ªan tomada la medida de la zona ancha y no daba la impresi¨®n de que cualquiera de los rivales que pasaban por ah¨ª pudieran perturbarles. Poco m¨¢s cabe pedir en tan escaso margen.
El Valladolid hab¨ªa hecho una apuesta muy ortodoxa. No quiso modificar su juego, a pesar de que presentaba una tarjeta de visita preocupante: cuatro partidos consecutivos sin ganar y cierto aspecto enfermizo en su juego ofensivo. En el contraste, el Madrid le ganaba la partida en todos los terrenos, y en el centro del campo la superioridad era evidente. llIgner se promet¨ªa una jornada tranquila. Cuarto de hora y gol de Suker. La noche estaba bajo control, a juicio de los profesionales.
La realidad presentaba otro cariz casi una hora despu¨¦s. Alkorta enviaba a la red por error un remate forzado de V¨ªctor. El Valladolid alcanzaba el empate sin haber mediado otra cosa que un amago de asedio, suficiente, sin embargo, para que la defensa madridista se sintiera atemorizada en algunos balones a¨¦reos e Illgner descompusiera- la figura cuando el bal¨®n sobrevolaba el ¨¢rea peque?a. Durante una hora, el Madrid se hab¨ªa difuminado por completo en la tarea de administrar su ventaja y su superioridad t¨¢ctica. Si se le aplica el rasero del f¨²tbol italiano, que es lo que estar¨¢ pensando Capello, el Madrid mereci¨® un suspenso.
Sin embargo, habr¨¢ que preguntarse si este equipo es m¨¢s aprovechable cuando tiene la iniciativa. Es decir, en lugar de italianizar a toda costa, podr¨ªa ser m¨¢s inteligente ir a una mezcla de estilos. El toque italiano le da al Madrid mayor solidez; el toque espa?ol puede servir para rematar partidos que nacen con ventaja en el marcador.
El cambio de escenario que propici¨® el Madrid oblig¨® al Valladolid a reaccionar. Ten¨ªa la iniciativa, pero no demasiado claras las ideas en el asunto de provocar el gol. Esa disfunci¨®n llev¨® el partido a un tr¨¢mite un tanto pesado, periodo en el cual solamente los dos porteros se sintieron aliviados. En el descanso, todas las apuestas favorec¨ªan al Madrid.
Cuarto de hora despu¨¦s, como quien dice, el partido era otro, y el marcador tambi¨¦n. Y no hab¨ªan sucedido cosas excepcionales, para decepci¨®n de la afici¨®n local y para desespe raci¨®n de Capello. El Vallado lid hab¨ªa despertado y el Real Madrid se hab¨ªa dormido. Poco m¨¢s. No hubo un asedio en toda regla, sino m¨¢s voluntarismo que otra cosa. Pero aun as¨ª, el Madrid perdi¨® cohesi¨®n en sus l¨ªneas y anduvo unos minutos sin br¨²jula. Seg¨²n el c¨®digo de Fabio Capello, un error imperdonable: para especular como es debido es necesario estar vivo.
As¨ª que se celebr¨® un tercer partido, un escenario indeseable para un especulador, una evidencia de su derrota. El Madrid se vio obligado a tomar la iniciativa. Y en esa tesitura, con media hora por delante y en situaci¨®n de superioridad num¨¦rica tras la expulsi¨®n de Fernando, fracas¨® rotundamente. Quiso volver al primer partido, el del primer cuarto de hora impecable, y se encontr¨® sin ritmo. El Madrid era un equipo simpl¨®n: un revoltijo de voluntad y dudas. Puso asedio a la porter¨ªa de C¨¦sar y se encontr¨® con que el rival estaba en la mejor de las situaciones, sin necesidad de pensar y aguerrido en la defensa de un imprevisto empate. En esas circunstancias, el Valladolid iba de ganador, y el Madrid, de perdedor.
El Madrid ha tenido un amargo final de a?o. Queda registrada esa imagen de l¨ªder poco ambicioso, seg¨²n algunos autores, o de p¨¦simo especulador, seg¨²n Capello. En cual quier caso, podr¨ªa decirse que fue poco profesional para con tentar a todos. Sea lo uno o lo otro, sea la suma de todos los factores, su actuaci¨®n merece un suspenso. Ni supo ganar ni supo administrar. El Real Madrid es todav¨ªa una obra incompleta.
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