"Evito"
Puedo imaginar perfectamente la emoci¨®n que sinti¨® La Cosa de Marbella cuando atraves¨® una muchedumbre enfervorecida, la otra noche, en la Gran V¨ªa madrile?a para asistir al estreno de Evita, pel¨ªcula que recoge lo peor de Eva Per¨®n, su superficial populismo endulzado por la m¨²sica de Andrew Lloyd Webber. Ya me imagino al Innombrable con l¨¢grimas en las aberturas del rostro y la leng¨¹eta de zapato que tiene por nariz roja de conmoci¨®n e identificaci¨®n. ?Acaso no querr¨ªa ¨¦l tambi¨¦n recibir a los pobres de su pueblo en su despacho, sacando bienes del caj¨®n del escritorio, como hac¨ªa Eva, pero, en vez de joyas, entradas de general, o como se diga, para ir a ver jugar a su club de f¨²tbol gratis? Ah, qu¨¦ cerca debi¨® de sentirse, durante la proyecci¨®n, de aquella mujer que encarn¨® el rencor social y su consecuencia, la venganza. Pero Evita ten¨ªa algo que la redim¨ªa en parte: sus or¨ªgenes, su lucha por salir del hoyo.En cuanto a La Cosa, estamos hablando de codicia, de vulgaridad, de chanchullos, de rascarse los cojones por encima del ch¨¢ndal y escalar con un tintineo de cadenas al cuello.
?Qu¨¦ es, entonces, lo que produce el milagro de que Evita y Evito se encuentren en la Gran V¨ªa, m¨¢s all¨¢ de las leyes de Dios y de los hombres? Pues Antonio Banderas y su af¨¢n de vivir con la santa actual en un rinc¨®n marbell¨ª sin que los periodistas les molesten. La Cosa les pone guardaespaldas y garantiza su tranquilidad, y ellos, a cambio, prometen convertir Marbella en Los ?ngeles. Y as¨ª, mientras recorren el mundo sin parar de inaugurar Planet Hollywood con la gorra, La Cosa asciende en el escalaf¨®n y el fantasma de Encarna S¨¢nchez ulula en la mansi¨®n que han comprado.
Viva el star system, co?o.
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