Caballero bajo cielo gris
Cuando una amiga m¨ªa pintora cuyo criterio respeto profundamente v¨ªo el estado en que los restauradores hab¨ªan dejado a la Magdalena, de Pedro de Mena, sinti¨® c¨®mo se le aguaban los ojos ante lo que sinti¨® como una p¨¦rdida literalmente irreparable (y ojal¨¢ fuera este un chiste f¨¢cil): Pues la restauraci¨®n de la escultura -que ahora est¨¢ en el Museo del Prado, su propietario, aunque habitualmente vive en el de Valladolid, en dep¨®sito-, ha suprimido unos colores que eran a juicio de mi amiga un verdadero milagro. Los colores del tiempo. Y ahora tiene unos un tanto m¨¢s chillones que, sobre todo, subrayan la ausencia del milagro. Dicen los especialistas que los de ahora son los que la escultura ten¨ªa en origen: Bueno, y qu¨¦.Recuperaci¨®n es una de las palabras clave del pensamiento culturalmente correcto (ra¨ªces, en su referente pol¨ªtico) que, la verdad, comienza a resultar un tanto cargante: (?d¨®nde est¨¢ la disidencia audible, esencial a toda cultura que merezca el nombre?). Pues bien, la recuperaci¨®n de la Magdalena de Mena no hizo m¨¢s que anunciar la restauraci¨®n del Caballero de la mano en el pecho, al que habr¨¢ que rebautizar visto que la famosa mano suspendida en la tela negra ha dejado de ser el claroscuro m¨¢s famoso de una escuela y de una ¨¦poca pintadas por ellos. Y no cualquier escuela y no cualquier ¨¦poca.
Tras la restauraci¨®n del Caballero seguimos teniendo un retrato soberbio en el que ahora sin duda se aprecian mejor los detalles de la gola y de la empu?adura de la espada, pero hemos perdido el dram¨¢tico fondo oscuro de concepci¨®n rom¨¢ntica -que al parecer no era el pintado por el Greco- y a cambio tenemos un cielo gris... cualquier cielo gris como los hay en no pocos cuadros del Greco. Supongo que, en aras de la exactitud, el nombre m¨¢s adecuado ser¨ªa ahora Caballero bajo cielo gris, toda vez que el cielo gris destaca por lo menos tanto como la mano.
Ni que decir tiene que el nuevo cuadro ha provocado el aplauso oficial un¨¢nime, quiz¨¢ porque ¨¦l cuadro rescatado sea mejor que el que pint¨® el tiempo -posibilidad que no hay que descartar, por supuesto-, aunque me reservo el temor de que, si alguien piensa lo contrario, lo dir¨¢ en voz muy baja. A ver quien es el valiente que se atreve a decir que el tiempo, el polvo y alg¨²n rom¨¢ntico desaprensivo con la paleta f¨¢cil pudieron mejorar un cuadro de El Greco. Lo original, lo aut¨¦ntico, (lo ¨¦tnico), recordemos, es en la Espa?a de nuestros d¨ªas por principio lo mejor.
Pero no es tanto una discusi¨®n de arte lo que propongo -aunque no comparta yo aqu¨ª la superstici¨®n de que doctores tiene la iglesia-, sino un debate sobre qui¨¦n es el due?o de las im¨¢genes. Para decirlo claramente: con qu¨¦ derecho y bajo qu¨¦ presupuestos s¨¦ modifica una imagen que a fin de cuentas pertenece a mucha gente, por no decir a todo el mundo (literalmente: chinos y australianos incluidos), aunque sea en nombre de la sacrosanta pureza:Dec¨ªa Goya que el tiempo tambi¨¦n pinta, y para m¨ª que quer¨ªa decir que una obra de arte no es s¨®lo lo que el artista suelta al mundo sino aquello en lo que se va convirtiendo, ya sea por la acci¨®n de la naturaleza o de los hombres, ya sea -y perd¨®n por la obviedad- porque los que la reciben van cambiando. Es sabido que el Greco atraves¨® el purgatorio del olvido al que lo condenaron los neocl¨¢sicos hasta que fue descubierto por nuestros abuelos (Coss¨ªo y Zuloaga), despu¨¦s de que un excelente pintor an¨®nimo se permitiera retocar un fondo gris para desvelar el negro que lat¨ªa en el cuadro.
Forzoso es admitir que no toda restauraci¨®n es discutible, como demuestra el ejemplo de "Las Meninas -entre otras cosas porque en ella se respet¨® cierta acci¨®n del tiempo-, lo cual consuela. Pero tambi¨¦n resulta inocultable que ni el Caballero ni la Magdalena son ya el milagro que eran, aunque lo juren los expertos mostrando brillos de novedad, y que no hay forma de aliviar esa p¨¦rdida como no sea con resignaci¨®n: en arte una pobre alternativa. Lo ¨²nico seguro es que cuando el tiempo vuelva a pintarlos (si le dejan), nosotros ya no estaremos para verlo.
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